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Rajoy e Iglesias se censuran

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Pocas veces se habrán escuchado en sede parlamentaria tantas y tan duras acusaciones contra un Gobierno en ejercicio, pero tampoco sería fácil encontrar a un presidente del Gobierno que se haya hecho el sordo con tanto desparpajo. Si hubiera que resumir el cuerpo a cuerpo que (contra pronóstico de eminentes rajoyólogos) se produjo este martes entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, uno se atreve a elegir este doble enunciado: “Usted no puede seguir siendo presidente” y  “Usted no puede ser presidente”.

A partir de ahí podemos hilvanar unos cuantos apuntes sobre la moción de censura planteada por Podemos y sus posibles derivadas:

1.-  Se ha repetido hasta el hartazgo que en nuestro sistema parlamentario una moción de censura consiste casi exclusivamente en examinar a un candidato o candidata que aspira a sustituir al gobernante en ejercicio. Es una verdad a medias si no una mentira completa. Tanto el artículo 113.1 de la Constitución como el 175.1 del Reglamento del Congreso lo dejan bastante claro: “El Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción de una moción de censura”. Ninguna de las tres mociones de censura planteadas en el periodo democrático (por Felipe González contra Adolfo Suárez, por Hernández Mancha contra Felipe González y por Iglesias contra Rajoy) tenían posibilidades de tumbar al Ejecutivo. De modo que su objetivo (legítimo) era desgastarlo al poner todos los focos en la “responsabilidad política” de quien gobierna, bajo la suposición de que ese desgaste reforzaría a la vez el futuro político y electoral de quien presenta la moción. Lo inédito del caso actual es el hecho de que el aspirante es la tercera fuerza electoral, y no la segunda, que sería lo lógico en la aritmética parlamentaria. De ahí la permanente sospecha de que el objetivo real de Podemos era aprovechar la debilidad del PSOE para erigirse en primer espada de facto en la oposición.

2.- Ha sido Irene Montero la encargada de visibilizar la “responsabilidad política” del Gobierno del PP sobre una situación “insostenible”, y ha empleado para ello toda la munición disponible, que no era poca. Les ha dicho al PP y a Rajoy de todo y por su orden: “Han robado…”, “han convertido la corrupción en una forma de gobierno”, “actúan como si fueran impunes”, “quieren normalizar el saqueo de lo público”, “los jueces dicen de ustedes que son una organización criminal”, “tienen querencia a no pagar impuestos y a llevar dinero a paraísos fiscales”… y por ahí hasta dar la dirección postal del latrocinio: “La corrupción tiene sede, Génova 13” (calle y número de las oficinas centrales del PP registradas por la Policía en busca de discos duros destrozados a martillazos y reformadas con dinero negro). El simple listado que Montero ha leído de los casos judicializados que implican al PP debería sonrojar a dirigentes, militantes y votantes (de hecho su caída electoral desde 2011 tiene mucho que ver con eso) y justifica la conclusión que Podemos y su portavoz buscaban: “Hay que sacarlos ya del Ejecutivo”.  

3.- Mariano Rajoy ha roto los esquemas previstos por Podemos al intervenir inmediatamente después de Montero. Ni vicepresidenta ni ministros. El presidente ha “dado la cara”, pero no para responder a las acusaciones concretas, puesto que llevaba escrita de cabo a rabo su intervención. Lo que Rajoy quería, y en parte consiguió, es quitar la iniciativa a Iglesias incluso antes de que este empezara a hablar, dibujando la moción como una simple “farsa”, un “espectáculo mediático”, “una exageración extremada”… una vez más el caos frente a “la estabilidad” representada por el PP. Todo lo demás, ya se trate de financiación ilegal, cuentas en Suiza, sociedades en Panamá, contaminación de órganos judiciales… son “acusaciones falsas” y “calumnias”. Tirando del mismo manual de instrucciones usado tantas veces desde Cataluña por Jordi Pujol, se ha envuelto Rajoy en la bandera para calificar la moción de censura como un ataque a España (“nación ejemplar”) y a una recuperación económica en la que no tiene cabida contemplar los datos sobre precariedad laboral, desigualdad, pobreza infantil… para llegar a la conclusión que le interesaba transmitir: “España gana y ustedes pierden”.

4.- La sorpresiva intervención detalladamente preparada por Rajoy no ha variado los planes de Pablo Iglesias, cuyo discurso de casi tres horas no sólo pretendía conectar con el prime time de los telediarios sino también mostrar un perfil alejado de la pancarta y las tertulias para trasladar una imagen presidenciable e institucional. Su tono era tan moderado que incluso a veces chirriaba frente a la contundencia de algunos de los enunciados con los que ha retratado la España de “la trama”, de las puertas giratorias, de la extracción de recursos públicos para negocios privados de unas elites insaciables. Ese relato enriquecido por referencias históricas indiscutibles (como el régimen corrupto del turnismo de finales del siglo XIX y principios del XX) tenía a la vez el inconveniente de desviar los focos de la “responsabilidad política” del Gobierno actual para contemplar la historia (real) de un país en el que el capitalismo de amiguetes permanece floreciente a través de monarquías, regencias, repúblicas, dictaduras  y restauraciones. La duración del discurso, en un empeño de batir récords desde la tribuna digno de mejor causa, diluyó contenidos relevantes en lo propositivo (desde las once medidas contra la corrupción o de regeneración democrática a planteamientos sobre pensiones, salario mínimo o impuesto a la banca aplicados en Portugal por el gobierno de coalición de izquierdas que ahora toma como referencia Iglesias). Se coincida o no con su contenido, no se puede decir que no presentara Iglesias un programa de gobierno (mayormente ya conocido) y un modelo de España plurinacional que Rajoy desprecia pero que plantea soluciones políticas concretas más allá de la utilización de los tribunales como única opción frente a la hoja de ruta independentista.

5.- Esta moción de censura estaba ideada contemplando un PSOE gobernado por Susana Díaz, a quien Iglesias habría situado como tercera pata de la alianza PP- Ciudadanos, pero la victoria de Pedro Sánchez sin duda ha trastocado esa parte del discurso y la estrategia misma de oposición. Este martes Iglesias ha insistido hasta en cuatro ocasiones en ofrecer al PSOE un “entendimiento”, sin excluir la autocrítica: “Asumo los errores que pude cometer”, en referencia a la frustrada investidura de Sánchez el año pasado. La profunda desconfianza mutua entre PSOE y Podemos no se resolverá en unas semanas o meses, ni tampoco compitiendo por encabezar mociones de censura. Pero este martes Iglesias ha venido a asumir que sin ese “entendimiento” será casi imposible que se cumpla el mensaje final de su discurso: “Que la esperanza derrote al miedo”.

6.- Mariano Rajoy no se molestó en disimular que su respuesta al largo discurso de Iglesias también estaba previamente escrita y decidida, al margen de lo que propusiera o no el líder de Podemos. Tiró una vez más del sarcasmo y la ironía como aperitivo de una durísima crítica con la que quiso triturar a Iglesias, a quien calificó de “frívolo”, “sectario”, con un “estilo desabrochado” y una “moral de estropajo”. Total, un tipo “incapacitado para ser presidente del Gobierno”.  Con esos términos tan gruesos buscaba y consiguió Rajoy insuflar ánimos a sus propias tropas, que llegaban a este debate en una situación más que debilitada por los sucesivos escándalos de corrupción, el encarcelamiento de dirigentes defendidos hasta el penúltimo minuto, la dimisión forzada del Fiscal Jefe Anticorrupción con empresa en Panamá o el varapalo del propio Tribunal Constitucional que anula la amnistía fiscal de Montoro y Rajoy.

Los efectos políticos de una moción de censura no se perciben en cuestión de horas o días. Parece obvio que Rajoy ha preferido el cuerpo a cuerpo para reforzarse a sí mismo ante sus propias huestes en lugar de ningunear a Podemos como le aconsejaban algunos asesores o como hizo Cristina Cifuentes en la Asamblea de Madrid la semana anterior. En ese sentido Rajoy parece recobrar fuerzas en sus filas a pocas semanas de sentarse en el banquillo como testigo de la Gürtel. Que Pablo Iglesias salga fortalecido o tocado de una moción de censura que él mismo reconoció "enormemente arriesgada" dependerá no sólo de sus propios pasos sino de los que a partir de este fin de semana vaya dando Pedro Sánchez. 

Pocas veces se habrán escuchado en sede parlamentaria tantas y tan duras acusaciones contra un Gobierno en ejercicio, pero tampoco sería fácil encontrar a un presidente del Gobierno que se haya hecho el sordo con tanto desparpajo. Si hubiera que resumir el cuerpo a cuerpo que (contra pronóstico de eminentes rajoyólogos) se produjo este martes entre Pablo Iglesias y Mariano Rajoy, uno se atreve a elegir este doble enunciado: “Usted no puede seguir siendo presidente” y  “Usted no puede ser presidente”.

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