El domingo termina la Semana Santa con la Resurrección para la fe católica y la vuelta al curro para quienes han tenido la suerte de vacacionar. Me cuento entre esas personas privilegiadas que han hecho una parada larga en estos días. Que viva el descanso, al cielo con él.
Abril es un mes precioso que en mi casa, sin embargo, duele por los cuatro costados. En este tiempo de renacer primaveral se nos fueron personas clave, una de ellas mucho antes de lo que tocaba por calendario vital. Y, sin embargo, no reniego de abril, de las flores, de esa otra luz que llega con los días más largos, de las torrijas, de mi encuentro con amigos, de mis pasos.
Hace doce años planté una parte de mi corazón en Jerez de la Frontera. Llegué allí por amor, el de mis amigos Juan y Pepa que, generosamente, me abrieron las puertas de su casa y las de un universo fascinante. En todo este tiempo, al esqueje le han salido otros brotes, más amigos, más experiencias que se van transformando en recuerdos, más vínculo con este lugar, más querencia por mis pasos.
Mi Semana Santa jerezana es cada vez distinta, pero siempre hay algo que se repite, que da identidad a mis días aquí: el miércoles santo, hay que ver salir al Prendi, sí o sí. “El Prendi” es el paso del Prendimiento y esa confianza con la que en el barrio flamenco de Santiago le llaman por el diminutivo, implica una familiaridad que es seña de identidad de lo que aquí sucede.
Porque el vínculo del barrio con su paso trasciende lo religioso. Lo que simboliza es algo mucho más profundo y transversal, de arraigo con la familia, de recuerdos de infancia, de historias de amigos. Y es también una mirada hacia dentro, un recorrido con la memoria del camino vital de cada quien.
Esto lo entiende cualquiera que venga aquí con los ojos bien abiertos y libres de prejuicios. Yo lo vi desde fuera, recién llegada y ahora lo siento y ese paso ya es mi Prendi también. Tan mío que aparece en mi tercera novela. Es una ligazón fuerte con personas con las que he vivido, aprendido, compartido, reído y llorado en estos años. Y con otras que van incorporándose a este recorrido vital. Un vínculo del mundo simbólico con el emocional, un sentimiento de pertenencia a un clan familiar, de esa otra familia que una elige.
No sé si como cada año, habrá habido algo de crítica a la Semana Santa en ese código superficial de tirarse los pasos y los tronos a la cara, desde dos orillas opuestas
No sé si como cada año, habrá habido algo de crítica a la Semana Santa en ese código superficial de tirarse los pasos y los tronos a la cara, desde dos orillas opuestas. No lo sé porque me lo he perdido a conciencia. Confieso que he desconectado del todo de la “actualidad”.
Actualidad es eso que hacemos desde los medios, contar lo que está pasando desde miradas distintas. Pero “lo que está pasando” es mucho más amplio y más profundo que ese resumen que etiquetamos en un concepto tan vacuo como “actualidad”. Y mientras nos empleamos en esto, nos perdemos mucha vida y muchas vidas.
Jamás desaparece lo que nunca parte de José Mercé.
El domingo termina la Semana Santa con la Resurrección para la fe católica y la vuelta al curro para quienes han tenido la suerte de vacacionar. Me cuento entre esas personas privilegiadas que han hecho una parada larga en estos días. Que viva el descanso, al cielo con él.