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La duda de los votantes de Mélenchon o el principio del fin del mal menor

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Europa mira a Francia conteniendo el aliento ante lo que puede pasar el próximo domingo, tanto por el resultado en sí, como por las repercusiones que puedan darse en otros países —por ejemplo el nuestro— y lo que tendrá de indicador de un estado de ánimo llamado a transcender en la escena política europea.

Tras el conocido resultado de la primera cita con las urnas, ahora los análisis se centran, como corresponde a un sistema mayoritario a doble vuelta, en ver cómo se reagruparán los electores en torno a cada uno de los candidatos y cuántos optarán por la abstención. Si el único eje que dividiera la sociedad francesa fuera el ideológico, cabría pensar que desde Los Republicanos hacia su izquierda todo iría para Macron, y de ahí a la derecha para Le Pen. Sin embargo, desde la elección de Trump y el Brexit sabemos que las cosas no son tan sencillas y que a ese eje hay que sumarle otros muchos, y en especial uno altamente significativo: el de la indignación con el sistema. En Francia esto se empezó a ver ya en las elecciones de 2017, cuando el PS se vino abajo y fue el preludio del fin de los grandes partidos tradicionales, tal como ha ocurrido esta vez con los republicanos.

Desde la elección de Trump y el 'Brexit' sabemos que las cosas no son tan sencillas y que a ese eje ideológico hay que sumarle otros muchos, y en especial uno altamente significativo: el de la indignación con el sistema

Ahora, tal fenómeno se podrá observar con nitidez en la decisión que tomen los votantes de Mélenchon en el domingo definitivo. Según los últimos datos de Ipsos, el 76% de los votantes de Zemmour, el 21% de Pécresse y el 16% de Mélenchon votarán a Le Pen en la segunda vuelta.  El 59% de Jadot, el 55% de Pécresse y el 33% de Mélenchon, optarán por Macron. La gran duda es qué harán el 51% de votantes de Mélenchon cuya adscripción aún es una incógnita.

Algunas pistas tenemos ya. Este fin de semana se ha conocido el resultado de la consulta hecha en la plataforma de quienes apoyan a Mélenchon. Más de 310.000 votantes han sido preguntados sobre tres opciones: votar a Macron, votar en blanco o nulo, o abstenerse. El resultado (aquí más info): de 215.292 votos emitidos, el 37,65% se decantan por el voto blanco o nulo; el 33,4% apuestan por votar a Macron y el 29% por la abstención. Es decir, el 62,4% de los participantes en la plataforma de apoyo a Mélenchon tienen un nivel de indignación y cabreo suficiente como para no movilizarse intentando impedir la posibilidad de que gobierne la extrema derecha. Es cierto que los citados 310.00 integrantes de la plataforma de Mélenchon no son todos sus votantes, y que ambos grupos, el de la militancia más comprometida y el de la totalidad de los electores de un partido, pueden tener comportamientos distintos a la hora de decidir y emitir sus respectivos sufragios; pero también en ese terreno vemos que, según los distintos estudios que se van conociendo, entre un 18% y un 30% de los votantes de Mélenchon irán a depositar su papeleta por Le Pen. Hace cinco años fueron ya aproximadamente un 13%.

Para entender qué está pasando, merece la pena rescatar algunos párrafos de la carta que Mélenchon escribió a sus seguidores para convocar la consulta:

“Durante la campaña, expliqué suficientemente cómo esta oposición entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen no estaba a la altura de los problemas del país, especialmente ante la emergencia ecológica y social. ¡Los dos están tan a menudo de acuerdo! Por ejemplo, seguir congelando el salario mínimo, dejar de lado la especulación de precios o negarse a volver a jubilarse a los 60 años. Tampoco tiene en cuenta la reciente advertencia del IPCC sobre el cambio climático ni las que se están acumulando sobre la energía nuclear.

Sin embargo, los dos no son equivalentes. Marine Le Pen suma al proyecto de abuso social que comparte con Emmanuel Macron un peligroso fermento de exclusión étnica y religiosa. Un pueblo puede ser destruido por este tipo de división. Todos sabemos que no es igual a ningún otro mal. Admito que mi evaluación aquí es tanto moral y filosófica como política. Por eso dije y repito que ni una voz debe ir al candidato de extrema derecha. Eso me parece ser suficiente aviso público.

Pero ir más allá sería abusar de la confianza que has depositado en mí. Por lo tanto, no daré otras "instrucciones", ni a usted ni a los 7,7 millones de votantes del Futuro en Común. No tengo el mandato”.

Si los pronósticos no fallan, Macron volverá a ser reelegido, pero se va estrechando el margen conforme aumenta la indignación con el sistema hasta el punto de que la extrema derecha deja de generar miedo y repulsa. Estamos, de confirmarse estos datos, ante el principio del fin de ese factor habitual a la hora de decidir el voto, que ha sido optar por el mal menor. Las consecuencias son obvias: entramos, también en política, en terreno desconocido.

Europa mira a Francia conteniendo el aliento ante lo que puede pasar el próximo domingo, tanto por el resultado en sí, como por las repercusiones que puedan darse en otros países —por ejemplo el nuestro— y lo que tendrá de indicador de un estado de ánimo llamado a transcender en la escena política europea.

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