Antes, para atesorar el descalabro y la incoherencia era necesaria la hemeroteca. Hoy basta con tener un poco de memoria. Y todo gracias a González Pons.
Ese estilo rudimentario, socarrón y cercano que le convierte en el pesado del bar. Como saben, todo bar español, entre el azulejo de “Hoy no se fía, mañana si” y la máquina tragaperras tiene su pesado.
Cada bar español tiene su González Pons.
Con González Pons descubrimos que nunca nadie se ha arruinado infravalorando la paciencia de los españoles. Que nuestro lugar en la sociedad es el de ser culpables. Gracias a González Pons supimos que agradecer a la clase política los logros sociales conseguidos en España durante 30 años era como felicitar al acomodador por la calidad del espectáculo.
González Pons abrió la brecha entre los políticos que no dicen lo que piensan y los que no piensan lo que dicen.
González Pons supuso el culmen de la imaginación política, sólo le falta decir que por cada tres médicos que se despida en los hospitales se contratará a un forense para justificar los recortes, o que “El Rey León” está basada en la familia real española para justificar el predicamento internacional de los monarcas.
González Pons nos demostró que nuestra realidad no está tanto descrita como evocada, que los españoles preferimos las palabras a los hechos y que las cifras no mienten, o que al menos, no son las cifras las que lo hacen.
Con él llegamos a la certeza de que los hombres a partir de una edad no debemos llevar pantalones cortos. (Tal y como contaba David Foster Wallace es la única parte del cuerpo de un señor mayor donde desearías que hubiera más pelo). González Pons quiso que pensáramos que en las propuestas de su partido se nos eximía de la responsabilidad de construir nuestra propia sociedad, eso era mejor dejárselo a ellos.
Su retórica no halaga nuestra condición de adultos responsables, pero tampoco lo pasa por alto ya que nos necesita, hace algo mucho más retorcido, nos suplanta. Una y otra vez propuso una realidad donde nosotros somos simplemente una proyección idealizada de nosotros mismos.
Ahora que González Pons acude a las conferencias de prensa en Génova con un coche en marcha esperando en la puerta y antes de que se vaya, quiero darle las gracias.
González Pons acabará trabajando de Obispo en Alcalá.
Antes, para atesorar el descalabro y la incoherencia era necesaria la hemeroteca. Hoy basta con tener un poco de memoria. Y todo gracias a González Pons.