Desde la tramoya
La gran ocasión de Arrimadas

Las premisas son cinco:
Primera: Una mayoría muy amplia de los españoles se sitúan ideológicamente entre la izquierda y el centro-derecha. La derecha y la extrema derecha forman un bloque amplio, pero minoritario. Cuando Ciudadanos se situó en ese espacio se convirtió en un partido fuerte, que incluso llegó a ser el preferido en los sondeos electorales.
Segunda: Ciudadanos no compite bien en el terreno de la derecha, ahora ocupado por el Partido Popular y por Vox, en una carrera disparatada pero estratégicamente rentable por el relato de un patriotismo duro, ultraconservador y nacionalista. Cuando Ciudadanos ha querido pelear por ese terreno, pensando que podría arrebatarle la hegemonía al PP, se le ha castigado con severidad, provocando la dimisión de su líder nacional. En pocas palabras, no hay votos que rascar en la derecha, al menos en estos momentos.
Tercera: La tradición de Ciudadanos –en Cataluña primero y luego en el resto de España– es de corte centrista, moderado, progresista en lo social y lo moral, liberal en lo económico. Es cierto que como el resto de los partidos hermanos en Europa, tiene más dificultades que los conservadores, los socialdemócratas o la extrema izquierda para trasladar una narrativa coherente, pero esas dificultades se han ido disipando a lo largo de los años: los liberales son en este momento el tercer grupo en el Parlamento Europeo, gobiernan en Francia y en Holanda y son decisivos en muchos otros países.
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Cuarta: La hostilidad y la agresividad que muestran Pablo Casado y Santiago Abascal hacia el Gobierno en estos momentos de crisis sanitaria no son compartidas por la mayoría, que pide entendimiento y acuerdos. La propia Inés Arrimadas habrá notado –aunque Girauta se haya ofendido– la mejoría en su valoración pública al liderar el apoyo de su partido a la prórroga del Estado de Alarma. Sí, desde el punto de vista puramente electoral, a Casado y a Abascal puede resultarles inevitable (o incluso recomendable) atacar a Sánchez, porque hay un espacio grande que jamás votará a la izquierda, haga lo que haga. Pero, como dije, en ese espacio Ciudadanos no se maneja tan bien como el PP y Vox.
Y quinta: Casado podría haber hecho de Galicia, o incluso de Andalucía, el símbolo de su manera de gobernar, pero ha elegido Madrid. Y el desastre es ya evidente. Isabel Díaz Ayuso, que es a todas luces una política incapaz, está en vías de convertirse en una caricatura, como ya sucedió con Esperanza Aguirre o Cristina Cifuentes. En lugar de retroceder, Casado porfía en ponerla en la vanguardia de la política del PP, para disgusto de sus propios líderes territoriales, de sus cuadros más moderados y del socio de Gobierno regional, que resulta ser Ciudadanos. Plantear en un par de meses una moción de censura, a la que ya ha anunciado Más Madrid que se sumaría, sería un gesto contundente para mostrar que Ciudadanos se posiciona en la sensatez y la moderación. Claro que el PSOE tendría que ceder probablemente la presidencia de la Comunidad, pero es un precio muy razonable para mandar a la Oposición a la derecha que lleva décadas campando a sus anchas en la región.
En conclusión, Inés Arrimadas y su partido tienen una ocasión única ahora para resituarse en el centro que Albert Rivera y su Ejecutiva abandonaron por error hace algo más de un año, con los resultados conocidos. Un apoyo exigente al Gobierno en asuntos cruciales como la extensión del Estado de Alarma, la aprobación de los Presupuestos del Estado y un pacto para la reconstrucción del país, y una moción de censura en la Asamblea de Madrid que le daría la primera Presidencia de una comunidad autónoma, serían decisiones acertadas. Arrimadas no necesita coincidir para tomar esas decisiones ni con Unidas Podemos, ni con el PNV ni con los independentistas catalanes. Puede negociar individualmente con el PSOE (y con Más Madrid). Quizá de ese modo Ciudadanos pueda recuperar la relevancia. La alternativa es seguir desdibujándose.