La posdemocracia ya está aquí

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La cuestión no es la posverdad, el problema principal es que ya estamos metidos en la era de la posdemocracia. No mejoraremos el diagnóstico al llamar fascistas a todos los xenófobos, supremacistas, machistas y cretinos que hay en circulación, que son bastantes. Es cierto que existen los neofascistas, incluso neonazis, jueguen o no al fútbol, pero la nueva extrema derecha europea no es como la de los años 30. No trata de derribar la democracia, es un virus troyano que aspira a dominar su sistema operativo.

Lo esencial es que las élites económicas han decidido que para mantener su barra libre –la de beneficios sin impuestos– y alimentar la ficción del crecimiento infinito hay que acabar con el Estado del Bienestar, recortar derechos fundamentales y limitar la separación de poderes. Sus enemigos son los medioambientalistas que se oponen al saqueo del planeta o los activistas que hablan de las consecuencias de una crisis interminable.

Lo vemos con claridad en EEUU. Donald Trump y una parte sustancial del Partido Republicano han dejado de creer en la democracia. Lo dice Paul Krugman, premio nobel de Economía y uno de los columnistas estrella de The New York Times. Solo así se entiende la defensa a ultranza de un presidente que ha podido cometer graves delitos. La mayoría republicana en el Senado va a impedir que declaren testigos claves en el caso Ucrania antes de que la Cámara vote el impeachment. ¿Qué tipo de proceso es ese? Trump quiere una solución rápida para poder decir en sus mítines que ha sido exonerado, que es víctima de una caza de brujas.

Otra batalla es la declaración de impuestos del Trump empresario, antes de llegar al cargo. Hay sospechas sobre su forma de actuar. El presidente niega la información al Congreso desde que asumió el cargo, y a la prensa desde mucho antes. Un Tribunal Supremo cada vez más a la medida del presidente decidirá si es un dato privado. El asunto de fondo es si el presidente de EEUU puede ser controlado por el Parlamento o está por encima de la ley.

En democracia son importantes los procedimientos y las formas, también el fondo. Lo que la distingue de una dictadura, sea blanda o dura, es la independencia de la instituciones y su buen funcionamiento, además, claro, de la igualdad ante la ley y de oportunidades, y el respeto escrupuloso de los derechos humanos y de la libre expresión.

En vez de lograr que Rusia y China se convirtieran en unas democracias, lo que está pasando es que nosotros nos estamos convirtiendo en Estados cada vez más autoritarios, en los que una élite político-económica se ha hecho con el poder y gobierna en su beneficio. La revolución tecnológica juega, de momento, a su favor. Las elecciones forman parte de un teatrillo para lograr credibilidad. Se efectúan en Rusia, Egipto, Irán y Turquía, por citar unos ejemplos. Y en Afganistán, donde la mayoría de la población es analfabeta.

Las urnas son importantes, pero la verdadera democracia se demuestra cada día en el buen funcionamiento de sus instituciones, en la transparencia del trabajo de los gestores y en la capacidad de hacer responsable política y judicialmente a cualquiera que se salte la ley.

Al recién elegido primer ministro del todavía Reino Unido, Boris Johnson, no le gusta la BBC (al derrotado Jeremy Corbyn, tampoco). Su gurú en jefe, Dominic Cummings, ha dado la orden de boicotear uno de los programas estrella, BBC Radio 4 Today como advertencia general a la cadena pública. Esta pareja ha demostrado que se pasan los controles y la división de poderes por el arco del triunfo, con perdón, como se demostró en el polémico cierre del Parlamento avalado por la reina Isabel II. El Reino Unido tiene, de momento, un sistema judicial independiente.

Repito la pregunta de otros textos, ¿han visto ya la serie Years and years?Years and years Es urgente. Está en HBO. Para compensar y reírse un poco, que no para evadirse, pueden ver El método Kominsky. Se partirán de risa sobre todo si tienen más de 40 años.

La mentira masiva se ha beneficiado de las redes sociales, de su capacidad de propagar bulos sin que la información seria y comprobada tenga posibilidades de abrirse paso. Finlandia está preparando a su población en la lucha contra las fake news, las informaciones falsas. Lo cuenta la CNN en este enlace. La herramienta es la educación transversal permanente, sin importar la edad.

Pese a que Finlandia es un modelo en tantas cosas, y un ejemplo de que el capitalismo puede funcionar en un hábitat de impuestos altos, tiene un partido de extrema derecha llamado Los Verdaderos Finlandeses, que perdió las elecciones por dos décimas.

A la extrema derecha no se la derrota copiando sus eslóganes, o imitando sus recetas contra la inmigración o el islam como hace la derecha democrática y la socialdemocracia europea, pero si, quizá, copiando sus estrategias en las redes. En Suiza han demostrado que se puede.

El virus está dentro de las sociedades avanzadas porque nos ha dejado de interesar la verdad como valor supremo. El primer paso sería recuperar la denostada asignatura de Filosofía, que ha perdido peso frente a la Religión (católica, porque solo quieren enseñar una y a través de un cura que pagamos todos). Es una herramienta necesaria para aprender a pensar por uno mismo, un ejercicio saludable.

Una de las esencias de la democracia es el control del poder, algo que le corresponde a la oposición y a los medios de comunicación, pero también a los ciudadanos. Todo está organizado en la posdemocracia para que nos desinteresemos de la cosa pública. Recibimos tal cantidad de información que estamos desinformados. En el aluvión no se distinguen las noticias de la propaganda. Los medios de comunicación tradicionales han perdido ventas, peso social y prestigio. Sin un vigilador eficaz, delinquir resulta más fácil. Antes de que digan nada, sí, los propios medios y los periodistas tenemos mucha culpa, pero no toda, el ciudadano también tiene la suya.

Hundida la venta en kiosko y con la publicidad afectada por esta crisis interminable, la prensa de papel, la tradicional por entendernos, solo tiene una opción: cobrar por acceso a la web. Es lo que sucede en dos medios digitales nativos, InfoLibre y Mediapart, por poner dos ejemplos cercanos, tan cercanos que es el medio en el que estoy escribiendo y usted leyendo. No son los únicos que se financian a través de sus lectores. Es imposible mantener una redacción dedicada a investigar lo que el poder quiere ocultar sin gastos, más allá de las nóminas. El gratis total no existe. Siempre está financiado por alguien que no da la cara y que suele ser parte del poder político o económico.

Estamos en tiempos de mudanza y debemos adaptarnos a unos cambios tecnológicos rápidos y radicales que aportan ventajas en la agilidad de las gestiones y en la mejora de la eficacia de las administraciones, y deberían ayudar a un mejor reparto de la riqueza. Los periodistas recuperaremos la credibilidad (en algunos casos es una batalla perdida, vean el último ejemplo del caso Arandina) y los ciudadanos volverán a pagar por una información de alta calidad y dotarán a esos medios de la independencia necesaria para hacer nuestro trabajo, que no es otro que tocarle las pelotas al poder, sea cual sea ese poder. Por el precio de un café tienen dos o tres suscripciones. Es cuestión de tiempo, de acostumbrarse.

PD. En este caso, escribir “pelotas” no es machista, porque el poder es patriarcal, y por lo tanto parte del problema. No soy creyente, pero les deseo una feliz Navidad.

La cuestión no es la posverdad, el problema principal es que ya estamos metidos en la era de la posdemocracia. No mejoraremos el diagnóstico al llamar fascistas a todos los xenófobos, supremacistas, machistas y cretinos que hay en circulación, que son bastantes. Es cierto que existen los neofascistas, incluso neonazis, jueguen o no al fútbol, pero la nueva extrema derecha europea no es como la de los años 30. No trata de derribar la democracia, es un virus troyano que aspira a dominar su sistema operativo.

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