La penúltima bala de Pedro Sánchez

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Circulan en los últimos días insistentes señales que apuntan a un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos como base del intento de investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Los movimientos tácticos o estratégicos de cada partido se suman a la ansiedad periodística por avanzar el resultado final de unas negociaciones repletas de ruedas de prensa, fotos y “canutazos” aunque con una transparencia mucho más escasa de lo anunciado respecto al contenido concreto de sus avances y retrocesos. Llegados a este punto, y asumiendo el riesgo de equivocarnos en la valoración de datos y testimonios, nos atrevemos a dibujar en nueve pinceladas el estado del tablero, confiando en las fuentes que nos ofrecen mayor crédito. Vaya por delante una advertencia: Sánchez afronta otra jugada de alto riesgo para él y para el PSOE.

1.- El pacto entre Sánchez y Rivera está muy avanzado aunque pendiente de algo más que “flecos”. Como es sabido, para que ese acuerdo derive en una mayoría de gobierno necesitaría la abstención del PP o de Podemos, puesto que, en la hipótesis más favorable para Pedro Sánchez, obtendría 143 votos si lo apoyaran PSOE (90), C’s (40), PNV (6), Compromís (4), IU-UP (2) y Coalición Canaria (1). Ni siquiera le serviría la ya descartada abstención de los independentistas catalanes. Sin el consentimiento de los de Rajoy o los de Iglesias y las mareas, el 5 de marzo seguiremos viendo en la pantalla del Congreso más votos negativos que positivos.

2.- ¿Qué lleva a los negociadores del PSOE y Ciudadanos a buscar la firma de un pacto que no garantiza la investidura? El objetivo obvio es situar toda la presión de la responsabilidad de una nueva convocatoria electoral en Podemos o en el PP, y de paso colocar en lo que consideran una mejor posición a sus respectivas siglas (o carteles) de cara a esas posibles (o probables) elecciones.

3.- ¿De qué depende que esa presión se enfoque más sobre Podemos o sobre el PP? Fundamentalmente del contenido del acuerdo entre PSOE y Ciudadanos.

4.-

Los datos recabados, las fuentes consultadas y los signos visibilizados apuntan que ese acuerdo puede incluir contenidos duros de digerir para el PSOE en el área económica y en la cuestión territorial. La sintonía en asuntos como la regeneración democrática, lucha contra la corrupción o política exterior es fácil, pero resulta clave la respuesta a algunas preguntas concretas: ¿Se deroga o no la reforma laboral como ha prometido el PSOE? ¿Se apuesta por el contrato único que defiende Ciudadanos? ¿Se bajan o se suben los impuestos? ¿Se plantean pasos hacia una España federal como establece la Declaración de Granada del PSOE o hacia una recentralización del Estado como propone Ciudadanos?

5.- Los importantísimos “flecos” que quedan por resolver se afrontan, como todo lo que envuelve esta negociación múltiple, con un ojo en la investidura y el otro en las urnas. En las primeras semanas tras el 20-D, se dieron por supuestas muchas cosas, entre ellas que unas nuevas elecciones beneficiarían claramente al PP y a Podemos. Tras la espantada de Rajoy ante el rey y la interminable escalada de la corrupción que salpica a su partido, en Ciudadanos están convencidos de que pueden morder espacio electoral a su derecha. Y en la dirección del PSOE, un Pedro Sánchez que salió noqueado de las urnas y que cometió el error de abrir el melón interno al anunciar horas después que volvería a presentarse a la secretaría general ha ido reforzando su posición gracias precisamente al plantón de Rajoy, que le permitió asumir el rol de hombre de Estado dispuesto a cumplir su obligación de intentar formar gobierno.

6.-  ¿Y por qué no ha buscado Sánchez el acuerdo hacia la izquierda con Podemos y otras fuerzas, sin despreciar una abstención de los independentistas o haciendo recaer sobre Ciudadanos toda la presión de la imposibilidad de gobernar? A nadie se le escapó en su día que la composición de la comisión negociadora por parte del PSOE parecía más pensada para entenderse con Ciudadanos que con Podemos. Puede argumentarse que también se trataba de visualizar ante Podemos que no tendría fácil imponer sus propuestas. O que simplemente se cumple la lógica política de que las coaliciones son más fáciles entre partidos que no compiten por los mismos electores, como explican algunos politólogos, y entonces desde el minuto uno Sánchez apostó por entenderse con Rivera. No llegarán a formar gobierno, pero creen que ambos pueden salir reforzados electoralmente.

7.- Hay otro argumento más y de gran peso, expresado por uno de los máximos referentes de Podemos: “Está claro que con nosotros no quiere ir nadie ni a la vuelta de la esquina”, en alusión a “la vieja guardia del PSOE, los exministros que salen en Salvados, el Ibex-35 y su adorado Rivera, Bruselas… un montón de intereses defendidos sin tapujos en los editoriales de El País”. El último, de este mismo miércoles, lleva el titular de Propuesta innegociable y pone deberes en el subtítulo: “El PSOE debe rechazar con contundencia el programa de Podemos”.

8.-  Lo que ninguna fuente niega a día de hoy, ni en el PSOE ni en Podemos, es que ven imposible un acuerdo, si es que alguien lo contempló seriamente en algún momento al margen de contactos personales entre dirigentes de ambas fuerzas. La desconfianza mutua es total. La propuesta de Iglesias anunciada antes al rey y a los medios que al propio Sánchez indignó no sólo a la dirección sino también a cuadros y militantes socialistas, que lo interpretaron como una demostración humillante de que Podemos prefería ir a nuevas elecciones. En Podemos, desde el primer momento han pensado que Pedro Sánchez sólo intenta salvar su debilitado liderazgo en el PSOE, que no ha resistido las presiones internas y externas en favor de aislar a Podemos y que acabará “en uno de los vértices del triángulo PP-PSOE-C’s, sea ahora o después de unas nuevas elecciones”. Felipe González sigue empujando en esa línea y, hace sólo unas horas, ha reclamado al PP "un paso adelante"

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9.- Nadie niega tampoco que Sánchez ha conseguido hasta el momento ir driblando obstáculos, y hasta le conceden que demostró una extraordinaria habilidad al forzar en el Comité Federal una consulta a la militancia sobre el acuerdo de investidura al que se llegue. En su momento, era una forma de esquivar la resistencia de la mayoría de los barones a un pacto con Podemos. Se reservaba teóricamente Sánchez esa bala (no vinculante, pero muy eficaz políticamente), para defender un posible acuerdo al que han mostrado más disposición las bases que la dirigencia socialista. Si finalmente Sánchez alcanza un acuerdo con Rivera y las cesiones en materia fiscal o laboral son notables, corre el riesgo de que esa bala acabe en su propio pie, porque la militancia tendrá que pronunciarse antes que el Comité Federal. Cuestión de días.

Las apuestas a nuevas elecciones se multiplican, pero nadie se atreve a descartar nada en las próximas semanas. Más difícil es calcular las consecuencias de cada gesto, mensaje o viraje político en el medio-largo plazo. ¿Como afectaría un acuerdo con Ciudadanos a los pactos con Podemos que sostienen gobiernos autonómicos o municipales del PSOE? ¿Cómo puede afectar electoralmente al PSOE un corrimiento a su derecha llegando a acuerdos con Rivera? ¿No es una forma de dejar espacio libre a Podemos?

Son tiempos de cambio, de montaña rusa en los liderazgos y, sostienen los expertos, de “alta promiscuidad electoral”. Quienes ya se reparten los despojos del adversario directo también se arriesgan a generar un hartazgo o una frustración ciudadana que probablemente pagarán en las urnas.

Circulan en los últimos días insistentes señales que apuntan a un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos como base del intento de investir a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. Los movimientos tácticos o estratégicos de cada partido se suman a la ansiedad periodística por avanzar el resultado final de unas negociaciones repletas de ruedas de prensa, fotos y “canutazos” aunque con una transparencia mucho más escasa de lo anunciado respecto al contenido concreto de sus avances y retrocesos. Llegados a este punto, y asumiendo el riesgo de equivocarnos en la valoración de datos y testimonios, nos atrevemos a dibujar en nueve pinceladas el estado del tablero, confiando en las fuentes que nos ofrecen mayor crédito. Vaya por delante una advertencia: Sánchez afronta otra jugada de alto riesgo para él y para el PSOE.

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