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#StopBorisJohnson (and Trump)

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Ha transcurrido una semana del Brexit y aún no se ha hundido el mundo, solo se ha desplomado la libra esterlina, sufrido las bolsas mundiales y ganado las elecciones Mariano Rajoy. Esto es lo único que podría considerarse cercano al apocalipsis, al menos para la izquierda española. De todas las lecturas posibles, esta es la mejor: este es el precio que vamos a pagar por Siria, por la guerra y por las víctimas.

De momento, mientras se pone en marcha el mecanismo de salida del Reino Unido de la UE, el célebre artículo 50 del Tratado de Lisboa , el único exit real ha sido el de la selección de fútbol de Inglaterra eliminada por Islandia, la cenicienta de la Eurocopa 2016. Parece un símbolo de lo que se les viene encima.

El Reino Unido vive un triple terremoto: económico, que estaba cantado; político,  con los dos principales partidos sumidos en una grave crisis interna que afecta a sus respectivos liderazgos (y de manera simultánea), y la territorial que afectará a Escocia y, de alguna manera, a Irlanda del Norte, aunque su caso es más complejo. De vuelta a la fuerza simbólica del fútbol, resulta llamativo que los seguidores norirlandeses le cantaran a los galeses en el partido que les enfrentó en octavos de final: "Votamos quedarnos, nosotros no somos estúpidos". El Brexit ganó en País de Gales y en Inglaterra.

Voy a confesarles un asunto personal que explica el Reino Unido: mi madre nació en Londres hace 92 años de madre francesa (normanda) y padre luxemburgués (sajón); es británica, pero no inglesa. Para ser inglés debes tener padres ingleses. En los años cincuenta se postuló para un trabajo en BEA (British European Airways), antecedente de British Airways. Le dijeron de manera displicente, "¡Ah, pero no es inglesa!". Pudo haber contestado: soy medio normanda y medio sajona, los dos pueblos que crearon Inglaterra. Este racismo poco subyacente es el que ha despertado en estas semanas de campaña a favor del Brexit. Detrás del no a la UE hay xenofobia.

Los únicos que se sentían británicos en el Reino Unido de la Gran Bretaña, el nombre completo del país, eran los galeses, los norirlandeses y los escoceses; los ingleses solo se sienten ingleses. En este documental a favor del Brexit están muchas de las claves de ese nacionalismo democrático. O si prefieren, el segundo en dibujos.

Inglaterra es un gran país, cuna de la revolución industrial y de tantas cosas: el rugby, el fútbol, el sarcasmo y el té a las cinco. Fue imperio colonial hasta los años cuarenta del siglo pasado. Aún no ha terminado de digerir su situación de país de clase media (alta). La Commonwealth es el artificio que permite prolongar un sueño de grandeza. La desindustrialización y las sucesivas crisis económicas han creado un país de dos velocidades: Londres y el resto. Esta diferencia quedó plasmada en el referendo de la semana pasada. Igual que la diferencia entre el voto de los mayores y los jóvenes.

Esta pieza de la BBC, titulada Brexit: Six key questions after Britain's vote to exit the EU, explica la situación que se vive el Reino Unido: no se sabe quién será el líder tory en octubre y de manera automática, primer ministro. La dimisión de Cameron será efectiva en la conferencia de su partido. Lo hizo así en la noche de autos para no echar más gasolina al fuego de los mercados. Tampoco se sabe quién será el líder de la oposición en sustitución de Jeremy Corbyn, tocado y hundido tras el voto de no confianza de los diputados laboristas. Los laboristas huelen a elecciones en invierno y quieren ganar. Sería una vía para un segundo referéndum.

Entre los conservadores, verdaderos responsables del resultado, pues de sus filas salieron los disidentes (algunos prefieren llamarles traidores) que impulsaron el Brexit, se ha iniciado una guerra civil por tierra, mar y aire. El mejor colocado para sustituir a Cameron era hasta hoy Boris Johnson, ex alcalde de Londres; un tipo muy popular (y peligroso). Su única ideología es su ego inabarcable.

Johnson (un meme de Donald Trump) fue uno de los líderes de la campaña del no. A nadie se le escapa que en su euroescepticismo, que es real y viene de lejos, ha jugado un papel clave el cálculo político personal: el Brexit le dejaba libre el puesto de primer ministro, que es el que ansía desde hace años de manera poco disimulada. El precio no lo paga él, lo pagarán todos los británicos.

Entre los tories surgió un movimiento llamado: StopBorisJohnson; el objetivo era impedir que se convirtiera en primer ministro. Al parecer lo han logrado: Johnson ha renunciado a competir por el liderazgo del partido, y por lo tanto a convertirse en primer ministro en octubre. La sorprendente entrada en la carrera del ministro de Justicia, Michael Gove, compañero de la campaña a favor del Brexit, le ha dejado descolocado y con posibilidades de perder. De momento estarán Gowe y Theresa May.

Esta batalla interna es esencial para el devenir del postBrexit. Si ganara Teresa May, que hizo campaña por el Remain (permanecer en la UE) al lado de Cameron, también se abriría la posibilidad de un segundo referéndum, no de manera inmediata, que hay que guardar las formas democráticas. Ella ya ha dicho que Brexit es Brexit, pero es lo que tiene que decir en este momento si quiere sustituir a Cameron.

Sea quien sea el líder (o lideresa) debería convocar elecciones anticipadas para dotarse de la legitimidad necesaria para dirigir unas negociaciones de salida de la UE, que se adivinan complicadas y peligrosas para los intereses británicos. En ese caso, las negociaciones de salida no empezarían hasta 2017.

En la UE se mueven dos ideas-sentimientos en paralelo: acelerar la salida británica para evitar una parálisis o darse tiempo por si cambian las cosas. Esta semana, Cameron dijo a los otros 27 primeros ministros y jefes de Gobierno que la clave del éxito del Brexit había sido el caos en el control de la inmigración. ¿Está pidiendo una excepción para un acuerdo postBrexit o para no irse?

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Cameron no va a presentar la solicitud formal de salida para activar el artículo 50, considera que es la tarea de quien le sustituya. Hablamos de octubre, como pronto. Si además hubiera elecciones anticipadas, no habría presentación hasta el inicio de 2017. El objetivo del actual gobierno británico es ganar tiempo, aún no saben bien para qué. El nuevo primer ministro necesitará algo que le permita justificar un segundo referéndum. Desde Bruselas ya han advertido de que la vía de una renegociación está cerrada: exit significa exit. Merkel dice que la UE se atiene a los hechos, no a las palabras o las intenciones. El hecho es que ganó el Brexit.

La única carta de Bruselas, de los 27, es la democratización de las instituciones, con un Europarlamento con más poderes; una refundación de la UE que permita situar a los ciudadanos en el centro de la acción de Gobierno europeo y aflojar de una vez las exigencias del dios ajuste de la Europa madrastra. La compre o no el Reino Unido, es la única vía para salvar un sueño: los Estados Unidos de Europa. Si no lo intentan, si fracasan los líderes tan a menudo timoratos, habrá más desafíos desde la extrema derecha. Empezando por Francia en 2017. Ustedes deciden.

Otra lección del Brexit es que lo impensable siempre puede ocurrir. Piensen en Donald Trump sentado en el Despacho Oval. Pues ahora abróchense los cinturones y buen viaje al verdadero fin del mundo.

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