Albert Rivera y Cristina Cifuentes firmaron un acuerdo de investidura en Madrid, cuyo punto 3 dice: "Separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica". Nadie les mandó, lo incluyeron ellos porque se presentan como adalides de la regeneración democrática.
En el punto 3 de su Compromiso por la Regeneración Democrática, Albert Rivera prometió: "Apartar de cualquier cargo público o de partido a todo representante que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica". Nadie le mandó, lo incluyó él porque se presenta como campeón de la nueva política.
Pues bien, Rivera y Cifuentes han decidido fumarse un puro con sus compromisos y sus acuerdos de investidura a las primeras de cambio. infoLibre ha desvelado probablemente el primer caso de un político que se ha inventado todo su currículo profesional–salvo el nombre quizá: aún es posible que César Zafra sea César Zafra–, pero Cifuentes y Rivera han preferido convertirse en encubridores del portavoz adjunto de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid antes que cumplir con lo prometido. ¿Les suena ese comportamiento?
Veamos.
1) César Zafra incluyó en su currículo un primer empleo, que describió en los siguientes términos: "Ha desarrollado su carrera profesional en una empresa de productos relacionados con el ocio digital".
Es mentira.
Después de que este periódico comprobase que ese dato era falso, Zafra admitió que en realidad nunca había trabajado en aquella empresa –que él identificó como ARS–, que se limitó a colaborar en dos presentaciones de videojuegos cuando era estudiante y que le pagaron "en producto". Es decir, que le regalaron unos videojuegos.
2) César Zafra incluyó en su currículo un segundo empleo, que describió con las siguientes palabras: "Asociado al despacho de abogados Martínez Aybar".
Es mentira.
Después de que infoLibre comprobase que ese dato era falso, Zafra confesó que en ese bufete había realizado trabajos "de apoyo" –quién sabe lo que significará eso en la neolengua de César–, pero que jamás había defendido a cliente alguno ni firmado un solo documento en calidad de abogado. Por esas labores "de apoyo", Zafra aseguró que Tomás Martínez Aybar le pagaba en negro pequeñas cantidades mensuales. [No consta que a estas alturas el supuesto pagador en negro lo haya negado].
3) César Zafra explicó el pasado viernes su trayectoria como presunto abogado de la siguiente forma: "Entré como pasante en 2010 y, a principios de 2012, me ofrecieron ser asociado junior del despacho Martínez Aybar y pasé a esa categoría. El bufete cerró en 2013".
El martes, afirmó que en realidad le habían ofrecido ser abogado asociado "a finales de 2013".
Así que es mentira que le ofrecieran ser "abogado asociado junior" a principios de 2012.
Pero, si le ofrecieron ese puesto a finales de 2013 y justo en esa fecha cerró el bufete, ¿cuándo desempeñó tales tareas? Nunca, terminó admitiendo. Y es que si jamás firmó un documento como "abogado" tampoco pudo ejercer de "abogado asociado junior", que es como llaman en algunos despachos a los letrados entre el primer y cuarto año de experiencia.
Así que es mentira que trabajase como abogado asociado junior. Ni en el bufete Martínez Aybar ni en ningún otro.
Pero hay más. Resulta que el despacho que –según César Zafra– había cerrado "a finales de 2013" víctima de la crisis sigue abierto en el centro de Madrid. Tan abierto como durante los últimos años, en los que ha sido el domicilio social de diversas sociedades administradas por Tomás Martínez Aybar.
Así que es mentira que la brillante carrera como jurista de César Zafra quedase cercenada por esa maldita crisis que tantos negocios se llevó por delante.
4) César Zafra ocultó, en la declaración de bienes que tuvo que presentar en la Asamblea, que había cobrado del partido en 2014. Primero afirmó que al tratarse de dos nóminas que estaban por debajo de 1.000 euros no había podido "introducir" los datos en el sistema. Y esa pintoresca versión la repitió en público, sin inmutarse, el propio Albert Rivera.
Es mentira. La declaración la rellenó a mano el diputado de C's. No hay ningún malvado sistema informático que impida a sus señorías madrileñas declarar la verdad.
Después, en un alarde de valentía, César Zafra culpó a unos servicios de la Asamblea no identificados. Esta fue su declaración literal a infoLibre: "Los servicios de aquí de la Asamblea fueron los primeros que me dijeron 'esto si quieres no lo pongas' y yo dije, 'bueno, tal y como está la cosa yo pongo absolutamente todo'. Yo, ya te digo, más claro no he podido ser".
Es mentira. Ningún funcionario de la Asamblea le recomienda a un diputado que oculte ingresos en su declaración. Y, si no, que César Zafra identifique a esa persona que incita a falsear documentos públicos.
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Hasta aquí la vida inventada de César Zafra. ¿Qué importancia tiene? Es difícil expresarlo mejor que este dirigente: "Ha habido casos de políticos que han falsificado la información sobre un máster o una licenciatura. Si un cargo miente ya en eso, puedes esperar que te engañe en todo. No es una persona transparente, su carta de presentación es una dudosa reputación". Son palabras de Fran Hervías, secretario de Organización de Ciudadanos.
César Zafra es probablemente el primer político que ha inventado todo su currículo profesional. Ninguno de los trabajos que dijo tener existieron más allá de su imaginación. A estas alturas aún es posible que César Zafra sea César Zafra, pero parece una verdad menor.
¿Por qué se agarran Rivera y Cifuentes, Cifuentes y Rivera, a una persona con esa "carta de presentación"? Ellos sabrán. Yo me limitaría a un ruego: hagan lo que les dé la gana, pero no le llamen regeneración. Falsifiquen los currículos, incumplan los acuerdos de investidura, ríanse de los compromisos adquiridos con sus votantes, pero no prostituyan el lenguaje.
Albert Rivera y Cristina Cifuentes firmaron un acuerdo de investidura en Madrid, cuyo punto 3 dice: "Separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica". Nadie les mandó, lo incluyeron ellos porque se presentan como adalides de la regeneración democrática.