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Trump en España

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Va terminando el verano de 2018 y se me ocurren tres explicaciones a la diarrea verbal que ha aquejado a lo largo de esta temporada a los hermanos mellizos, casi gemelos, de la derecha carpetovetónica, Pablo Casado y Albert Rivera. La primera, la más sofisticada, es que han adoptado el estilo de Donald Trump: decir tantas mentiras y gilipolleces al día que las de jornadas anteriores quedan perdonadas. La segunda, la más compasiva, es que han abusado del alcohol, los estupefacientes o la exposición al sol sin protección para la cabeza. La tercera, que se me antoja la más realista, es que son tan tontos como parecen.

Casado, por ejemplo, nos propone que gritemos “¡Viva el rey!” cada vez que cobremos un dinerillo, nos atienda un médico o nos subamos a un autobús. ¿No sería más bien Felipe VI el que debiera gritar “¡Gracias, españoles!” cada vez que disfruta de su palacio, viaja en coche o avión oficial o se zampa unos percebes en un sarao? Que yo sepa, somos los contribuyentes los que le pagamos el sueldo, la vivienda, los viajes, las comidas y todo lo demás. A él y a su familia.

Por lo demás, no recuerdo muy bien cuando voté a favor de que Felipe de Borbón asumiera de modo vitalicio e irresponsable la jefatura del Estado español. Aunque como Casado tiene tantas licenciaturas y máster universitarios conseguidos con ímprobos esfuerzos, deseo darle crédito en este asunto. Supongo que cuando suelta el latiguillo ese de “la monarquía de la que todos nos hemos dotado” alude a un referéndum celebrado hace 40 años en el que esa cuestión formaba parte de un paquete global, en plan “o todo o nada”. Sí que recuerdo, en cambio, que “nada” significaba en aquel caso la persistencia de un régimen dictatorial. Y también que Adolfo Suarez –según le confesó a Victoria Prego, y esta ocultó durante décadas– sabía que la Corona peligraba de someter el asunto de la forma del Estado español, monárquica o republicana, a una consulta directa y explícita.

¿Y qué me dicen de Rivera quedándose tan campante después de soltar que la actual desaceleración de nuestra economía es culpa de su podemización? Me pregunto en qué España ha pasado Rivera el verano. En aquella en la que yo he vivido regían al 100% la política económica y fiscal elaborada por el PP y aprobada por Ciudadanos. Es decir, los Presupuestos de Rajoy, la amnistía fiscal de Montoro, la reforma laboral de Báñez, las ayudas a la banca de De Guindos, el impuesto al sol de Soria… En esa España persistían los recortes en Sanidad y Educación, los abusos de bancos y eléctricas, la angustia sobre el porvenir de las pensiones, el malvivir de los jóvenes con sueldos bajos, precariedad laboral y burbuja del alquiler…

Rivera ha conseguido este verano que seamos muchos los que pensemos que a su lado Casado hasta resulta sensato y moderado. Su campaña para liarla aún más en Cataluña, justo cuando aparecían algunos síntomas de distensión, ha sido de juzgado de guardia. Pero, en fin, que Rivera es un caudillo nacional-populista que vive de la guerra de las banderas es algo que ya sabíamos. Confieso, sin embargo, que no lo imaginaba tan cretino –si se lo cree– o tan embustero –si solo lo hace para salir en la tele– como para hablar de “podemización” de nuestra economía. Si algo ha caracterizado los primeros cien días de Pedro Sánchez en la Moncloa es justamente lo contrario, es la ausencia de medidas económicas y sociales concretas que alivien a la gente.

Casado y Rivera, tanto monta, monta tanto, auguran un otoño político caliente. No me extraña: cuando pierde el Gobierno, la derecha española, aunque conserve casi todos los demás poderes, se tira al monte. En su ADN está la convicción de que España, toda España, es suya y la tentación de matarla antes de consentir que salga con otro. De acuerdo, ustedes no pueden evitarlo, está en su naturaleza. ¿Pero puedo pedirles, por favor, que no insulten nuestra inteligencia con chorradas como las de este verano? O, bueno, que, si deciden seguir haciéndolo, intenten al menos presentarlo como algo “moderno”. Les regalo el argumento: “Nosotros es que somos muy de la nueva forma de hacer política de Donald Trump”. Divino, ¿no?

Va terminando el verano de 2018 y se me ocurren tres explicaciones a la diarrea verbal que ha aquejado a lo largo de esta temporada a los hermanos mellizos, casi gemelos, de la derecha carpetovetónica, Pablo Casado y Albert Rivera. La primera, la más sofisticada, es que han adoptado el estilo de Donald Trump: decir tantas mentiras y gilipolleces al día que las de jornadas anteriores quedan perdonadas. La segunda, la más compasiva, es que han abusado del alcohol, los estupefacientes o la exposición al sol sin protección para la cabeza. La tercera, que se me antoja la más realista, es que son tan tontos como parecen.

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