Buzón de Voz
Matando a besos la socialdemocracia
Se acumulan hechos, informes y declaraciones coincidentes en un mismo punto: cuanto más grave aparenta ser la crisis de la socialdemocracia, más voluntarios surgen por todas partes para rescatarla.
Por no agobiar con cifras, resumamos tres noticias de los últimos días:
- El Foro Económico Mundial, reunido como cada año en Davos, acaba de identificar como principales amenazas a la estabilidad global la desigualdad económica, la polarización social y los peligros medioambientales. En ese mismo marco (donde por otra parte fueron incapaces de adivinar antes de 2008 la megacrisis que se avecinaba) ha lanzado la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, la advertencia de que hay unos vínculos muy estrechos entre la desigual distribución de la renta y la riqueza, por un lado, y la inestabilidad social y política por otro. Aconseja el FMI aplicar políticas económicas que blinden la protección de los más débiles.
- El Banco de España, a través de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) certifica que la gestión de la crisis ha hecho caer la renta media de las familias, según datos recabados entre 2011 y 2014, pero sobre todo esa caída se ha cebado entre las rentas más bajas y la población joven. Gracias a los rendimientos de sus activos financieros, las rentas más altas han visto engordar su patrimonio, mientras los hogares pobres, cuya única “riqueza” en el mejor de los casos es la vivienda se han visto aún más empobrecidos. Como apuntaba en infoLibre Alejandro Inurrieta, el Banco de España consagra que la desigualdad en España “ya es crónica y estructural y los jubilados con pensiones medianamente dignas son los garantes de la paz social”.
- La Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al cuarto trimestre de 2016, conocida este mismo jueves, reduce el desempleo en 83.000 personas, lo cual sería un buen dato si no coincidiera con una reducción del número de personas activas, que ha bajado en 102.400. Como apunta el análisis de Economistas Frente a la Crisis, esta EPA, vendida por el Gobierno como estupenda porque establece que el paro se ha reducido en 541.700 personas en 2016, confirma que hemos entrado en una fase de crecimiento de la economía en la que “se crea empleo, pero de muy baja calidad, muy precario y, como tal, inestable y poco productivo”. La pinza entre precariedad y bajada de la población activa añade aún más incertidumbre al sostenimiento de las pensiones.
A la vista de las pruebas, ni las autoridades europeas, ni de la troika, ni del Gobierno español, por supuesto, entonan el menor mea culpa. Hablan e informan sobre las consecuencias de su gestión de la crisis como si fueran fenómenos atmosféricos. Si se puede culpar de la subida del precio de la luz casi exclusivamente a la escasez de lluvias o de viento, por qué no achacar el aumento de la desigualdad a la imperiosa necesidad de evitar el hundimiento de los sistemas financieros.
Lo cierto es que, además de esas evidencias, se acumulan también los gestos, discursos y propuestas que pretenden utilizar principios de una socialdemocracia en crisis para esquivar los riesgos de un estallido social. Los mismos inventores de las recetas austericidas hablan ahora de la conveniencia de subir salarios, establecer una renta mínima para los hogares sin ingresos o corregir los “excesos” de la desregulación del mercado laboral. En esta vena socialdemócrata que de repente asoma en el cuello de gobernantes conservadores, hemos escuchado hace unas horas a Mariano Rajoy asegurar incluso que la única solución en la que él cree para afrontar el fenómeno migratorio es ayudar a los países de origen. Lo dice alguien bajo cuyos gobiernos las ayudas al desarrollo se han reducido más que en ningún otro país de la OCDE. Hemos oído a Cristóbal Montoro pedir a las grandes empresas que “tributen más” para “sostener a la cohesión social”. ¡Como si en lugar de ministro de Hacienda él fuera sindicalista! (Por ejemplo El Corte Inglés, como otras grandes compañías, paga 0 euros en impuesto de sociedades gracias a los descuentos fiscales permitidos por el Gobierno).
Una vez ejecutada la devaluación salarial pretendida desde el principio de la crisis, y a la vista de los peligros de implosión política en distintos países, se diría que incluso entre los liberales se extiende la convicción de que “a lo peor” han ido demasiado lejos. Hay empresarios del Ibex que insisten desde hace meses en recomendar la sustitución de la austeridad por la fórmula “solidaridad + crecimiento”. Cabe la sospecha de que traten en realidad de reformular lo que siempre fue el llamado “espíritu de Davos”, basado en la exhibición de riqueza combinada con una especie de beneficencia muy conveniente a efectos fiscales (como tan bien relataba el periodista Andy Robinson en Un reportero en la montaña mágica). O quizás tenga razón el catedrático Antonio Ariño cuando advierte que "la batalla de las ideas la han ganado las grandes fortunas".
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En esas coordenadas, los partidos socialistas en crisis deberían analizar a fondo su tendencia a colaborar o participar en gobiernos conservadores. Todo apunta a que la Gran Coalición alemana acabará en catástrofe electoral para el SPD; y pronto comprobaremos si en el PS francés gana el liderazgo un miembro del ala crítica del partido, y no el favorito, Manuel Valls, al que cuesta distinguir de cualquier gobernante liberal. En cuanto al PSOE, no tiene hoy por hoy salida fácil, pero más le valdría cuidarse de los abrazos del oso. Suelen espachurrar al elegido.
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Este artículo ha sido actualizado el viernes 27 de enero a mediodía para rectificar una información errónea. El Banco Santander sí pagó impuesto de sociedades en 2016, concretamente 416 millones de euros.