Un Pokémon en la Moncloa

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Lo apuntaba Soledad Gallego-Díaz en un artículo reciente: "Nada de lo que está ocurriendo se explica sin conocer la personalidad de Mariano Rajoy, un político de 61 años, con una larguísima carrera, que ha llegado a ser presidente del Gobierno apostando siempre por la poca exposición pública y la ambigüedad". Quienes se burlan de él porque "sólo lee el Marca", minusvaloran su capacidad para exprimir la eficacia del Refranero español, uno de los libros más contaminantes y reaccionarios que existen, pero que bebe de fuentes tan ingeniosas como pragmáticas. De Luis de Góngora procede aquello del "¡Ande yo caliente, y ríase la gente!". En esto Rajoy es un artista, como demuestran los pasos que ha dado este miércoles: "Hace falta un Gobierno ya", con absoluta "urgencia", proclama el presidente en funciones (¡desde hace siete meses!) y acto seguido anuncia que convoca a la dirección nacional del Partido Popular, pero no para esta tarde, ni para mañana ni pasado sino para ¡el próximo 17 de agosto! Con el objetivo de que ese órgano decida la posición a adoptar ante las condiciones impuestas por Albert Rivera para negociar un posible cambio de Ciudadanos desde la abstención alen una sesión de investidura a la que Rajoy sigue sin comprometerse.

Ante la enésima burla protagonizada por Rajoy (con la inestimable ayuda de Rivera) procede hacer algunas consideraciones "urgentes":

1.– Rajoy sigue sin comprometerse a acudir a la investidura mientras no tenga garantizada su elección, actitud que supone incumplir lo que marca el artículo 99.2 de la Constitución tras el encargo del rey a la presidenta del Congreso. Rivera anunció en vísperas del encuentro que exigía al PP "fecha y hora de investidura", aunque dados los precedentes ya no extrañará que el líder de Ciudadanos se siente finalmente a negociar sin fecha ni hora aproximada ni siquiera compromiso firme por parte de Rajoy.

2.– El presidente en funciones insiste en que "no tiene sentido" intentar formar Gobierno si el PSOE mantiene su no a la investidura de Rajoy, lo cual alimenta la firme sospecha de que todo este teatro agosteño busca exclusivamente forzar una abstención total o parcial de los socialistas o, en último caso, poder culpar al PSOE de unas terceras elecciones, en las que el PP aspira a mejorar aún más el resultado del 26J.

3.– La hábil solemnidad con la que Rivera ha presentado sus "seis condiciones" para sentarse a negociar el de Ciudadanos no puede ocultar la evidencia de conchabeo: tres de esas seis condiciones ya se incluían en el documento que el PP preparó como base genérica de negociación, mientras otras ya han sido tomadas en las comunidades en las que el PP gobierna con el apoyo de Ciudadanos. O precisan una mayoría en el Congreso más amplia de la que suman PP y C's. La exigencia de una comisión de investigación sobre el caso Bárcenas es la única que pondría en algún apuro a los 'populares'. Para hacernos una idea, cuando la Izquierda Plural solicitó una comisión similar en junio de 2015, el PP designó como portavoz para rechazarla nada menos que al comisionista Pedro Gómez de la Serna.

4.– Para Albert Rivera, no tiene mayor importancia que Rajoy presida un partido imputado por distintos delitos en cinco procesos judiciales diferentes. Lo importante ahora es apuntarse el tanto de "desbloquear" la situación política, aunque sea apoyando al mismo candidato sobre el que Rivera públicamente había reiterado el compromiso de no apoyarle nunca. ¿Tiene alguna credibilidad el nuevo programa de "regeneración" de Rivera cuando él mismo manifestó en sede parlamentaria y en los debates electorales que Rajoy debía apartarse para permitir la renovación de la política española?

5.– Que Rajoy siga clamando por la "urgencia" de formar Gobierno al tiempo que aplaza una semana la respuesta de su Ejecutiva a la oferta de Ciudadanos es una ofensa (más) a la inteligencia de los ciudadanos. ¿Alguien imagina lo que estarían diciendo el PP y sus mil altavoces mediáticos si un presidente socialista se fuera de puente después de siete meses con un Gobierno en funciones?

Un desprecio olímpico

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6.– Rajoy maneja a su favor una de las grandes diferencias entre el progresismo y la derecha en España. El PP es un bloque marmóreo en el que ni una sola voz se levanta exigiendo un cambio en las alturas que haga creíble su compromiso con la regeneración democrática. En Ciudadanos nadie aparece recordando a Rivera su promesa de no facilitar un Gobierno de Rajoy. En el PSOE, sin embargo, referentes del peso de Felipe González no se cansan de insistir (ya desde el 20D) en que Sánchez debe abstenerse y quedarse en la oposición, hasta el punto de calificar la oferta de Albert Rivera al PP como "el primer acto de responsabilidad política desde las elecciones". Que viene a ser lo mismo que juzgar como "irresponsable" cualquier intento del PSOE de encabezar un Gobierno alternativo en caso de que Rajoy fracase.

7.– La pachorra de Rajoy, la camaleónica táctica de Ciudadanos y la presión mediática y política sobre Pedro Sánchez permiten deducir que la formación de Gobierno sólo se desatascará cuando el PSOE se rinda, con o sin condiciones. Para lo cual Rajoy cuenta con otra alianza de dudosa legitimidad, que es la actitud de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, obligada por la Constitución a ejercer una posición institucional y apartidista. ¿Es la que ha adoptado manteniéndose en silencio y a la espera de lo que se le antoje a Rajoy pese a que el jefe del Estado ya le transmitió que ese es el nombre que propone para optar a la investidura?

Como señalaba Soledad Gallego, la larguísima carrera de Rajoy ha demostrado su "aversión al cambio", incluso a la toma de decisiones o a la planificación de las mismas. Su longevidad política le ha hecho creer (y exprimir) que esa es una virtud, cuando en realidad lo que demuestra es la inmadurez de la democracia española. Siete meses después del 20D, podría pensarse que da lo mismo que en la Moncloa habite Rajoy o uno de esos Pokémon que andan cazando los cibernautas. Esa es la responsabilidad de las direcciones del PSOE, de Podemos y del resto de un arco parlamentario multipartito. Si Rajoy sigue sesteando o haciendo puente, quizás sea ya hora de empezar a hilvanar un acuerdo básico sobre políticas alternativas al fracasado discurso único y capaces de fortalecer la democracia.

Lo apuntaba Soledad Gallego-Díaz en un artículo reciente: "Nada de lo que está ocurriendo se explica sin conocer la personalidad de Mariano Rajoy, un político de 61 años, con una larguísima carrera, que ha llegado a ser presidente del Gobierno apostando siempre por la poca exposición pública y la ambigüedad". Quienes se burlan de él porque "sólo lee el Marca", minusvaloran su capacidad para exprimir la eficacia del Refranero español, uno de los libros más contaminantes y reaccionarios que existen, pero que bebe de fuentes tan ingeniosas como pragmáticas. De Luis de Góngora procede aquello del "¡Ande yo caliente, y ríase la gente!". En esto Rajoy es un artista, como demuestran los pasos que ha dado este miércoles: "Hace falta un Gobierno ya", con absoluta "urgencia", proclama el presidente en funciones (¡desde hace siete meses!) y acto seguido anuncia que convoca a la dirección nacional del Partido Popular, pero no para esta tarde, ni para mañana ni pasado sino para ¡el próximo 17 de agosto! Con el objetivo de que ese órgano decida la posición a adoptar ante las condiciones impuestas por Albert Rivera para negociar un posible cambio de Ciudadanos desde la abstención alen una sesión de investidura a la que Rajoy sigue sin comprometerse.

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