La semana que empezó con Susana Díaz anunciando que no será candidata a la Secretaría General del PSOE termina con el paso en sentido contrario de Eduardo Madina: al frente, dispuesto a la carrera. Ya está la parrilla completa: Madina, Sánchez, Pérez Tapias y Sotillos. En un mes ya sabremos cuál de ellos sucederá a Rubalcaba, en quién los militantes habrán puesto su fé y su esperanza.
Todo es nuevo, desde el tiempo hasta la forma de elección; lo es incluso la aventura electoral de los propios candidatos como alternativa, salvo Pedro Sánchez, que a la tercera busca la vencida.
El congreso extraordinario de julio no tiene capacidad para definir un programa electoral, su misión es la renovación de la cúpula directiva, pero la carrera por la secretaría general nos va a ir anticipando la senda de resurrección que tiene pensada cada uno de los candidatos. Algo de por dónde puede ir el PSOE se supone que habremos de empezar a ver.
Bueno será, porque hasta ahora lo único que nos ha llegado a los ciudadanos es la legítima ambición política de un puñado de militantes socialistas convencidos de poder tirar del carro para sacarlo del atasco y engrasarlo.
Uno, que jamás ha aspirado a fino analista político, pero que tiene el impagable privilegio y el placer de poder contar lo que piensa como observador, contempla con inquietud cómo en la crisis del partido socialista parecían cobrar más valor las personas que los programas, los candidatos que su compromiso de futuro.
Parece que eso se cierra ya, y que ahora empezará una carrera en la que tendrán que retratarse no sólo ante la militancia, sino frente a una ciudadanía que tiene el legítimo derecho a exigir a un partido que ha gobernado y espera volver a hacerlo, claridad, compromiso y, sobre todo, alternativas a una situación insostenible.
Habrá que seguir la carrera con atención. Eso sí, he de reconocer que hasta el momento ninguno de los cuatro candidatos ha mostrado la astucia política ni la capacidad de liderazgo que la candidata que no fue.
Ellos se postularon y ahora empiezan a correr, pero el gesto más relevante desde el punto de vista de la confianza y la credibilidad lo ha dado precisamente Susana Díaz. El político cercano e inteligente, el líder capaz de motivar y comprometer sale de quienes son capaces de demostrar que controlan la situación, no se dejan influir, conocen su territorio y toman las decisiones más acertadas para el presente pero, sobre todo, el futuro. Y se me antoja que la presidenta andaluza ha demostrado que tiene esa cualidad de liderazgo inteligente sin moverse un milímetro. Precisamente porque no se ha movido un milímetro. Ni barones ni ambiciones ni cálculo de posibilidades: ha hecho lo que para la ciudadanía, que es a quien se debe, era lo más sensato y en estos tiempos más inusual: mantener la palabra dada y el compromiso con los millones de personas hacia quienes se supone que ha de dirigir su gestión y su carrera.
No digo que los demás no tengan esa capacidad, pero hasta el día de hoy quien lo ha demostrado ha sido únicamente Susana Diaz.
Empieza la carrera en el PSOE, pero uno intuye que la mejor candidata se ha quedado fuera por esta vez.
La semana que empezó con Susana Díaz anunciando que no será candidata a la Secretaría General del PSOE termina con el paso en sentido contrario de Eduardo Madina: al frente, dispuesto a la carrera. Ya está la parrilla completa: Madina, Sánchez, Pérez Tapias y Sotillos. En un mes ya sabremos cuál de ellos sucederá a Rubalcaba, en quién los militantes habrán puesto su fé y su esperanza.