¿Qué dirían quienes hoy, con la bandera en una mano y el hacha de guerra en la otra, se llaman constitucionalistas mientras desacreditan al Constitucional, por revocar gran parte de las sentencias de los ERE en Andalucía, y en particular las condenas e inhabilitaciones de los antiguos presidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, si ese mismo tribunal echara abajo las que sufrió el Partido Popular por la trama Gürtel, por ejemplo? Probablemente, se subirían a todas las torres del país y harían sonar las campanas.
¿Qué dirían quienes hoy secundan procesos extravagantes contra la esposa del presidente del Gobierno, si un familiar suyo hubiera negociado compras de material sanitario en plena pandemia, evidentemente pagadas con dinero público, y obtenido beneficios rápidos y cuantiosos? ¿Qué dirían si el juez que la persigue, contraviniendo las normas del Supremo que dictan que "la mera aportación de recortes de prensa no es suficiente para admitir una querella”, tuviese una hija que ocupara un cargo público bajo las siglas del PSOE, igual que la de Peinado es concejala del PP? ¿Y si a la propia Begoña Gómez la acompañase, allí donde fuera, el ominoso letrero con la cifra de muertos en las residencias de ancianos de Madrid que lleva consigo, como una cruz ignominiosa, la presidenta regional Isabel Díaz Ayuso?
¿Qué dirían los vigilantes de la patria si un hermano de Pedro Sánchez hubiera hecho lo mismo que hizo el novio de la propia Díaz Ayuso: defraudar a Hacienda, esto de modo confeso; mercadear, presuntamente, con material sanitario durante los meses peores del Covid-19 y facturar por sus servicios a la misma organización sanitaria privada a la que tantas concesiones millonarias ha hecho el Gobierno que ella capitanea?
¿Qué pasaría si se admitiese una demanda hecha de bulos e interpuesta contra algún representante político del ámbito conservador por alguien de izquierdas con un expediente como el que lleva a las espaldas el jefe de Manos Limpias, admirador del dictador Francisco Franco, y viceversa, ya que la fundación que lleva su nombre y que será ilegalizada, de hecho, le llegó a nombrar Caballero de Honor, y en el pasado militante de Fuerza Nueva?
¿Qué dirían de alguien como Peinado, que ha dado su último paso en su duelo particular contra el Gobierno, citando a Sánchez como testigo de su causa estrambótica y añadiendo que se presentará en La Moncloa a tomarle declaración?
¿Qué dirían, rasgándose las vestiduras, contra alguien como la jueza Alaya, si el Constitucional le hubiera dado el tremendo varapalo que le ha dado a ella por su instrucción, comenzada tras la denuncia de Juan Ignacio Zoido, decano en excedencia de los jueces de Sevilla, en excedencia, concejal y diputado del PP y parece que amigo suyo? ¿Y de alguien como Peinado, que ha dado este lunes su último paso en su duelo particular contra el Gobierno, citando a Sánchez como testigo de su causa estrambótica y añadiendo que se presentará en La Moncloa a tomarle declaración? Pues lo mismo que dicen de cualquier sentencia que no les sea favorable: o sea, lo que dicen todo el tiempo, dado su historial de fallos en su contra por asuntos de corrupción.
Feijóo, mientras tanto, mira hacia el horizonte. Al menos, ha cambiado de barco.
¿Qué dirían quienes hoy, con la bandera en una mano y el hacha de guerra en la otra, se llaman constitucionalistas mientras desacreditan al Constitucional, por revocar gran parte de las sentencias de los ERE en Andalucía, y en particular las condenas e inhabilitaciones de los antiguos presidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, si ese mismo tribunal echara abajo las que sufrió el Partido Popular por la trama Gürtel, por ejemplo? Probablemente, se subirían a todas las torres del país y harían sonar las campanas.