En un solo año, el líder de la oposición ha pasado de no ser presidente porque no ha querido, a creerse presidente del país por las mañanas y cruzado contra Sánchez por las tardes. Lo mismo vilipendia a España ante Europa que asegura amarla hasta la médula.
El trastorno de identidad disociativo o de personalidad múltiple se suele desencadenar por un hecho traumático. Tener ya pensado el consejo de ministros y darte cuenta de que has ganado las elecciones pero no vas a gobernar es un shock con la suficiente envergadura como para querer escapar de la realidad. Quizá una salida poco recomendable para un líder, pero muy comprensible ahora que la salud mental está en el centro del debate.
Hoy se cumple un año del fallido Debate de Investidura de Feijóo en el Congreso, al que se presentó agitando unos datos que no se ajustaban a la realidad: “Tengo a mi alcance los votos para ser presidente pero no acepto el precio”. Y tanto ensayó el discurso que acabó confundiendo sus deseos con la terca obviedad de que iba acompañado de un socio, Vox, que ponía los pelos de punta tanto a vascos como a catalanes. Desde entonces, el Feijóo presidente electo ha ido creciendo en su cerebro hasta ocupar más espacio cada día.
Este mes de septiembre se hizo fotos para una entrevista paseando entre árboles que recordaban a los jardines de La Moncloa. Solo le faltaba un perro al lado para lograr la misma instantánea que el auténtico presidente del Gobierno. Si todo presidente tiene su foto en los jardines, ¿por qué no iba a tener la suya Feijóo? El día anterior había corrido ya la famosa imagen con los presidentes autonómicos del PP en un palacete para bodas que simulaba las del Ejecutivo en la entrada del palacio presidencial. No se admitieron preguntas de los medios. Así que cuando en el patio del Congreso su portavoz aseguró a los periodistas que se quejaban que lo habían hecho porque Sánchez tampoco las admite cuando no quiere, quedó claro que a Feijóo no le disgustará tanto el presidente cuando le imita al detalle.
En un solo año, el líder de la oposición ha pasado de no ser presidente porque no ha querido, a creerse presidente del país por las mañanas y cruzado contra Sánchez por las tardes
Con la personalidad de presidente aumentada por las encuestas de opinión se fue a ver a Meloni hace unos días. Y se hizo otra foto para el álbum presidencial, al que acude cada vez que duda de quién es. Ambos se dan la mano como si él también fuera jefe de Estado. Detrás faltan las banderas que oficializan el encuentro pero hay una chimenea con una planta que asoma entre sus cabezas como un demogorgon al acecho.
En ocasiones, el perfil presidencial se torna kamikaze. Algo hace click y asoma una de sus personalidades. Se vuelve el enemigo de España número uno. Parafraseando a Cristóbal Montoro, “que se hunda España que ya la levantaremos nosotros”. En cada una de las visitas a Bruselas ha aprovechado para tirar por tierra los logros patrios, eso sí, con mala fortuna. Como cuando pretendió dinamitar el éxito de la ‘excepción ibérica’ —lo que bautizó como "timo ibérico"— sin enterarse de que a la vez Ursula von der Leyen estaba planteando extender la medida a toda la Unión Europea. O la de veces que ha tratado de que se congelen los Fondos Europeos que se transfieren a España, acusando de que no se ejecutaban o de que no se cumplían los requisitos.
También está la persona que va a salvarnos a todos del cataclismo. El caballero templario que lleva dentro se sube a su corcel y trata de acabar con todo lo que es un incordio para los poderosos, como por ejemplo la separación de poderes alentando a los jueces a hacer política, siempre que sea a su favor. Quienes le acusan de mentir o de contradecirse, están equivocados porque no tienen en cuenta todas las personas que habitan en su mente. No es fácil lidiar con tantas personalidades.
En un solo año, el líder de la oposición ha pasado de no ser presidente porque no ha querido, a creerse presidente del país por las mañanas y cruzado contra Sánchez por las tardes. Lo mismo vilipendia a España ante Europa que asegura amarla hasta la médula.