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¿Qué es un rey para ti?

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Si ya tienes una edad, recordarás que el título de este artículo es el de un concurso escolar que convocaba La Zarzuela para que los púberes de la época nos deshiciéramos en loas hacia Juan Carlos I. Vía poema, redacción, dibujo o, incluso, la sublimación de las manualidades de los ochenta: el mural en cartulina tocha. También es cierto que sé de su existencia por la pieza anual que le dedicaba el telediario, porque a mi colegio nunca vino nadie a invitarnos a participar en el bukkake festejo regio. La chavalada que salía en la tele recibiendo nerviosa un diploma y unas palmaditas reales en la cabeza, me recordaba, más bien, a la que veía entrar en el cole de al lado.

El verano de la pandemia se llevó por delante a Juan Carlos primero, a Cayetana después y a Messi en mitad de la última ola de calor y la segunda del virus. Los tres dejaron un tremendo hueco en sus respectivas aficiones; Juan Carlos y Lionel dejaron otro aún más difícil de tapar en la Agencia Tributaria. A Cayetana le dio Pablo Casado la carta de libertad sin que ella se la pidiese, pero se duda de su marcha a otro club. Si fichase por Vox y Messi por el City, podríamos decir que los tres acabaron en clubes-estado.

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La huida del argentino prometía una noche intensa en El Chiringuito. “Nunca hay que tomar las decisiones en caliente”, aconsejaba Josep Pedrerol mirando a cámara, música chill out de fondo, a las dos y pico de la mañana, las cuatro y pico en los Emiratos Arabes Unidos, país que está a punto de dejar de ser monárquico para abrazar el juancarlismo. “Messi, ¡quédate!”, imploraba, trágico, Josep, que a lo mejor no es del Barça pero es messista.

El lema del republicano canallita no se hereda. No se oye decir “Yo no soy monárquico, soy felipistafelipista”, tal vez porque Felipe VI no nos representa. Sería un buen rey para Dinamarca, donde se valora bien poco la campechanía y él y su familia encajarían a nivel estético, pero aquí queremos tiros errados, amantes suicidas, yernos corruptos, elefantes en la habitación, nietos a la altura de su apellido, abuelas despechadas, burofaxes, ruedas de prensa de hora y media a la puerta del Congreso… Un rey está en entredicho en cuanto empieza a aburrir. O nos dais movidas palaciegas, o la República.

Como ya no está bien visto ser juancarlista nos cambiaron el mantra: “La monarquía actual es la que mejor representa los valores republicanos”. Atiende. Las monarquías republicanas y los vampiros esiten. Y las repúblicas monárquicas, claro. La Italia de Berlusconi, los Estados Unidos de Trump o el Madrid de Ayuso representan bastante bien los valores monárquicos, que al final se resumen en uno: “Haré un poco lo que me salga del toto”. Eso es un rey para mí. No sé si aún existe el concurso, pero me gustaría participar.

Si ya tienes una edad, recordarás que el título de este artículo es el de un concurso escolar que convocaba La Zarzuela para que los púberes de la época nos deshiciéramos en loas hacia Juan Carlos I. Vía poema, redacción, dibujo o, incluso, la sublimación de las manualidades de los ochenta: el mural en cartulina tocha. También es cierto que sé de su existencia por la pieza anual que le dedicaba el telediario, porque a mi colegio nunca vino nadie a invitarnos a participar en el bukkake festejo regio. La chavalada que salía en la tele recibiendo nerviosa un diploma y unas palmaditas reales en la cabeza, me recordaba, más bien, a la que veía entrar en el cole de al lado.

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