... Que "cambia munditos"

Si nos pillan charlando con alguien y tiramos de lugar común: “aquí, arreglando el mundo”, lo hacemos con ese tono irónico que siempre entiende el de enfrente. Si algo sabemos todos, aunque a veces juguemos a olvidarlo, es que el mundo no tiene arreglo

En los últimos días, dos personas con las que he coincidido en ámbitos diferentes me han sugerido de formas distintas, eso que muchos tenemos más que claro: lo más realista es conformarse con mejorar esos pequeñísimos espacios en los que tenemos “poder”, nuestro corral

Primero fue una de las libreras de Muga. Esta librería lleva abierta veintitantos años en Vallecas, uno de los barrios más populares de Madrid y goza de buena salud. Me contaba Rita cómo había triunfado la idea de un club de lectura que, para su sorpresa, concita muchos más cuerpos y almas lectoras de lo que habían proyectado. 

Me hablaba de jornadas de cuentacuentos para público infantil y otras actividades del universo editorial. Y cuando le felicité y comenté que hoy resulta casi revolucionario lograr mantener vivo un negocio que empieza a pertenecer a otro tiempo, dijo con convicción: “Tratamos de mejorar nuestra parcela. Si todos hacemos lo mismo…”.

El pasado viernes, en Innova Bilbao, un evento sobre innovación tecnológica organizado por El Correo, José Luis Casal, financiero y asesor de empresas en innovación, estrategia y transformación digital, utilizó la expresión “cambiar munditos”. Lo hizo como colofón de luz a una ponencia en la que había descrito, con toda crudeza, el oscuro “carajal” sobre el que está apoyado nuestro mundo: las tensiones geopolíticas, el cambio climático, la innovación tecnológica que agita el suelo que pisamos… Sí, produce cierto vértigo asomarse a mirar el futuro desde un presente cimentado en la incertidumbre.   

“Cambiar munditos”, “mejorar nuestra parcela”, formas discretas de hacer lo posible, transformar lo que está en nuestra mano. Y si lo hacemos todos, muchas parcelas juntas acabarán formando calles, las calles manzanas y las manzanas barrios

Y con los “munditos”, Casal parecía referirse a algo similar a aquello a lo que aludía Rita, mejorar los espacios a nuestro alcance. Dos escenarios tan diferentes, una librería de barrio y la innovación tecnológica empresarial y una misma receta: ordenar nuestra habitación. 

“Que el mundo fue y será una porquería” está tatuado en el tango que escribió Enrique Santos Discépolo en 1934. Para ese momento, la existencia humana ya llevaba un buen trecho vivido y lo que le quedaba, ni siquiera había empezado la icónica Segunda Guerra Mundial. 

Ni es nuevo el pesimismo, ni lo son el derrotismo, el optimismo o el realismo. Lo único nuevo es cada minuto que estrenamos que, como sabemos, se desintegra a los 60 segundos exactos. Pero es lo único que tenemos, o pasamos la fregona, ponemos cuatro flores y unos visillos pintones, o aquí no hay quien viva.

“Cambiar munditos”, “mejorar nuestra parcela”, formas discretas de hacer lo posible, transformar lo que está en nuestra mano. Y si lo hacemos todos, como apuntaba Rita, muchas parcelas juntas acabarán formando calles, las calles manzanas y las manzanas barrios. 

El mundo fue y será una porquería es una molesta realidad, pero es también la frase de una canción preciosa. Así es el ecosistema en el que sufrimos y disfrutamos de la vida, una mezcla equilibrada de inmundicia y belleza.

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