Sostiene el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que las gestiones realizadas por su colega de Gobierno Luis de Guindos en favor de Francisco Granados fueron “una conversación entre particulares”. Comparte Catalá, eso sí, la “absoluta indignación” proclamada por Pablo Casado, flamante portavoz del Partido Popular, ante los detalles que se van conociendo del sumario de la trama Púnica.
Por enésima vez da toda la impresión de que el Gobierno y el partido que lo apoya con mayoría absoluta pretenden abusar de la paciencia de cualquier ciudadano informado, hasta el punto de ignorar responsabilidad alguna en el escándalo y a la vez declararse máximos perjudicados.
Sería risible la cuestión si no se tratara de ofender nuevamente la inteligencia de los votantes a pocos meses de las generales. Así que procede recoger unas breves consideraciones:
1.- Los “particulares” a los que se refiere el ministro Catalá son nada menos que Luis de Guindos, responsable de Economía, y Francisco Granados, exsecretario general del PP de Madrid, exvicepresidente del Gobierno de Esperanza Aguirre y exsenador hoy encarcelado e imputado por corrupción y por evasión fiscal.
2.- La “conversación” se produjo el 8 de julio de 2014, es decir, casi cinco meses después de que Granados tuviera que dimitir como senador y entregar el carné del PP al conocerse que tenía una cuenta secreta en Suiza.
3.- Como suele ocurrir entre los presuntos corruptos ligados al PP, dios aprieta pero no ahoga, de modo que Francisco Granados seguía trabajando tan ricamente en esa fecha para el banco Sociéte Générale, haciendo mayormente lo mismo que hacía en la trama Púnica: utilizar su agenda de contactos y amistades políticas de alto nivel para hacer negocios.
4.- La citada “conversación entre particulares” (en palabras de Catalá) no trata de lo que puede tratar una llamada entre amigos (“¿cómo están los chicos?”, “¿qué tal va la enfermedad de tu cuñada?” y ese tipo de cosas). La conversación consiste en que Granados necesita un interlocutor para intentar que la entidad privada para la que trabaja consiga sacar tajada de la privatización de AENA que estaba en marcha en esa fecha. Y Guindos, máximo responsable de Economía, le da gustosamente a Granados el contacto del secretario general del Tesoro, Íñigo Fernández de Mesa, y además se compromete a avisar al susodicho de que recibirá esa llamada.
5.- Ni siquiera tiene que molestarse Granados en llamar. Al día siguiente, es el propio Fernández de Mesa quien llama a Granados para confirmarle que el ministro le ha encargado el contacto y para indicarle los pasos a dar con el fin de coordinar una reunión con su jefe de gabinete para estudiar el asunto.
6.- Dos días después de conocerse la existencia de estas gestiones y que esa conversación figura en el sumario del caso Púnica, el ministerio de Economía hace pública una nota oficial en la que justifica la gestión de De Guindos en que Granados era “representante de Sociéte Générale y dado el interés de la entidad en la privatización de AENA”. Según el ministro, lo que hizo con Granados fue lo mismo que hizo con “otras llamadas o acercamientos similares” relacionados con esa privatización. Y recuerda, para eliminar cualquier sospecha sobre su actuación, el hecho de que Société Générale no participó finalmente en el proceso de privatización, cuya coordinación fue encargada a otros bancos españoles y extranjeros.
7.- Ni Guindos ni Catalá parecen querer entender que la gestión perpetrada es inadmisible al margen de su resultado. Que un miembro del Gobierno no puede ponerse al teléfono y realizar gestiones para un individuo implicado en casos de corrupción y con cuenta secreta en Suiza, aunque este trabajara para el mismísimo papa de Roma.
8.- La facilidad con la que De Guindos atiende en su móvil a Granados y la rapidez con la que gestiona su petición sólo se explican por la costumbre de colocar el amiguismo, el clientelismo y el “hoy por ti, mañana por mí” por encima de las obligaciones institucionales y la responsabilidad política.
Ver másGuindos asegura que su conversación con Granados no se tradujo en actuaciones “incorrectas” del Ministerio de Economía
9.- De ética mejor ni hablamos (o escribimos). Sonaría a pitorreo la proclamación de “indignación” del PP realizada por su portavoz Pablo Casado si no fuera porque ya es costumbre, táctica o estrategia asentada en la dirigencia del partido declararse principal víctima de todo lo ocurrido en su seno: Matas, la Gürtel, Bárcenas, la Púnica y lo que venga. Practican con mucha menos gracia el cinismo del entrañable capitán Renault de Casablanca: “¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!”.
y 10.- Por último, tampoco se explica la gestión de De Guindos ni la reacción de Catalá sin tener en cuenta que el Gobierno sigue presidido por Mariano Rajoy, autor de aquellos SMS deseando ánimo y fortaleza a Luis Bárcenas dos días después de conocerse también sus cuentas suizas.
En cualquier democracia de las llamadas “homologables” el ministro de Economía habría tenido que dimitir al cuarto de hora de conocerse esa “conversación”. Pero es que esas democracias no habrían tolerado previamente unos cuantos disparates más. Aquí los modos democráticos siguen siendo, desgraciadamente, muy "particulares".
Sostiene el ministro de Justicia, Rafael Catalá, que las gestiones realizadas por su colega de Gobierno Luis de Guindos en favor de Francisco Granados fueron “una conversación entre particulares”. Comparte Catalá, eso sí, la “absoluta indignación” proclamada por Pablo Casado, flamante portavoz del Partido Popular, ante los detalles que se van conociendo del sumario de la trama Púnica.