Las lecciones de las elecciones

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Las elecciones dan lecciones que hay quien aprende, quien no lo hace y quien hace como que no se ha enterado. Las que acaban de celebrarse en el País Vasco dejan también algunas, como todas, y tal vez la primera de ellas sea confirmar que las y los votantes son mucho más independientes de lo que creen algunos partidos, deciden su voto tras escuchar y sopesar y no lo echan a las urnas con una venda en los ojos y un uniforme puesto. Eso lo puede ejemplificar tanto la subida en escaños de Bildu como la del PSE: la campaña contra la primera de las dos formaciones es continua, vinculándola una y otra vez con el pasado terrorista, y sobre la segunda se colgaba la espada de Damocles de un supuesto castigo a los socialistas a nivel nacional. Las apuestas iban por ahí y muchos analistas lo pronosticaban, pero no ha ocurrido así, sino al contrario: el PSE sube y vuelve a ser decisivo, tiene en su mano la posibilidad de repetir su alianza con el PNV y de recoger el cambio en Madrid. En la política, como en todo, los favores son de ida y vuelta.

Los abertzales, por su parte, ganan seis diputados y han vencido en más sitios, aunque el empate a veintisiete con el PNV no le dé para llevarse el gato al agua, y con el aval que eso supone demuestran que su arraigo entre la población crece, pese a las incomprensibles declaraciones de su líder, que dejó claro que a algunos de los suyos les cuesta tanto condenar a ETA como a la ultraderecha y una parte significativa del PP condenar al franquismo. Ninguna de las dos cosas debería de resistir el peso de los matices. Sin embargo, es evidente que lo ha aguantado.

En lo que sí acertaron las encuestas y las apuestas fue en lo más fácil, que es prever que la enésima lucha interna de la izquierda a la izquierda del PSOE terminaría con los contendientes devorándose entre sí para alimentar al rival

En lo que sí acertaron las encuestas y las apuestas fue en lo más fácil, que es prever que la enésima lucha interna de la izquierda a la izquierda del PSOE terminaría con los contendientes devorándose entre sí para alimentar al rival. Un diputado para Sumar y ninguno para Unidas Podemos lo explican todo, no hacen necesario añadirles palabras a las cifras. El otro fracaso, también previsible, es el de Vox, que cada vez tiene menos fuerza, a medida que se le ve el cartón. La pantomima está llegando a su fin, y eso puede interpretarse como la única victoria del PP, que afloja el abrazo del oso en el que está envuelto, aunque su irrelevancia en Euskadi será equivalente a la que sufre en Cataluña, ambas por méritos propios.

Finalmente, no sé si quienes planteaban, una vez más, estas elecciones como una especie de prueba al presidente del Gobierno y le daban un aire plebiscitario, verán ahora el resultado honroso del PSE como un triunfo de Sánchez y encontrarán que sale reforzado del envite y con buenas perspectivas de cara a la próxima contienda, que es la de Cataluña.

Son las lecciones de las elecciones, y siempre conviene tomárselas en serio o, como mínimo, no intentar manipularlas.

Las elecciones dan lecciones que hay quien aprende, quien no lo hace y quien hace como que no se ha enterado. Las que acaban de celebrarse en el País Vasco dejan también algunas, como todas, y tal vez la primera de ellas sea confirmar que las y los votantes son mucho más independientes de lo que creen algunos partidos, deciden su voto tras escuchar y sopesar y no lo echan a las urnas con una venda en los ojos y un uniforme puesto. Eso lo puede ejemplificar tanto la subida en escaños de Bildu como la del PSE: la campaña contra la primera de las dos formaciones es continua, vinculándola una y otra vez con el pasado terrorista, y sobre la segunda se colgaba la espada de Damocles de un supuesto castigo a los socialistas a nivel nacional. Las apuestas iban por ahí y muchos analistas lo pronosticaban, pero no ha ocurrido así, sino al contrario: el PSE sube y vuelve a ser decisivo, tiene en su mano la posibilidad de repetir su alianza con el PNV y de recoger el cambio en Madrid. En la política, como en todo, los favores son de ida y vuelta.

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