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Muros sin Fronteras

No es Bárcenas, el problema somos los españoles

Luis Bárcenas

Es una cuestión (in)cultural. En España -también en Italia y Grecia- engañar al Estado es casi una obligación ciudadana; está bien visto por la mayoría. Se percibe al Estado como un ente arrogante que aplasta y roba, no como algo que trabaja por el bien común y al que se puede controlar mediante contrapoderes. Al honrado se le percibe como tonto. Triunfan los roldanitos, los gürtelianos.

Esta permisividad ambiental con la corrupción genera más corrupción e impunidad y es la base de un durísimo texto publicado esta semana por la revista The Economist, la Biblia para los analistas e inversores de medio mundo. En él no sale bien parado Mariano Rajoy; tampoco la oposición. El problema es sistémico.

Mariano Rajoy fue protagonista en los principales medios internacionales. THE ECONOMIST

Tampoco el Financial Times, la otra gran Biblia junto al The Wall Street Journal, confía en que el escándalo le pase factura inmediata a Mariano Rajoy. Según el diario los responsables de esta situación son los españoles que contemplan el espectáculo con cinismo. Esta actitud distante, pasiva, ofrece un colchón de protección a los políticos.

El editorial de este diario económico afirma que Rajoy debe dar explicaciones sobre un escándalo que le daña "mes a mes, semana a semana".

Business Week, otra revista para inversores, asegura que los problemas de Rajoy pueden afectar al frágil equilibrio alcanzado en la UE tras las tormentas de los ajustes que enfrentan a Francia y Alemania.

Rajoy se mueve y habla (poco) bajo códigos de política nacional, de andar por casa, sin darse cuenta, o sin comprender, que todo lo que se dice y lo que no se dice tiene una trascendencia global. No está en juego su prestigio, está en juego la fiabilidad de España como país serio. Open Democracy se pregunta si este escándalo será el Watergate de Rajoy.

El caso Bárcenas convertido en el caso PP ha inundando los medios de comunicación internacionales, que asisten atónitos a la helenización de la política española. Aquí no se va, se resiste. En Japón acaba de dimitir el ministro de Exteriores, Seiji Maehara, por recibir una donación ilegal de 435 euros.

La política tradicional se hundió en Italia con el escándalo Tangentopoli. Desapareció la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano, entre otros; se reinventaron con otros nombres. Surgió el Silvio Berlusconi político de la nada. Logró presentarse como un antisistema, un perseguido del sistema corrupto que se hundía.

Berlusconi es el exponente de la inculturalidad a la que hacíamos referencia al principio, el más listo, el que sabe cómo engañar a un Estado ladrón, hacerse rico, rodearse de mujeres, vivir a cuerpo de rey. Es el mito que muchos italianos quieren emular. De ahí los votos. Silvio gusta; no importan los detalles: la corrupción, las prostitutas, las menores de edad. Lo esencial es que es un antisistema, uno de los nuestros. Es un genio de la imagen de sí mismo y de la manipulación.

En Grecia se mantienen las siglas: Nueva Democracia a la derecha y el PASOK no se sabe bien dónde. Fue socialista y socialdemócrata, como el PSOE; ahora es un apéndice irrelevante con un Evángelos Venizelos ansioso de poder sin importar el precio. El doble hundimiento de estos partidos sirve de advertencia de lo que podrá pasar en España cuando se convoquen elecciones. Cae el bipartidismo, sube IU y UPyD.

La izquierda real en Grecia está en Syriza, una coalición de partidos no siempre bien avenidos en la que destaca la escisión eurocomunista del KKE, los comunistas prosoviéticos (aún lo son aunque no haya URSS; eso es perseverancia).

Syriza tiene un líder joven, Alexis Tsipras, que parece limpio, nada que ver con el pasado de corrupción del que se quiere escapar. Son la segunda fuerza, muy cerca de Nueva Democracia. En las últimas elecciones hubo una campaña europea contra ellos en la que participó el FMI. Se agitó el miedo, se jugó con medias verdades y con mentiras. Las prensa, en general, sirvió de altavoz. Para entender Grecia, un escritor de novela negra: Petros Márkaris y quizá una novela: Con el agua al cuello (Tusquets).

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En Grecia no hay Berlusconis, hay algo peor: está Amanecer Dorado, un partido nazi que cada vez tiene más peso electoral y que ha obligado a Nueva Democracia a escorarse a la derecha, algo que ha hecho sin demasiado esfuerzo y con cierto entusiasmo. Amanecer Dorado es un insulto al pasado griego, a su lucha contra los invasores nazis, a los cientos de miles de muertos. La crisis borra memorias. También en España que ni siquiera tuvo la valentía para hacer justicia a la suya, a la memoria histórica.

España y Grecia comparten escenarios políticos, culturales, sociales y económicos. El más dramático: las cifras de desempleo. En el gráfico de Zero Hedge se comprueba su gravedad: más paro que Nigeria y Sudáfrica.

Mientras, se multiplican las declaraciones triunfales de ministros sobre el final próximo de la crisis, los célebres brotes verdes. La esperanza es que una mejora económica sirva para salir indemnes del embrollo Bárcenas. Con dinero mejora la tolerancia, se olvida la corrupción.

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