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Hay lugares que sientes tuyos desde el primer momento en que los pisas. Me sucedió con Galicia a los siete años y cada vez que regreso, ese olor conocido, ese aroma único de su aire, me pellizca, me ilumina por dentro y me vuelve niña.
Sucede lo mismo con ciertas personas, las sientes tuyas desde la primera conversación, desde la primera risa a dúo, incluso antes del primer dolor compartido.
Con Julia siempre fue así. La sentía mía cuando la escuchaba en la radio de la cocina en casa de mis padres, o a través de mis auriculares yendo a la facultad. Más tarde la sentía mía desde el coche, camino de Onda Cero, o sentada en la redacción del departamento creativo, donde yo soñaba con pasar a ese lado de la antena donde ella brillaba deslumbrante.
Julia era una estrella, vale, pero también era mi familia. Es esta una cercanía que los oyentes de radio conocemos bien, la estrechísima relación con las voces que llegan a través del oído a tu corazón.
Julia Otero y Raquel Martos en Onda Cero. FOTO: ANEYMA LEÓN
En 2014 Julia me llamó para que colaborara en el programa y hasta hoy. Esta nueva vida podría haber cambiado mi percepción sobre ella. En ocasiones, conocer a las personas en el día a día, trabajar a su lado, arrancar hojas del calendario junto a ellas, decepciona. Mucho.
Con Julia no ha habido desencanto, al contrario, porque ahora sé que fuera del micrófono suena igual que frente a él. Porque ella es como es, no hace de otra.
Son tal y como suenan su pasión, su determinación, su carácter. Su inteligencia a la hora de gestionar el talento y el trabajo ajeno hace que quien esté con ella trate de dar lo mejor de sí mismo. O que pueda regresar alguien años después de haber dejado el programa, más amiga de los paréntesis que de los puntos y aparte.
Y su seguridad, esa confianza en sus capacidades, que le llevan a perseguir el brillo de quienes la acompañan. Porque es consciente de que los destellos ajenos le dan más luz, nunca se la roban. Esto que parece obvio, no saben verlo todos los que lideran un equipo profesional, hay quien necesita provocar sombra alrededor para sentirse brillante.
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A este lado de la antena, junto a ella, he podido constatar que su exigencia de calidad en lo profesional no le hace perder de vista lo puramente humano. Siempre está si la necesitan, lo sé por otros, lo sé por mí. Clara y firme, cálida y generosa, fuerte y compasiva. Sin rodeos, sin edulcorar la crudeza, pero sin dudar en acompañarte. Sé dónde ha estado cuando me han sucedido algunas de las cosas más terribles de mi vida, conmigo.
Pero en estos años de conocerla más de cerca no se ha roto mi lazo con ella como oyente, es solo que ahora es más fuerte el nudo, porque ata también nuestras vidas fuera de la radio.
El pasado lunes su voz dijo lo que nunca hubiera querido escuchar la oyente, qué decir de la amiga. Y ahora solo quiero que llegue pronto ese otro soñado lunes, que llegará cuando vuelvan su voz y su risa a retomar donde lo dejó. Entretanto sé dónde tengo que estar, contigo. ¡Vamos, Julia!
Hay lugares que sientes tuyos desde el primer momento en que los pisas. Me sucedió con Galicia a los siete años y cada vez que regreso, ese olor conocido, ese aroma único de su aire, me pellizca, me ilumina por dentro y me vuelve niña.
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