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Viernes de 'Trumpazo'

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Hay quien se despide con un “feliz navidad” pese a que las fiestas han pasado. “Por si no llegamos”, añaden. La broma trata de disimular el temor. ¿Sobreviviremos a un presidente como Donald Trump? ¿Cuál será el precio colectivo? De momento, miles de personas no se lo van a poner fácil: habrá resistencia.

Entramos en terra ignota. No nos sirven los mapas ni la experiencia acumulada. Han cambiado los decorados, no tanto los monstruos. Sigue el mismo discurso, lo que se modifica son las formas. Trump no se esconde en la educación impostada, le gusta mostrarse desafiante. Su rueda de prensa fue un ejemplo. Ganó por goleada.

Donald Trump aterrizará mañana en el Despacho Oval  en un momento de crisis. No solo es económica, como decimos, es sistémica. Es el sistema el que ha dejado de funcionar para una inmensa mayoría. Trump es la respuesta del sistema. Como lo es el Brexit, ya reforzado por la primera ministra Theresa May, o Marine Le Pen.

Son tiempos de gran desconcierto. Parece que nada sirve, nada se sostiene, todo es susceptible de derribo: la OTAN, que Trump tilda de obsoleta; la UE tras el zarpazo de los británicos, la ONU porque vota a favor de la legalidad internacional en Israel una vez cada 30 años. Es posible que la ONU y la UE no sean instrumentos eficaces, pero al menos son instrumentos que podrían volver a serlo. Depende de los hombres, de los dirigentes. Una cosa positiva de Trump: no tiene miedo, dice lo que piensa. No nos apresuremos a alabar la virtud, porque solo es parte de su personaje faltón, del macho alfa naranja que se siete ungido por dioses.

A la imprevisibilidad generada por los profundos cambios tecnológicos, que afectan a los hábitos de información, a la organización del trabajo y las costumbres, se suma desde mañana la imprevisibilidad política. La información dejó de ser un intento más o menos honesto por contar el mundo que nos rodea, tratar de entenderlo. Hoy es parte del mismo espectáculo que representa Trump. Es la consecuencia de un desvarío que empieza en los años 80: la asunción de que el Estado es el problema y la barra libre, la solución.

No sabemos cómo será el mundo a finales de este año, si habrá Navidad (es broma) o cómo será en los años 20 (no confundirse de siglo ni de crisis), pero no cambia el sistema educativo alumbrado tras la Revolución Industrial, la forma de hacer política y dar participación a los ciudadanos. Conviven dos realidades contradictorias. Es un mundo a punto de estallar.

La globalización ha vaciado de contenido las democracias, recortado soberanías y cercenando los derechos. Sobre este escenario aterriza Donald Trump.

Antes de seguir, un apunte: Trump no es un idiota ni un payaso, aunque a veces lo parezca. Estamos ante un tipo inteligente que sabe lo que quiere y que maneja el lenguaje televisivo como nadie. Parece el jefe de la pista del circo. Lleva años de entrenamiento en sus reality shows. Vive en una burbuja de poder, mujeres y dinero. Lo que a la mayoría nos alarma, a sus votantes les entusiasma. Se dirige a ellos, no a los medios de comunicación que considera hostiles.

El problema de Trump es su personalidad. Se trata de un narcisista patológico, como Vladimir Putin.  Ambos tienen una elevada opinión de sí mismos y una necesidad extrema de ser admirados y reconocidos todo el tiempo. Este tipo de personalidades suelen chocar. Podría ser un problema mundial cuando suceda.

Trump no aguanta una crítica. Desempolva su cuenta de Twitter como Billy el Niño sacaba sus pistolas. No es capaz de tomarse con humor un revés. Todo adquiere una enorme transcendencia. Hay sed de venganza en muchas de sus acciones, como dice Bill Maher. El trato dado a Mitt Romney, a quien engolosinó con el cargo de jefe de la diplomacia y luego dejó tirado, es una prueba.

También preocupa su escasa capacidad de concentración para analizar problemas complejos. Según han informado varios medios estadounidenses, el casi presidente no desea recibir información diaria de los servicios de espionaje. Le parece algo aburrido. A Ronald Reagan le sucedía lo mismo. ¿Cómo va a lidiar con la guerra en Siria, la ofensiva de Mosul para expulsar al ISIS, la amenaza terrorista global? Gran parte de su discurso se reduce a una serie de simplezas con dos de sus sospechosos habituales de fondo: los inmigrantes y los musulmanes.

'La la Trump'

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Tiene prisa por imprimir una velocidad de vértigo a sus primeros meses, desea dejar impronta de su nueva revolución conservadora. Una de sus primeras víctimas será la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (conocido como Obama Care), que podría dejar sin seguro médico a 18 millones de personas. La gente no importa, ni las ideas, todo parece devenir a golpe de tuit en busca de una buena audiencia. Así se ve a sí mismo, como el hombre que pulveriza las audiencias. Es como si todo lo que le está ocurriendo fuera parte de un juego.

Habrá que esperar, pero los síntomas son preocupantes. Tampoco entiende la ayuda al desarrollo en África. Un gobierno de millonarios no podrá gobernar para el 99% restante. No puede por una sola razón: el resto no existimos.

Al menos, Obama se va a lo grande: con el indulto de Chelsea Manning. Gracias.

Hay quien se despide con un “feliz navidad” pese a que las fiestas han pasado. “Por si no llegamos”, añaden. La broma trata de disimular el temor. ¿Sobreviviremos a un presidente como Donald Trump? ¿Cuál será el precio colectivo? De momento, miles de personas no se lo van a poner fácil: habrá resistencia.

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