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Noche muy (muy) vieja en las televisiones

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Solo hace unas horas del inicio de 2023, aunque viendo los programas de las televisiones de la pasada noche y madrugada podría haber sido 2013, 2003, e incluso de los últimos años del pasado siglo. Galas musicales repetitivas, campanadas llenas de tópicos buenos deseos, trufados de publicidades varias y autopromociones, alegrías impostadas ensayadas una y otra vez, y, tras las uvas, programas calcados de pasadas Nocheviejas. Solo la ausencia de José Luis Moreno certificó que estábamos a punto de cumplir el primer cuarto del siglo XXI.

Y es que la actual televisión en España es así. Repetitiva, sin espacio para la imaginación, recluida en "lo que se ha hecho siempre", y consagrada a cubrir horas y horas de programación. Hace ya décadas en que los responsables de las grandes cadenas tienen asumido que son horas en que la pantalla solo es un fondo de imagen y sonido, que enmarca, pero no protagoniza, las reuniones familiares de los que se quedan en casa, y ahí aparece otro condicionante esencial: en esta noche no se programa para jóvenes, que huyen hacia celebraciones más acordes con sus circunstancias vitales en cuanto pueden. Como mucho, aguantan hasta las campanadas y las uvas, antes de dejar frente a la pantalla solos a mayores, muy mayores y niños. 

Con todo, hay unos minutos que sí concitan la atención. Se suelen producir poco después de las once y media de la noche, cuando se da paso al previo de las campanadas, y tiene dos puntos clave: el primero con el saludo de los presentadores, cuya presencia y atuendo da paso a conversaciones de aprobación o repulsa; el segundo —y este sí es seguido en silencio— al borde de las doce mientras nos explican por enésima vez lo del carillón, los cuartos y los tres segundos entre tañido y tañido; después felicitaciones para todo el mundo y paso a los programas especiales. 

La actual televisión en España es repetitiva, sin espacio para la imaginación, recluida en "lo que se ha hecho siempre", y consagrada a cubrir horas y horas de programación. Y la Nochevieja no es una excepción

Por antigüedad, empezamos con TVE, que este sábado, después de mucho tiempo, prescindió de Anne Igartiburu, sustituida por Los Morancos para acompañar a Ana Obregón. En teoría, ella se encargaba de poner la emoción con llamadas solidarias, deseos altruistas y referencias a los que ya no están. “Yo llevo una cosa muy bonita que me han cosido dentro, no lo puedo enseñar. Llevo a mi niño aquí en el corazón”, dijo en referencia a su hijo fallecido hace dos años y medio- Ellos debían poner el humor pero, tras tantos años de exposición televisiva, apenas consiguieron despertar alguna que otra sonrisa entre los espectadores. A favor de TVE, apenas hubo interrupciones, salvo un bloque de promociones de futuros programas. Reinó en los planos generales de una Puerta del Sol afeada por las obras en curso y limitando el aforo a 7.500 personas.

Lo de Antena 3 fue otra cosa, desde el principio hasta cada una de las campanadas señaladas por botellines de cerveza, demostró a las claras que se trata de una televisión comercial: anuncios desde el set, paso a spot publicitarios, saludos de los personajes más populares de la cadena en dos bloques... La cosa chirriaba mucho al entremezclarse entre los llamamientos altruistas de una Cristina Pedroche embutida en una tienda de campaña de las habitualmente utilizadas por ACNUR, llena de mensajes ilegibles de refugiados acogidos en España: “Abramos los brazos, tendamos puentes, seamos abrigos, desde la convivencia, el diálogo y la humanidad. Apostemos por la solidaridad, la empatía y el amor, os deseo a todas y a todos, muchísima paz y muchísimo amor en este 2023”, decía, mientras Alberto Chicote la ayudaba a desprenderse del envoltorio para mostrar su cuerpo cubierto por una larga falda de tul semitransparente y lo que dijo era una paloma blanca para cubrir el pecho. A tenor de las reacciones en redes sociales el efecto fue muy inferior al del año pasado, en el que durante esos minutos arrebató la primacía a TVE.

Mientras, en laSexta, Cristina Pardo y Dani Mateo gozaban de un tiempo más reducido para ofrecer el humor y la ironía ausentes en su cadena mayor. Cumplieron su papel, a pesar de los intentos fallidos de Dani —embutido en unos de los llamativos atuendos de Freddy Mercury— para que el público de la plaza coreara los gritos de su imitado líder musical.  

Por su parte, Mediaset, a través de Telecinco y Cuatro, optó un año más por abandonar la Puerta del Sol y trasladarse en esta ocasión al parque Mágicas Navidades en Torrejón de Ardoz. Mariló Montero y Risto Mejide, rodeados por unas decenas de curiosos, mostraron un plano general desangelado, que hubo de centrarse en su presencia, rodeados de figuras de hielo que pretendían simbolizar algunos de los males del 2022, y que fueron demolidas a martillazos, con el concurso de Antonio Castelo y Virginia Riezu. El experimento resultó tan frío como el original decorado, y los parlamentos, entremezclados con la publicidad, resultaron inanes. 

Habrá que ver los resultados de las audiencias este lunes, pero Ibai Llanos, al frente de su canal de Twitch, apostó por recuperar, fuera del marco televisivo, a dos figuras incontestables de las nocheviejas de muchos años. Ramón García, ahora líder con su programa en Castilla-La Mancha Televisión, y Anne Igartiburu, que se vio obligada en el espacio de mediodía Corazón de ese mismo día a promocionar las campanadas que, por primera vez en mucho tiempo, no iba a protagonizar. Ambos dieron la impresión de sentirse liberados de la solemnidad de la cadena estatal y mostraron una espontaneidad poco acostumbrada.  

El resto de la noche y madrugada merecen poca reseña con la excepción de TVE. Como ya hemos informado en infoLibre, la emisora pública realiza, a imitación del pasado 2021, una de sus apuestas principales en la programación navideña. Este sábado, y a modo de prólogo de los especiales posteriores, incluyó en los telediarios su particular resumen del año, encarnado en cada ocasión por una figura de la cultura. En 2022 fue Luis Tosar y de su mano y su voz pudimos rememorar los principales acontecimientos del año que terminaba. Con la dirección, por cuarto año consecutivo, de Carlos del Amor, y realización de Antonio Casado, se nos ofrecieron marcos, imágenes y palabras que, lejos del resumen al uso, conformaron un relato original y veraz de los hechos, capaz de mostrar la realidad en toda su crudeza, pero con una mirada preñada de emoción, que se traslada al espectador, consciente de que nada de lo que se muestra es ajeno a él mismo. No hay asepsia, tampoco interpretación sesgada, pero logra involucrarnos de una manera personal. 

Cada vez son más los espectadores que huyen a este oasis dentro de la programación televisiva, tal y como demuestran los miles de comentarios en redes sociales

Tras el excelente preludio, a eso de las diez y media, apareció, una vez más, José Mota, un José Mota en estado puro, esto es, evidenciando un trabajo de meses de preparación para recrear cada personaje, cada uno de los episodios que representa, cada una de las situaciones en que se enmarcan. Humor, sí, pero inspirado en un quehacer profesional, que mima cada detalle, sin concesiones a prisas o improvisaciones. 

Queda para el final La 2, esa cadena tan poco valorada por las audiencias masivas, pero plena de espacios interesantes. En esta Nochevieja volvió, una vez más y ya son once, Cachitos, un programa donde la música enlatada es tan solo una excusa para disfrutar de unos rótulos llenos de ironía, saber y humor iconoclasta. En definitiva un programa inteligente en el mar de mediocridad que forman el resto de cadenas. Por fortuna , cada vez son más los espectadores que huyen a este oasis dentro de la programación televisiva, tal y como demuestran los miles de comentarios en redes sociales. 

Solo hace unas horas del inicio de 2023, aunque viendo los programas de las televisiones de la pasada noche y madrugada podría haber sido 2013, 2003, e incluso de los últimos años del pasado siglo. Galas musicales repetitivas, campanadas llenas de tópicos buenos deseos, trufados de publicidades varias y autopromociones, alegrías impostadas ensayadas una y otra vez, y, tras las uvas, programas calcados de pasadas Nocheviejas. Solo la ausencia de José Luis Moreno certificó que estábamos a punto de cumplir el primer cuarto del siglo XXI.

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