"¡Desconecta!". No sé cuántas veces habré escuchado y habrá salido de mi boca ese imperativo en el último mes. Es la recomendación que muchas personas nos intercambiamos al irnos vacaciones y tiene tintes de consejo amistoso, de buenos deseos. Es lo que quiere para ti quien te quiere bien: que desenchufes, que te distancies de los problemas, que te despreocupes de las preocupaciones.
Pero ya sabemos que cuando eres adulta hecha y derecha, aunque seas tan afortunada como para parar unos días, desligarte del todo es difícil y en ciertas etapas, imposible. Así que me conformé con hacer la desconexión más fácil, esa que solo necesita un click: desinstalé de mi teléfono móvil la red social de Elon Musk y oye, qué paz interior, tal calma no la he conseguido ni con horas de escucha de cuencos tibetanos…
Sentí tanto alivio al eliminar la tentación de pasar de vez en cuando por X para estar al tanto de lo que se cuece –oficio obliga–, que decidí dosificar el resto de conexiones digitales, no encendí el ordenador salvo para enviaros mis Agostezos. Y ya de paso, reduje también las visitas a las fuentes analógicas, poca prensa, poca tele, poca radio.
Septiembre puede ser un buen momento para anuncios catastróficos, pero es también tiempo de inicios…
Han sido días de estar en la parra. En la parra, literalmente, que he vendimiado tintilla y palomino… Días de comer azofaifas, probar el pan que mi amiga hace con huevos de sus gallinas y patatas del huerto, leer sin mirar el reloj, ver a mi perra revolcarse en la arena de la playa o ir a comprar a la plaza. Como dice mi querido Juan Herrera: "eso no se puede mejorar".
Pero lo malo de lo bueno es que tiene fin. De pronto, se transforma en recuerdo el espejismo de esa vida libre que no es la tuya, la que no tiene horario, esa en la que tienes tiempo para lijar la mesa antigua que te regaló un amigo y un ratillo para contar cuántas picaduras de tus haters, los mosquitos, llevas en cada pierna. Y vuelves a tu realidad… Nada más reconectar, repasando titulares, te encuentras con esto: "China quiere parar un meteorito que amenaza la Tierra con 23 cohetes gigantes".
Ojo, que esa no es la noticia que más miedo da de todas las leídas, la reconexión es traumática por donde la mires. De repente, no sé si por supervivencia emocional, me viene a la cabeza una conversación veraniega. Durante una cena de agosto, alguien habló del medicamento creado por científicos japoneses que podría regenerar los dientes y que este mes, un año después del ensayo exitoso con animales, van a probar en humanos. Entonces caigo en la cuenta de que septiembre puede ser un buen momento para anuncios catastróficos, pero es también tiempo de inicios…
"¡Desconecta!". No sé cuántas veces habré escuchado y habrá salido de mi boca ese imperativo en el último mes. Es la recomendación que muchas personas nos intercambiamos al irnos vacaciones y tiene tintes de consejo amistoso, de buenos deseos. Es lo que quiere para ti quien te quiere bien: que desenchufes, que te distancies de los problemas, que te despreocupes de las preocupaciones.