Todos los manuales de táctica política explican que la fórmula más eficaz para evitar el desgaste por un asunto concreto es desviar la atención a otro de aparente mayor enjundia. Si no existe se inventa. El truco clásico consiste en atizar el miedo a una guerra para no hablar de las cosas del comer. EEUU es una academia de élite en la materia. Y el PP un alumno aplicado, siempre dispuesto a tirar de ETA en campaña electoral cuando no le conviene hablar de empleo, vivienda, crecimiento económico, sanidad pública… Especialmente en algunas comunidades autónomas. Ayuso, por ejemplo, se niega a soltar la liebre mecánica del fantasma del terrorismo, y triplica la apuesta ya disparatada del propio Feijóo: insiste en ilegalizar a Bildu, y este jueves ha proclamado que ETA “está viva y en el poder” (ver aquí).
Es un modo macabro y trumpista de desviar el foco del tema más escabroso de su biografía política: el protocolo de la vergüenza (desvelado por infoLibre) que prohibió el traslado de ancianos de las residencias a los hospitales (ver aquí). Sólo en marzo y abril de 2020, al menos 7.291 personas murieron en los geriátricos madrileños sin ser derivados a un centro sanitario ni recibir atención médica alternativa, según datos oficiales del propio gobierno Ayuso (ver aquí). Así lo denuncia también el exconsejero de Asuntos Sociales de la comunidad Alberto Reyero en el libro del que Ayuso huyó el martes en el debate televisado como quien huye de Satanás, cuando la candidata de Unidas Podemos, Alejandra Jacinto, intentó entregarle un ejemplar (ver aquí).
Los motivos por los que alguien vota o rechaza una determinada opción son complejos, y tienen que ver con la ideología, las emociones, los intereses particulares y hasta la simpatía o antipatía que provoca un candidato o candidata. Algunos de esos factores, por desgracia, pesan más que el respeto a los hechos o a la memoria de los muertos. ¿Emergencia climática? Le regalo un geranio para el balcón. ¿Muertes en residencias? No invada mi espacio, gracias. ¿Ley de vivienda? Se levanta sobre las cenizas del atentado de Hipercor.
Hay mil y una maneras de ofender a la dignidad y a la inteligencia. El PP y Ayuso están cruzando en esta campaña todos los límites, como algunas víctimas de ETA advierten (ver aquí). Como vienen denunciando familiares de fallecidos en residencias durante los últimos tres años (ver aquí).
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(Aquí puedes leer las entregas anteriores de 'El dato y el dardo')
Todos los manuales de táctica política explican que la fórmula más eficaz para evitar el desgaste por un asunto concreto es desviar la atención a otro de aparente mayor enjundia. Si no existe se inventa. El truco clásico consiste en atizar el miedo a una guerra para no hablar de las cosas del comer. EEUU es una academia de élite en la materia. Y el PP un alumno aplicado, siempre dispuesto a tirar de ETA en campaña electoral cuando no le conviene hablar de empleo, vivienda, crecimiento económico, sanidad pública… Especialmente en algunas comunidades autónomas. Ayuso, por ejemplo, se niega a soltar la liebre mecánica del fantasma del terrorismo, y triplica la apuesta ya disparatada del propio Feijóo: insiste en ilegalizar a Bildu, y este jueves ha proclamado que ETA “está viva y en el poder” (ver aquí).