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La impunidad

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Me explica un amigo que el problema de la democracia española es una cuestión de dialectología, una forma de pronunciar las palabras. En una campaña de Twitter en favor de la igualdad, alguien dio en el clavo y escribió: no da igual. Esa es, en efecto, nuestra situación, llevada al extremo por la descarada manera del Gobierno del PP a la hora de pronunciar la palabra igualdad. El deseo democrático de igualdad ha desembocado en el igual da de los impunes. Digo llevada al extremo por el PP porque la enfermedad afecta a otras latitudes. Pero en cualquier caso, conviene delimitar de forma urgente dónde está hoy el principal foco de infección. Necesitamos aislarlo.

Tal vez nos pesen demasiado la etimología y la historia. La democracia española tiene como pecado original una ley de amnistía que funcionó en realidad como ley de punto final o de impunidad en favor de los crímenes del franquismo. En España se dio un golpe de Estado, se provocó una Guerra Civil, se vendió el país a los nazis y los fascistas, se instauró la dictadura más cruel durante años y, luego, se aceptó que las tácticas democráticas eran el olvido y la impunidad de los criminales. ¿Es usted hededero del dictador? Igual da. ¿Sus negocios y sus bancos representan la economía de la dictadura? Igual da. ¿Ha sido usted cabeza visible de un régimen sangriento? Igual da. ¿Mataron a su madre, o a su padre, y lo enterraron en una cuneta? Igual nos da, usted se aguanta, no tiene derecho a la verdad y la reparación.

Pero volviendo de la dialectología de nuestra democracia, preciso es denunciar que la situación llega a un descaro extremo por lo que se refiere al machismo, el mundo laboral, la banca, la corrupción y las normas electorales. Lo que hoy se vende como política sensata de Estado no es más que la complicidad con un sistema de bandidos que se dedica a la libre extorsión. Es preocupante que las últimas campañas de intoxicación política estén encaminadas a confundir la simple decencia cívica con una ola antisistema y populista enemiga peligrosa del orden instaurado por una Santa Transición.

Los cómplices de la realidad actual, los que se niegan a una transformación de raíz de la marca España, son los que realmente se han acomodado al extremismo del igual da para cancelar la aspiración democrática de la Igualdad. Así están las cosas.

Usted es alcalde de Valladolid, usted vuelve a llover sobre mojado, usted desprecia los esfuerzos de la sociedad para combatir el machismo y la violencia de género, usted afirma que tiene miedo de entrar con una mujer en un ascensor por si a ella se le ocurre romperse el sostén y simular una violación, usted llena de basura las siglas de un partido y el nombre de una ciudad... Y qué más da.

Usted empobrece a la sociedad, usted liquida los servicios públicos, usted dinamita la educación y la enseñanza pública, usted cambia la Constitución para limitar las inversiones del Estado en el bienestar de la gente, usted destina todo el dinero ahorrado a pagar la deuda de los malos negocios de la banca, usted financia, de forma multimillonaria y con dinero público, una reestructuración de las cajas de ahorro en favor de tres banqueros de élite... Y qué más da.

Usted cobra comisiones jugosas en dinero negro, usted roba y tiene cuentas en Suiza, usted contrata a tesoreros como un mafioso contrata a un contable, usted utiliza la política como forma directa o en diferido de enrequecimiento personal, usted convive con los sobres y los sobresueldos, usted deja un cargo y pasa a un consejo de administración de una empresa agraciada por sus decisiones de Gobierno... Y qué más da.

Usted aniquila los derechos y la dignidad del mundo laboral, usted impone la libertad de explotación con contratos basura, usted acaba con las conquistas de la lucha obrera, usted le devuelve a las élites de siempre los privilegios a los que habían tenido que renunciar para pasar de su dictadura a su democracia, usted dice que salir de la crisis supone crear puestos de trabajo temporales parecidos a los viejos acuerdos del caciquismo en las plazas de los pueblos... Y qué más da.

Usted teme perder unas elecciones y decide cambiar las reglas, usted intenta mover la ley como un ladrón mueve su linterna, usted hace su especial pronunciamiento institucional o su golpe de Estado, usted trata a los ciudadanos como imbéciles afirmando que se pretende enriquecer la democracia y la participación... Y qué más da.

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La democracia española necesita pasar del igual da a la igualdad. Para eso es conveniente atemorizar a las élites, no hay otra salida. Las élites deben asustarse de las consecuencias de sus comportamientos avariciosos y desmedidos. Los demócratas, los que hemos renunciado a la violencia y al tiro a la nuca de los pistoleros, necesitamos utilizar el debate político y las urnas como medios de presión.

En el debate político, resulta necesario recuperar el pudor público como raíz de una legitimidad republicana. El PSOE tiene una buena posibilidad de atemorizar al PP y paralizar este golpe de Estado de la reforma electoral si decide, ante tan descarada impunidad, regresar a sus orígenes republicanos. Sería una buena respuesta. Decir en su postura ante la forma de Estado: hasta aquí hemos llegado. ¿Es una ocurrencia mía?

Bueno, pues por lo que se refiere a las urnas, la izquierda no englobada en el PSOE sólo puede dar miedo si asume como asunto prioritario la creación de plataformas de unidad: ese frente amplio y cívico que acabe con el igual da y que trabaje por la igualdad.

Me explica un amigo que el problema de la democracia española es una cuestión de dialectología, una forma de pronunciar las palabras. En una campaña de Twitter en favor de la igualdad, alguien dio en el clavo y escribió: no da igual. Esa es, en efecto, nuestra situación, llevada al extremo por la descarada manera del Gobierno del PP a la hora de pronunciar la palabra igualdad. El deseo democrático de igualdad ha desembocado en el igual da de los impunes. Digo llevada al extremo por el PP porque la enfermedad afecta a otras latitudes. Pero en cualquier caso, conviene delimitar de forma urgente dónde está hoy el principal foco de infección. Necesitamos aislarlo.

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