Desde la tramoya
Posesión de armas, no tan mala idea
El último eructo de Vox ha sido sonoro: sugerir que debería legalizarse la posesión de armas en España. Ha sido su candidato a la Presidencia, Santiago Abascal, quien lo ha afirmado a una revista de armas, que no sabíamos que existía y existe. El disparate no es tan excéntrico.
Primero, nos tiene a todos comentando. Incluido yo ahora. Nuestro director, Jesús Maraña, ha dicho recientemente en la tele que le "ofende tener que entrar a hablar de cosas que están fuera del mapa político”, y que le gustaría “que empezáramos a abordarles para que nos hablaran sobre las pensiones, sobre el Estado de bienestar, sobre los parados...”. Joan Coscubiela le acompañó diciendo que era “partidario de darles menos audiencia, pero están aplicando la estrategia de Trump que lanza cualquier tipo de propuesta absolutamente fuera de cualquier situación democrática para atraer la atención de todos nosotros y que entre todos les hagamos la campaña... No les hagamos más publicidad”.
Tienen razón Maraña y Coscubiela, aunque su queja no tenga solución fácil. Porque, ¿cómo puede un periodista silenciar que Vox propone una iniciativa como esa?
La estrategia de Trump (aquí imitada por Vox), ha sido descrita muy bien por George Lakoff. Comienza con el framing anticipatorio, siendo el primero en lanzar una idea sorprendente y a menudo exagerada. Continúa con la distracción: ese asunto concentra la atención que podría destinarse a asuntos realmente importantes. Después se ataca al mensajero, los medios mentirosos que no han tomado la noticia como correcta, y que alteran “la verdad”, que es la que se procuraba con la propuesta. Lakoff lo llama deformación (deflection). La pauta termina con el globo sonda es decir, el mero test del estado de la opinión pública, que pronto tiene que tomar posición sobre el asunto.
La idea de permitir a los españoles que posean armas, por tanto, no es mala desde el punto de vista estratégico, porque hace al país bailar al son de la música que pone Vox.
Pero, además, nos equivocamos si pensamos que Vox está buscando solo la legalización de la posesión generalizada de las armas. Para ellos, como para cualquier partido político que se enfrenta a unas elecciones, lo relevante no son las propuestas, sino los fundamentos morales que esas propuestas evocan.
Tal como los líderes de Vox han expresado, el tema es “la legítima defensa”. Y lo ejemplifican con dos casos aún en los tribunales y que los ultraderechistas manejan falazmente. Uno, el de un anciano condenado inicialmente a dos años por matar a un ladrón que entró en su casa. Es falaz porque el juicio fue anulado. Y otro, el caso de un policía que disparó a cuatro asaltantes que entraron en su domicilio. Según el policía, lo hizo solo para defenderse. Pero según los asaltantes, el policía estaba implicado en tráfico de drogas y les debía 15.000 euros. El asunto está siendo juzgado ahora mismo. Nueva falacia, por tanto.
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De manera que, utilizando casos falsos o medias verdades, Vox suscita un asunto sobre el que cualquiera puede hablar: la legítima defensa. Aunque nuestro Código Penal ya establezca que en legítima defensa uno queda eximido de responsabilidad.
Exagerando –y mintiendo– sobre el asunto, Vox se presenta como quiere que le perciban: el partido del orden y la fuerza. Son esas emociones las que quiere suscitar, no sólo el debate sobre una propuesta concreta.
Y lo logra sin duda. Nos ofende que así sea, pero es así. Nos parece un disparate, y lo es. En España, como en toda Europa, estamos orgullosos de que nuestra gente no tenga armas, y que las pocas que hay las tengan los policías, los miltares o los cazadores. Estamos orgullosos y con seguridad no hay una mayoría de ciudadanos y ciudadanas que deseen andar con una pistola. Pero Vox sabe que, al mismo tiempo, mucha gente compra el discurso de la dureza en la persecución del crimen, y el castigo severo a los malhechores. Esa es su apuesta, y funciona. Tristemente funciona.