Hace dos décadas millones de siluetas de buitre salpicaban los cielos de India, Pakistán y Nepal. Hoy son poco más de 11.000. Murieron envenenados por un fármaco que alivia el dolor al ganado. Mata a estas rapaces cuando se alimentan de sus cadáveres. El medicamento llegó a España hace tres años. Los conservacionistas advirtieron del desastre que se cernía sobre las carroñeras. Nadie hizo caso. El último recuento eleva a hasta 6.000 los buitres intoxicados hasta la muerte cada año.
La molécula matabuitres se llama diclofenaco. En marzo de 2013 se autorizó su uso para animales en España con la aprobación de dos nuevos medicamentos –Diclovet y Dolofenac– que incluyen este compuesto. Una muy mala idea teniendo en cuenta que la Península Ibérica es el hogar de casi todas las carroñeras de Europa. Aquí vive el 94% de la población de buitre leonado, el 98% de la de buitre negro, el 82% de alimoches y el 66% de quebrantahuesos. Los 6000 buitres muertos en un año suponen un declive poblacional de hasta el 7,7%, una cantidad bastante menos optimista que la que los 40 individuos al año que predijo la Agencia española del Medicamento.
Los buitres son una pieza clave del ecosistema. En cuestión de horas detectan y devoran cadáveres. De esta forma impiden la diseminación de enfermedades infecciosas. Además, contribuyen a reducir los gastos derivados de la gestión de las reses y cerdos muertos de la ganadería extensiva. Los buitres consumen al año cerca de 8.000 toneladas de carroña en España. Esto evita la emisión de 180.000 toneladas de CO2 a la atmósfera y ahorra millones de euros en combustible para la recogida, transporte e incineración de los cadáveres.
En Asia el fármaco casi acaba con el buitre de espalda blanca, el buitre picofino y el buitre bengalí. Su declive comenzó en la década de los noventa. Las rapaces aparecían muertas con un grave fallo renal que les producía una acumulación mortal de ácido úrico en la sangre.
Tras la muerte de los buitres, los cadáveres de ganado quedaron a merced de los perros y las ratas, que empezaron a proliferar. Así se dispararon los casos de rabia y leptospirosis. Los costes sanitarios derivados de esta falta de buitres en India ascendieron a unos 34.000 millones de dólares en catorce años.
Ante el devastador panorama los conservacionistas investigaron hasta dar con la causa en 2004. El diclofenaco mataba a los buitres a las pocas horas tras ingerir una cantidad mínima a través de la carne de los animales muertos. Una vez identificada la causa de la muerte masiva de buitres, un equipo de investigadores de Reino Unido desarrolló una alternativa: el meloxicam. Con la aparición de este nuevo fármaco, en 2006 el Gobierno indio, que había desoído hasta entonces las peticiones prohibición del diclofenaco, frenó su fabricación. Todo parecía arreglado y que el buitre no volvería a toparse con el diclofenaco cuando comiera, pero no ha sido así. El meloxicam es cinco veces más caro y para ahorrar los ganaderos siguen usando el diclofenaco para humanos de manera ilegal. Ahora el fármaco matabuitres está en España y empieza a cortar las alas de las carroñeras españolas.
Hace dos décadas millones de siluetas de buitre salpicaban los cielos de India, Pakistán y Nepal. Hoy son poco más de 11.000. Murieron envenenados por un fármaco que alivia el dolor al ganado. Mata a estas rapaces cuando se alimentan de sus cadáveres. El medicamento llegó a España hace tres años. Los conservacionistas advirtieron del desastre que se cernía sobre las carroñeras. Nadie hizo caso. El último recuento eleva a hasta 6.000 los buitres intoxicados hasta la muerte cada año.