Federico Trillo deja de ser este viernes embajador en Londres, pero nunca dejará de personificar la doble condición que caracteriza al Gobierno del que formó parte bajo la presidencia de José María Aznar: la soberbia y la mentira. Dimite sin dimitir, bajo un eufemismo del lenguaje diplomático: “He pedido al Gobierno que ese relevo se produzca…” El Gobierno lo destituye sin destituirlo, accediendo a que él anuncie su “relevo” sin que ninguna de las dos partes establezca la menor relación con la infamia del Yak-42 y sin que nadie pronuncie la palabra clave: “perdón”. Casi catorce años después, el “relevo” de Trillo es un éxito indudable para las familias de las víctimas y para una ciudadanía escandalizada ante las ofensas recibidas. Pero conviene señalar algunos hechos para que el árbol de este relevo tardío y vergonzante no oculte el bosque de las responsabilidades aún pendientes de asumir.
1.- Hasta minutos antes del anuncio de Trillo desde Londres (sin admitir preguntas, por supuesto), la posición oficial del Ministerio de Exteriores era que sería sustituido como embajador dentro de “unas semanas o meses”, como uno más de los cambios pendientes en más de setenta sedes diplomáticas. El propio presidente, Mariano Rajoy, dijo al mediodía del jueves que el relevo estaba “en marcha sin fecha exacta”. Lo cual coincidía con la versión que el exministro de Defensa había dado tras conocerse el dictamen del Consejo de Estado.
2.- “En los últimos días he pedido al Gobierno que ese relevo se produzca cuanto antes”, afirma Trillo en su breve declaración, y añade algo relevante: “Para no interferir en la acción de gobierno, el relevo se producirá mañana” (por este viernes).
3.- ¿Qué había ocurrido en las últimas horas para precipitar lo que tanto el Gobierno como el aludido habían situado en un futuro incierto y sin relación con el Yak-42? Simplemente que Mariano Rajoy, en esa misma intervención al mediodía del jueves, afirmó: “Estoy de acuerdo en la posición que ha defendido la ministra”. Lo cual significa declarar su acuerdo con María Dolores de Cospedal en lo que ella misma trasladó a los familiares de las víctimas del Yak: que el Gobierno asume el dictamen unánime del Consejo de Estado donde se constata la negligente actuación de la Administración y se certifica que antes de la catástrofe se produjeron hechos que advertían del alto riesgo que suponía para las vidas de los soldados volar en aparatos como el Yakovlev ucraniano. La catástrofe pudo haberse evitado. La "acción de gobierno" en la que Trillo dice no querer interferir no es otra cosa que el giro que se ha producido en las posiciones sostenidas durante casi catorce años.
4.- La soberbia de Trillo toleraba mucho mejor la primera reacción de Rajoy, cuando despreció la trascendencia del informe del Consejo de Estado: “¿Ha sacado un dictamen sobre ESO? No lo he visto. Pero yo creo que ya está sustanciado judicialmente lo que había que sustanciar. Ocurrió hace muchísimos años”. “Eso”, nada menos que las causas que costaron las vidas de 62 militares, fue archivado en la vía penal (contra el criterio de la Fiscalía), pero a día de hoy nadie ha asumido públicamente la responsabilidad política de una gestión nefasta y negligente desde el Ministerio de Defensa.
5.- Trillo se vuelve a su plaza de letrado (dice que además como “decano”) del Consejo de Estado sin pedir siquiera perdón. Sin la menor referencia a “eso” que tanto les incomoda a él y a quien entonces ocupaba la vicepresidencia primera del Gobierno, Mariano Rajoy, que una vez más demuestra su incapacidad absoluta para destituir claramente a nadie, da igual que se trate de implicaciones por corrupción que por negligencia documentada. Como mucho emite señales que lleven al afectado a darse por aludido para tomar la puerta de salida por su propio pie y cuando estime “oportuno y conveniente”.
6.- ¿Y Aznar qué opina de esto? (se preguntaría el entrañable abuelito de aquel célebre anuncio del todoterreno). Desde que se conoció el dictamen del Consejo de Estado, adelantado por El País y publicado íntegramente por infoLibre, el expresidente del Gobierno ha protagonizado dos actos públicos. Tampoco ha admitido preguntas ni ha hecho la menor mención a “ESO” que le concierne absolutamente. ¿O acaso no tuvo Aznar nada que ver con la absoluta urgencia con la que se preparó un funeral de Estado para el que había que recuperar rápidamente los cadáveres esparcidos en aquella montaña turca? ¿No ha visto el señor Aznar los documentos del sumario del caso en los que altos mandos del Ejército describen la “sensibilidad política que se vivía respecto al conflicto iraquí…” y que condicionaba las actuaciones y “producía improvisaciones…”? ¿Tampoco se ha enterado Aznar de que esos mandos confirmaron por escrito las “limitaciones presupuestarias” que se justificaban por “otros gastos como el del Prestige, inundaciones y operaciones como Afganistán, Índico y Balcanes”? Mientras Aznar presumía del “milagro económico español”, él y su ministro racaneaban en las necesidades que reclamaban los militares para actuar allí donde había decidido el propio Aznar que tenían que acudir los soldados españoles, haciendo caso omiso a las manifestaciones multitudinarias que le reclamaban no participar.
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7.- Es evidente que Cospedal ha dado un giro a la política practicada hasta ahora por Aznar, Rajoy y Trillo sobre el Yak-42. Asumir el dictamen unánime del Consejo de Estado, pese a que lo mantuviera oculto desde octubre; recibir a los familiares de las víctimas (lo que no hicieron ni Trillo ni Morenés) y acudir a dar explicaciones al Congreso, aunque sea en Comisión y no ante el Pleno, son hechos que cabe calificar de positivos. Pero conviene esperar a comprobar en qué se traduce concretamente la comparecencia del próximo lunes y, sobre todo, la investigación prometida a las víctimas y encargada a un civil de su absoluta confianza, el subsecretario de Defensa Arturo Romaní, que fue su consejero de Hacienda en Castilla-La Mancha. Hay demasiados motivos para mantenerse en guardia, de modo que no se pretenda difuminar lo que expresa el dictamen del Consejo de Estado con artimañas que finalmente conduzcan a simples gestos políticamente interesados. (¿En qué se traduce eso de la "responsabilidad objetiva de la Administración"?)
8.- Las familias de las víctimas exigen que a estas alturas no se juegue más con su dolor. No aceptan disfraces para lo que debería ser una destitución oficial de Trillo como representante de España. Así lo han expresado más de 136.000 ciudadanos con sus firmas a través de infoLibre y change.org y así debería entenderlo el Gobierno si es sincero ese supuesto giro acerca de uno de los episodios más vergonzosos de la historia política y militar española.
En sus primeras declaraciones tras conocerse el dictamen del Consejo de Estado, Federico Trillo se permitió aconsejar a las familias de las víctimas: "... Es natural que se sientan afectados, pero creo que el perdón es bueno". No hace falta asistir a misa diaria para reivindicar las bondades del perdón. Tampoco para denunciar el simple cinismo. Porque la primera condición para ser perdonado es asumir la responsabilidad y solicitar indulgencia. No es el caso.
Federico Trillo deja de ser este viernes embajador en Londres, pero nunca dejará de personificar la doble condición que caracteriza al Gobierno del que formó parte bajo la presidencia de José María Aznar: la soberbia y la mentira. Dimite sin dimitir, bajo un eufemismo del lenguaje diplomático: “He pedido al Gobierno que ese relevo se produzca…” El Gobierno lo destituye sin destituirlo, accediendo a que él anuncie su “relevo” sin que ninguna de las dos partes establezca la menor relación con la infamia del Yak-42 y sin que nadie pronuncie la palabra clave: “perdón”. Casi catorce años después, el “relevo” de Trillo es un éxito indudable para las familias de las víctimas y para una ciudadanía escandalizada ante las ofensas recibidas. Pero conviene señalar algunos hechos para que el árbol de este relevo tardío y vergonzante no oculte el bosque de las responsabilidades aún pendientes de asumir.