Un pirómano en el polvorín

21

El periodismo de calidad y los adjetivos no se llevan bien, restan aire a los textos, dificultan que el lector saque sus conclusiones. Escribir o hablar de Donald Trump es un ejercicio complicado porque su exageración provoca respuestas desmedidas en los demás. En la infodemia del fake news y los bulos abundan los adjetivos. La amenaza de Trump de desplegar el Ejército en las ciudades para acabar con las protestas por la vía rápida no puede llevarnos a afirmar que EEUU ha dejado de ser una democracia o que Trump se ha erigido en dictador. Es cierto que hay un tipo de adjetivos premonitorios capaces de adelantarse a la realidad. Les recuerdo que esto es un artículo de opinión, no una noticia que demanda hechos desnudos. Me gustan los análisis anglosajones que aportan datos y contextos que ayudan a pensar y sacar conclusiones.

1) En EEUU conviven el Primer y el Tercer Mundo. La separación entre ambos es una calle: por una avenida fluye el lujo y la riqueza, y en la paralela están los sin techo, los nadie. Es un país rico repleto de pobres. El código postal determina la vida de un niño: su nivel educativo, las amistades y las oportunidades laborales. Hay excepciones que permiten sostener el ideal del sueño americano. Hoy es una mera plataforma publicitaria, no una realidad. No quedan sueños que alcanzar a través del trabajo duro y honesto. Solo están disponibles las pesadillas. En la raíz de las protestas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía de Minnesota está la pobreza desesperanzada y la imposibilidad de escapar de ella. Es un sistema injusto gobernado por el dinero a espuertas. Un negro o un hispano tienen tres veces más posibilidades de ir a la cárcel que un blanco. Ser negro es motivo congénito de sospecha. Los latinos son sinónimo de migrantes ilegales.

2) EEUU sigue siendo un país racista. La esclavitud formó parte de su yo nacional, fue la causa de una guerra civil. Cuando los blancos celebramos el centenario del voto femenino siempre se nos olvida que es una efeméride blanca. Las mujeres negras de EEUU tuvieron que esperar hasta la aprobación de los Derechos Civiles en 1964, y la consiguiente Ley de Derecho al Voto del año siguiente. Al reconocimiento formal del derecho de voto se impuso la realidad de la pobreza, la marginación y el analfabetismo. Las herederas de Rosa Parks pueden compartir hoy autobús y metro con los blancos, pero se mantiene un apartheid económico, educacional y social. La población afroamericana se mueve por unos rieles diferenciados de la población rica. Les recomiendo el documental Enmienda XIII.

3) La policía es en su mayoría blanca y racista. Hay ejemplos de abnegación. Estos días hemos visto numerosos agentes con la rodilla en el suelo. Ese gesto empático de solidaridad anuló el sentimiento de violencia e hizo llorar a los manifestantes. El caso de George Floyd no es una desgraciada excepción, es la norma. Sucedía con Barack Obama y Bill Clinton. La diferencia es que entonces, los presidentes trabajaban para aplacar las tensiones. Hoy tenemos un tipo de presidente narcisista e irresponsable que las alienta desde sus tuits incendiarios y sus amenazas guerreras. Si el coronavirus es culpa de China; la violencia en EEUU es culpa de antifascistas, a los que quiere declarar organización terrorista. Trump es “míster pointing man”. Siempre hay un responsable que no es él.

4) Trump está nervioso. Las encuestas apuntan a una derrota en noviembre, pese a que faltan cinco meses menos un día. Un estudio de Oxford Economics predice que el presidente no superará el 35% en el voto popular y los 210 compromisarios frente a los 328 de Joe Biden. Es decir, que perderá. Siete Estados que suman 95 compromisarios pasarán de los republicanos a los demócratas: Iowa, Ohio, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Misuri y Carolina del Norte. Hay otros pronósticos que sugieren un crecimiento económico espectacular en el tercer trimestre, un efecto rebote provisional antes de que la crisis se presente de verdad. Ese crecimiento se conocería un mes antes de las elecciones. Es su gran baza, además de que aparezca algo que pueda “venderse” como vacuna, y declarar que la “guerra ha terminado”.

5) La victoria demócrata depende más de que Trump siga empeñado en perder las elecciones que en sus méritos. Biden no ilusiona. La clave será el nombre de su vicepresidenta. Será una mujer y posiblemente de color: Kamala Harris o Stacy Abrams. Ambas son de primera división.

6) La gestión de Trump del coronavirus ha sido desastrosa. Lo saben hasta los republicanos que temen perder la presidencia y el control de las dos cámaras del Congreso. Una segunda ola del covid-19, sea anticipada por una mala desescalada o las protestas, o por la naturaleza del virus en otoño sería la puntilla para unas elecciones presenciales. Esto que parece un mal escenario sería perfecto para el presidente.

7) En caso de segunda ola pandémica el voto presencial se vería reducido. La alternativa es el voto adelantado, cada vez más utilizado (permite votar unos días antes), el voto por correo y el voto ausente que, en caso de emergencia, y el covid lo sería, se permite un voto por correo fuera del plazo. Trump está en guerra contra todo tipo de voto por correo. Lo considera un caballo de Troya de la manipulación. Lo que hace es prepararse el terreno comunicativo para denunciar en la noche del 3 de noviembre que le han robado las elecciones. Hay un comodín en el que trabaja el fiscal general, William Burr, que actúa como abogado del presidente en contra de la tradición del cargo: la declaración del estado de emergencia. Esta es una opción que está en la mesa hoy y lo estará en noviembre.

8) El presidente no puede aplazar las elecciones. Una ley federal de 1845 establece la fecha, “el primer martes después del primer lunes de noviembre” del año bisiesto. Para modificar la fecha necesita una mayoría en el Congreso que no tiene. Más difícil aún es modificar la fecha de la toma de posesión, el 20 enero de 2021 a las 12 del mediodía. Es el instante en el que termina su mandato y el del vicepresidente, según indica la Constitución. Seguir es imposible, salvo golpe de Estado.

9) Trump no va a aceptar su derrota. Denunciará una conspiración mundial de los medios, los demócratas, los chinos, los antifascistas y de quien se le ocurra en ese momento. Hace cuatro años ganó las elecciones a Hillary Clinton y denunció que se las habían robado en California y otros lugares. No soportó haber perdido en el voto popular pese a que ganó la presidencia en el colegio electoral. Denunciará irregularidades en los Estados clave para forzar que entre en juego el Tribunal Supremo, dominado por los conservadores. Podrían ordenar la repetición de las elecciones en algunos Estados o circunscripciones. ¿Recuerdan Florida 2000?

10) En caso de derrota, Trump convocaría a los suyos a Washington DC, para defender su presidencia. “Los suyos” son los supremacistas blancos armados hasta los dientes. Llevo escribiendo sobre este escenario desde hace semanas. Les dejo un enlace por si quieren comprobarlo. También lo cree el columnista del The New York Times Roger Cohen.

11) No gastemos los adjetivos que vamos a necesitar en breve. Decir que la democracia está en peligro en EEUU no es una exageración. Si ocurriera lo impensable sería una ola sistémica que afectaría al mundo, sobre todo a Europa y en especial a España. El que sepa rezar, que rece; el que no, que corra. En un mundo tan distópico, lo revolucionario es ser feliz, tener esperanza y no estar dispuesto a rendir el fuerte. Salud y suerte. Y los que puedan votar en EEUU, que voten.

Más sobre este tema
>