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Gibraltar, ¿está el enemigo?

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 Gibraltar, ¿está el enemigo?

A mi abuelo Marcel, que vivió gran parte de su vida en Inglaterra y tenía pasaporte británico, le gustaba provocar: "Os devolveremos Gibraltar cuando entreguéis Ceuta y Melilla a Marruecos". Mi padre, ex militar y franquista, se salía de sus casillas. Ahora, muchos años después, es el Gobierno de Mariano Rajoy el que se ha salido de sus casillas.

Demasiadas pistas en el lugar del crimen: agosto, crisis económica, una ciudadanía enfadada y el embrollo Gürtel-Bárcenas ardiendo sin control bajo los pies del PP. Esto se llama cortina de humo.

¿Son Gibraltar, Ceuta y Melilla casos diferentes? Ceuta y Melilla forman parte de España desde hace más de 500 años, fueron producto de una conquista, no de una cesión. Entonces no existía el Reino de Marruecos; en el caso de Gibraltar sí existía España.

Las poblaciones autóctonas de las dos ciudades norteafricanas son predominantemente cristianas, por decirlo de alguna manera; la mayoría de los habitantes de origen magrebí prefieren tener la nacionalidad española antes que la marroquí. Sucede también con los gibraltareños: mejor británicos que españoles. Una cuestión de calidad de vida, de oportunidades. En la Roca, por ejemplo, no hay desempleo.

Las tensiones que ahora se exhiben como una afrenta no son nuevas, sino recurrentes, como demuestran estas imágenes del Parlamento británico. Son de octubre de 2012: mismo lenguaje, diferente calendario.

El enemigo exterior, la pérfida Albión, el contubernio masónico, el prietas las filas, siempre funciona. Alienta el nacionalismo: un virus durmiente que habita en la mayoría de los humanos y que exige poca agitación y nula inteligencia: salta solo, basta con un poco de manipulación.

En los últimos días los Gobiernos español y británico han rivalizado en el tono de sus declaraciones. Todos actúan para sus propias opiniones públicas. Sobre todo, Boris Johnson, el ambicioso alcalde de Londres que siempre anda moviéndole la silla a su compañero de partido conservador, el primer ministro David Cameron. Este, que tampoco vive sus mejores tiempos políticos, ha tenido el mejor gesto teatral de la mini crisis: enviar a una flotilla de la Royal Navy. La imagen conecta con el subconsciente colectivo, cuando Margaret Thatcher mandó a los suyos a recuperar Las Malvinas en los años ochenta.

Un grupo de personas despide a la fragata HMS Westmister en Portsmouth. | FACUNDO ARRIZABALAGA

Además de los juegos de artificio, las bravatas de machos alfa, el problema de fondo es viejo; en junio se cumplieron 300 años del Tratado de Utrecht. Si en tres siglos no ha funcionado la política del "Gibraltar español" quizá sea el momento de explorar alternativas racionales y eficaces, y sobre todo, realistas.

El dictador Franco agitó Gibraltar, primero como bandera, al final como coletilla. En una de las crisis ordenó en 1969 el cierre de la verja sine die (no se abrió hasta 1982). Desde ese gesto España no solo perdió el Peñón, el puerto y demás, también perdió a los gibraltareños. La generación que hoy dirige el Peñón creció en el aislamiento. Con la verja cerrada se perdió el idioma, ganó el inglés.

Reconquistar las mentes y corazones de los gibraltareños es imposible. Quedaba la esperanza de la UE, de la frontera común, de la OTAN. Pero ahí sigue esa linde física, mental y política, como metáfora de que en la UE no todo está tan unido como reluce. Y más ahora, en tiempos de crisis, de egoísmo.

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La base naval, el motivo de la querencia británica por Gibraltar, ha perdido importancia estratégica desde la II Guerra Mundial con el avance de la tecnología, pero sigue siendo una llave de oro en la puerta del Estrecho, uno de los lugares más concurridos del mundo.

La política de zambomba y peineta del ministro García-Margallo atenta contra miles de españoles que cruzan a diario la verja: pensionistas que van a cobrar su pensión, niños que estudian en un colegio bilingüe, trabajadores de ida y vuelta, ciudadanos... El ministro de la marca España ha hundido la marca España. Se argumenta como afrenta el caso de los pescadores. ¿Son los mismos a los que España impide faenar en la Bahía de Algeciras? Se acusa a Gibraltar de contaminación cuando España también es un actor contaminante.

Gibraltar funciona para los que la viven a diario; para los gibraltareños, para Altadis y para Cepsa; también para los gaditanos, los británicos y los contrabandistas. Hay un dicho local que sostiene que el inglés se quedará mientras se quede el mono de la Roca. Hace años la BBC cerró uno de sus reportajes con esta frase y un mono sentado en segundo plano. Fue decirla y el simio se levantó y se fue.

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