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Quizá el primer paso: romper el silencio

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“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. En el patio interior del Colegio de México, una institución cultural de arraigo en este país, nacida como Casa de España que acogió y se nutrió del exilio cultural español del franquismo, varios carteles reflejan la furia y la lucha por que se aclare la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala. Alguno recuerda la dramática llamada en la Argentina de los desaparecidos. Otros son más emotivos, acaso fruto de una íntima necesidad de justificación: “¿No haría cualquier cosa un padre por el regreso de su hijo?”

Hace unos días, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narros, denunciaba en un discurso que su país “está de luto”, y tras afirmar la necesidad de consolidar un “verdadero estado de derecho que destierre la impunidad y la corrupción”, sentenciaba que “el cambio duradero y de fondo se produce a partir de la inteligencia”.

He participado estos días en el XX Foro Eurolatinoamericano de Comunicación, un encuentro organizado por la Asociación de Periodistas Europeos y la Fundación García Márquez, que precede a las cumbres iberoamericanas.

El Foro, celebrado este año en el Colegio de México, reúne a periodistas, escritores, intelectuales y profesores universitarios de los dos lados del Atlántico, para reflexionar juntos sobre periodismo, identidad común, desarrollo o movimientos sociales. Entre los participantes españoles han estado aquí estos días Pedro Solbes, el historiador José Alvarez Junco o el profesor y ex ministro Ángel Gabilondo. Éste último reivindicaba en una de sus intervenciones el valor de la educación : “Nada combate más la miseria en el mundo que la cultura y la educación”, decía tras pedir a los reunidos en Veracruz que esta vez haya más hechos que palabras si deciden, que debieran, entrar en materia educativa.

El valor de la Universidad como punto de encuentro para ese “cambio verdadero” al que aludía el rector Narros y la importancia de una conciencia clara de su compromiso con ese cambio, han sido elementos presentes en estos días de diálogo. Igual que la necesidad de que el periodismo sea el “agua clara” que escasea en tiempos de riada, como lo son éstos en que las redes sociales inundan de informaciones, datos, comunicaciones imprecisas, manipulaciones o mentiras nuestro espacio de conocimiento. El ejercicio el periodismo está vinculado a ese compromiso con la verdad, con la cultura y con la educación … con la “inteligencia para el cambio duradero” del rector de la UNAM.

Los debates e intervenciones en este Foro México, han dejado claro el valor del diálogo cara a cara entre Europa y América Latina, entre España y los países de la riquísima diversidad de este continente, más allá de formalismos institucionales como las cumbres de jefes de Estado, y por encima de los tópicos que contaminan nuestra respectivas miradas al otro lado del Atlántico. Escuchar a periodistas, escritores, profesores o estudiantes salvadoreños, colombianos, guatemaltecos, argentinos, mejicanos y españoles, exponer miradas, confrontar puntos de vista sobre cuestiones de preocupación común, participar en intercambios de ideas comprometidos y creativos de gente que habla el mismo idioma y podría trabajar el presente y el futuro, orientar a los otros con sus propias experiencias de éxitos y fracasos, resulta un interesantísimo y conmovedor ejercicio de enriquecimiento personal y profesional.

Y me quedo en la conmoción porque tiene que ver con el video de esta semana sobre las manifestaciones en México DF. Marchas, como dicen aquí, que cada mediodía convierten en imposible el endemoniado tráfico rodado de una de las capitales más pobladas del mundo.

Cuando escuchas con la atención de quien sabe que se está hablando con criterio y honestidad, cuando tienes la humildad de reconocer que pueden tus puntos de vista recibir matices o hasta sabios revolcones, cuando sientes la cercanía de un mundo que pocas veces está en tu agenda, pero comparte tanto contigo y te ha dado tanto y tanto tiene que ofrecerte, cuando eres capaz de despojarte de tu europea suficiencia y disponerte a aprender y compartir, sufres la conmoción interior de la certeza de tu radical estupidez y la limitación de tus posibilidades por constatable ignorancia.

Bajo sus efectos, espero que perdurables, reclamo una mayor conciencia sobre lo que está sucediendo en Latinoamérica, lo que podemos aportarnos unos a otros de experiencias políticas, tránsitos de crisis o lucha contra la desigualdad o la exclusión.

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Y que instituciones como las universidades contribuyan a alentar esa cercanía, empezando, acaso, por romper de una vez el sonoro silencio del mundo universitario español ante el caso que está abriendo en México la herida de años de impunidad, corrupción y pobreza: la desaparición de los estudiantes de Iguala.

No tenga ninguna duda, querido lector, de que llega aquí con precisión el sonoro silencio de la universidad española ante este caso que tiene conmocionado a un país y en difícil situación a un gobierno como el mejicano. ¿Se romperá en algún momento ese silencio? ¿Decidirá el mundo universitario español decir, hacer…movilizar algo más que alguna tímida declaración de condena ante la ignominia de Iguala?

Sería un primer paso, un buen ejemplo para empezar a cambiar algunos tópicos y afrontar unos cuantos compromisos útiles y necesarios.

“Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. En el patio interior del Colegio de México, una institución cultural de arraigo en este país, nacida como Casa de España que acogió y se nutrió del exilio cultural español del franquismo, varios carteles reflejan la furia y la lucha por que se aclare la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala. Alguno recuerda la dramática llamada en la Argentina de los desaparecidos. Otros son más emotivos, acaso fruto de una íntima necesidad de justificación: “¿No haría cualquier cosa un padre por el regreso de su hijo?”

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