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Begoña Gómez cambia de estrategia en un caso con mil frentes abiertos que se van desinflando

El Estado no protege por igual a todos los españoles

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Durante mucho tiempo, cierto centroizquierda político y mediático, el que, para entendernos, podríamos llamar felipista, sostuvo con jactancia que España estaba inmunizada frente al virus de la ultraderecha tras haber padecido cuarenta años de dictadura franquista. Era puro wishful thinking, una ilusión basada en la pereza intelectual y política. La ultraderecha franquista, postfranquista o neofranquista seguía existiendo, por supuesto, pero había encontrado disfraz y acomodo en el PP.

Cuando el viento global empezó a soplar a su favor en la pasada década, la ultraderecha celtibérica terminó saliendo del armario. Creó su propio partido, Vox, y, elección tras elección, comenzó a cosechar votos. Aun así, el mencionado centroizquierda ninguneó el fenómeno y prefirió dar la tabarra con el "gravísimo peligro" para la democracia española que suponían Pablo Iglesias y Podemos. Hasta Pedro Sánchez tildó despectivamente de "populista" a su ahora socio gubernamental, en lo que él mismo terminó calificando de equivocación.

El nacimiento del genuinamente nacional-populista Vox tuvo efectos inmediatos. Sus ideas tóxicas fueron "normalizadas" por nuestros mayoritariamente conservadores medios de comunicación; las direcciones madrileña y nacional del PP fueron adoptándolas con la naturalidad de quien, en el fondo, siempre ha pensado algo parecido. En cuanto al felipismo político y mediático coincidió con el "¡A por ellos!" en el asunto del reto soberanista catalán, y siguió hablando desde el más infantil de los deseos cuando se creyó la milonga de que Ciudadanos era liberal y rezó en voz alta por el milagro de que el PP regresara a "la centralidad".

Y así hemos llegado a lo de este verano. A la multiplicación de las agresiones físicas y verbales de raíz homófoba o xenófoba, incluidos los asesinatos de Samuel en A Coruña y Younes en Murcia. Sí, España todavía es uno de los países más tolerantes de Europa, pero cada vez menos, y esto es lo nuevo, tristemente es lo noticioso. Entre 2015 y 2019, el ministerio de Interior registró un aumento del 64,5% en los incidentes de odio contra el colectivo LGTBI, informaba este miércoles infoLibre. En un porcentaje semejante se han incrementado los ataques racistas y xenófobos. ¿Tendrá algo que ver todo esto con el blanqueo generalizado de la propaganda ultraderechista? Al magistrado Joaquim Bosch le parece que sí. En un tuit publicado anteayer vinculaba el aumento de los delitos de odio con la articulación de "un discurso público contra colectivos vulnerables".

Los matones se envalentonan cuando nadie les para los pies. Ocurrió con las camisas negras de Mussolini, las pardas de Hitler y las azules de Falange, y, como advirtió Primo Levy, si ocurrió una vez puede volver a ocurrir. Sin ir más lejos, el martes, y esta vez desde su cuenta oficial en Twitter, Vox señaló con nombre, apellidos y dirección al editor de la revista satírica El Jueves, y pidió a los suyos que le pidan "explicaciones" si se lo encuentran en la calle. Me parece recordar que por cosas de este tipo eran denostados, y hasta perseguidos, los simpatizantes de ETA, y con razón. ¿Hay que esperar a que El Jueves corra la misma suerte que El Papus y Charlie Hebdo para que alguien haga algo? Me temo que ni aun así.

Se va extendiendo por la piel de toro el sentimiento de que el Estado español, que presume de ser muy democrático, no protege a homosexuales, inmigrantes, mujeres libres y ciudadanos progresistas. O de que no lo hace, ni mucho menos, con la misma contundencia con que protege a los ultras. Bochornosa ha sido la sentencia de un tribunal de Madrid que afirma que, aunque los datos esgrimidos por Vox en un cartel electoral sean más falsos que un billete de quince euros, su veneno contra los inmigrantes irregulares menores de edad refleja "un evidente problema social y político". Igualmente bochornosa ha sido la brutalidad con la que actuaron los antidisturbios contra manifestantes madrileños indignados por el asesinato de Samuel.

Derecha envalentonada, PSOE acobardado, perroflautas al trullo

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El doble rasero de policía y jueces es notorio. No descubro América si afirmo que nuestra magistratura –en general y ya no digamos en su cúpula– es muy derechista, cuando no manifiestamente afín al PP y Vox. En cuanto a la Policía y la Guardia Civil, cualquiera que tenga amigos en su seno –tal es mi caso– está al corriente de que los ultras campan a sus anchas en comisarías y cuarteles, obligando a los funcionarios progresistas o meramente apolíticos a andarse con mucho cuidado a la hora de expresar sus opiniones. ¿No parece raro, por cierto, que la Policía científica no haya sido capaz de encontrar el rastro de las balas con que fueron amenazados Pablo Iglesias y el mismísimo ministro del Interior, Grande-Marlaska?

Soy un defensor de la libertad de expresión tan firme como Thomas Jefferson, pero siempre y cuando todos podamos ejercerla. Me resulta obsceno el contraste entre la benevolencia que nuestros jueces otorgan a los ultras que zahieren a los maricones, las feministas, los moros y los rojos de mierda y la dureza con que persiguen a raperos y tuiteros que, por ejemplo, satirizan a la monarquía. Iglesias tuvo que dejar la política después de que él y su familia sufrieran tanto el acoso impune de descerebrados ultras como una campaña de calumnias contra su partido fabricadas en las cloacas del Estado y difundidas por los medios de comunicación mayoritarios. Por su parte, Grande-Marlaska, que ya fue un juez derechista, está resultando ser un ministro del Interior acobardado. Ha sido penosa la prisa que se ha dado la parte socialista del Gobierno de coalición en aplaudir la violencia policial contra los que se manifestaban tras el asesinato de Samuel. Un aplauso incondicional que difiere de las razonables exigencias de Unidas Podemos y Más Madrid para que, al menos, se investigue el asunto.

Daniel Basteiro comparó este miércoles aquí mismo el clima de odio e intolerancia que se va extendiendo en España con el que condujo al golpe de Estado del 18 de julio y el asesinato de Lorca. Estoy muy de acuerdo con su aviso. Y hasta me pregunto si, puesto que el Estado no defiende a sus ciudadanos, a la mayoría de ellos a tenor de las dos elecciones legislativas celebradas en 2019, ¿tendrán estos que empezar a pensar en la autodefensa? Entretanto, las reinonas de las mañanas televisivas seguirán sacando en sus programas a los de Vox cual si fueran meritorios premios Nobel de Medicina. No los encuentran nacional-populistas, ultraderechistas o neofascistas, los presentan como gente simpática de "centroderecha" que habla de cosas muy interesantes.

Durante mucho tiempo, cierto centroizquierda político y mediático, el que, para entendernos, podríamos llamar felipista, sostuvo con jactancia que España estaba inmunizada frente al virus de la ultraderecha tras haber padecido cuarenta años de dictadura franquista. Era puro wishful thinking, una ilusión basada en la pereza intelectual y política. La ultraderecha franquista, postfranquista o neofranquista seguía existiendo, por supuesto, pero había encontrado disfraz y acomodo en el PP.

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