Reforma fiscal y el virtuosismo parlamentario Pilar Velasco
Los Premios infoLibre y el amor al oficio
Hay premios que en realidad son agradecimientos y complicidades. Este acto de entrega de los primeros galardones de infoLibre ha comenzado con una música de fondo, un saxo tocado por Andreas Pritwitz, que salía de la oscuridad como un flautista de Hamelin aunque todos sus escuchantes permaneciéramos sentados en lugar de seguirlo hacia un destino desconocido. Recuerdo a Andreas de nuestro primer encuentro, hace más de 35 años, en el plató en el que se grababa en falso directo, en Prado del Rey, un programa llamado Si yo fuera Presidente. Él acompañaba a Javier Krahe, a Joaquín Sabina, a Ana Belén… Siempre eligió bien las compañías. Pero, sobre todo, siempre defendió muy bien su oficio, la música.
Y aquí sigue, sin hacerse rico, pero comprometido con lo que mejor sabe hacer, apasionadamente, y con lo que le agradecen miles de seguidores allí donde toca con su grupo Lookingback.
Cuento esto porque a menudo perdemos de vista la importancia del amor al oficio, al papel de cada cual, al servicio público, al granito de arena —o de letras, versos, discursos, acordes o noticias— que debemos aportar para que la comunidad funcione en beneficio de todas y de todos. Andreas y su grupo se inspiran y dominan la música clásica para luego sumar a esos principios la magia del jazz y la creatividad de la improvisación para construir un estilo propio sin distorsionar la base, las raíces, el compromiso. Una marca, que dirían los reyes del márketing. Una mirada propia, como lo adornarían los expertos en discursos de autoayuda.
En España tenemos la histórica manía de acentuar lo que nos diferencia y de despreciar lo que compartimos. El amor al oficio como ejercicio de satisfacción propia y de servicio a los demás debería ayudarnos a rebajar al máximo el ruido de esa cansina polarización falsamente equidistante. Si hay músicos capaces de reivindicar lo clásico y de aprovechar todos los instrumentos de la modernidad para seguir cultivando el bien común, la felicidad de los demás, no debería haber ningún motivo para que políticos, periodistas, profesores, deportistas, actores o poetas, simplemente ciudadanas y ciudadanos, no intentáramos hacer lo mismo.
Es eso, y nada más, lo que humildemente llevamos nueve años intentando en infoLibre: defender y practicar los principios del buen periodismo utilizando las herramientas tecnológicas de la realidad digital. Practicando el oficio de informar con honestidad, contrastando los datos para acercarnos lo más posible a la verdad de los hechos y renunciando a competir en la llamada guerra del click, cuya única prioridad es cautivar audiencias masivas para que a su vez atraigan ingresos publicitarios o algo aún peor: para sembrar odio o favorecer intereses oscuros, sin que importe si un titular es o no es cierto, o si los detalles de la supuesta noticia dañan el honor o la imagen o invaden la intimidad de cualquiera. Si la prioridad es simplemente el negocio o la práctica del sectarismo, el periodismo está muerto. Y si eso ocurre, la democracia queda herida de gravedad.
No quiero ponerme lúgubre ni solemne a pesar de todo. Si algo muy positivo han traído Internet y las redes sociales es la democratización de la información. Hace ya mucho tiempo que se acabaron los púlpitos. Insistimos constantemente en denunciar la explosión de las fake news y en los riesgos de la desinformación. Cierto. Como también lo es que al minuto de soltar un disparate o una falsedad en una web también hay comentarios de lectores que desvelan el timo, que corrigen un dato erróneo o que aportan una mirada distinta o más amplia. Como siempre ha ocurrido, el peligro no está en las herramientas, en la tecnología, sino en el uso que hacemos de ellas.
Si la prioridad es simplemente el negocio o la práctica del sectarismo, el periodismo está muerto. Y si eso ocurre, la democracia queda herida de gravedad.
Por eso me parece importante en estos tiempos acelerados y gaseosos, en los que cada acontecimiento fagocita al anterior en cuestión de horas y hasta de minutos, reivindicar el amor y la pasión por el oficio. Porque eso implica cuidar lo que más importa, parar, reflexionar, recordar algunos principios básicos, rectificar cuando uno se equivoca, distinguir lo esencial de lo accesorio e intentar poner las luces largas sobre una realidad compleja y un ecosistema informativo en el que no es nada fácil escapar del ruido, del click, del like y de la dictadura del titular rápido y supuestamente impactante.
Hay más compromiso, más verdad, más honestidad, en el esfuerzo impagable de las trabajadoras de residencias que en todos los discursos que han pretendido instalar la falsedad de que no se pudo hacer nada para proteger a nuestros mayores en la primera ola del covid.
Hay más sinceridad, naturalidad, verdad, en la reacción de Ana Peleteiro cuando reivindica la igualdad en todas las esferas de la vida que en los discursos que pretenden extender esa falacia del llamado “feminismo liberal”.
Hay más rigor, más pluralidad, más respeto a la historia y a la memoria colectiva en el Lorca de Juan Diego Botto que en todos los discursos que pretenden imponer, todavía hoy, que la verdad, la justicia y la reparación de las víctimas del franquismo supone reabrir heridas.
Hay más valores que aprender en la trayectoria profesional de Iñaki Gabilondo que en todos esos discursos que confunden a los oyentes con consumidores y a los lectores con usuarios. Gracias, Iñaki, de corazón, me callo esos halagos que sé que te espantan y aspiro a que, por la vía que tú elijas, sigas aportándonos luz de vez en cuando.
Hace ya nueve años que pusimos en marcha infoLibre, con la convicción de que un medio sólo puede ser libre si depende del compromiso de sus lectores. En aquel momento parecía un empeño quijotesco y hasta ingenuo: hoy ya nadie discute que un periodismo independiente sólo es posible y sostenible por la vía de la suscripción. Por eso nuestro mayor agradecimiento es a las socias y socios que, como César Moya, han creído en este proyecto. O a tantos nombres que componen la Sociedad de Amigos y Amigas de infoLibre, algunas hoy presentes. Quiero enviar un abrazo especial y muy largo a nuestra querida y admirada Almudena Grandes, una de las primeras, junto a Luis García Montero, en apoyar nuestra forma de entender el hermoso oficio del periodismo decente.
Gracias y, por favor, corran la voz.
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Este texto recoge la intervención que cerró este jueves en el Ateneo de Madrid el acto de entrega de los primeros Premios infoLibre
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