El resultado de las elecciones dice que España no quiere a la ultraderecha; no queremos que esa gente se meta en nuestras vidas, nos robe nuestros derechos, censure nuestra cultura, nos imponga su moral envenenada, amenace la convivencia con sus bravatas. Los resultados que ha obtenido esa formación, en caída libre desde hace tiempo, confirman que para la gran mayoría de las y los españoles, la extrema derecha es indeseable. Su líder sostuvo la noche de la debacle que la culpa del naufragio era de su socio Núñez Feijóo, por no presentarse al debate a cuatro que organizó la televisión pública. Se le olvidó un pequeño detalle: el que hizo el ridículo allí fue él, mostrándose como una persona hueca, desfasada, carente de formación e información y sustentada a duras penas por cuatro argumentos neofascistas de manual: muy poca cosa. ¿Habrá tomado nota el jefe del PP?
En segundo lugar, ha quedado claro que la propuesta emocional del PP y sus aliados, derogar el sanchismo, una necesidad basada en apelaciones viscerales a la unidad de la patria según ellos en peligro, les ha salido rana: más de medio país les ha dicho que no, que su enmienda a la totalidad de las acciones del Gobierno de coalición es improcedente y que el oso cuya piel vendieron antes de cazarlo está vivito y coleando: los muertos que vos matáis, gozan de buena salud. Es verdad que acabado el escrutinio comienzan los cálculos y que el independentismo sigue ahí y tratará de vender caro su apoyo, pero también es cierto que ha sufrido un varapalo y perdido músculo en favor del PSC, cuya victoria local es de categoría. ¿Se han dado cuenta en la calle Génova de que desde su balcón sólo se ve lo que conviene? ¿Habrán notado también lo medidas que fueron las palabras de Gabriel Rufián, evitando meterse en camisas de once varas? Seguramente porque saben que la respuesta ya la ha dado por anticipado uno de los grandes protagonistas de la remontada socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, al día siguiente de las votaciones: “No puede haber referéndum porque lo que no cabe en la Constitución no existe, no es discutible.”
En tercer lugar, las urnas eran también una especie de plebiscito interno del Partido Popular en el que debía salir avalada la figura de su candidato a La Moncloa, a fin de cuentas aupada al poder mediante un golpe de mano contra su antecesor, al que echaron sin contemplaciones a la calle por denunciar los tejemanejes de la familia de la presidenta regional durante los momentos más duros de la pandemia; y es innegable que Núñez Feijóo ha recuperado una parte de los escaños perdidos a lo largo de esta travesía del desierto en la que su partido se metió por su propio pie gracias a sus casos sucesivos de corrupción; pero lo es igualmente que ni las expectativas creadas se han materializado, ni las fanfarronadas de la mayoría absoluta han sido corroboradas, ni le van a dar las cuentas, ni debería hacer oídos sordos a lo que coreaban a pleno pulmón sus partidarios frente a la sede: “Ayuso, Ayuso, Ayuso…”
Es verdad que acabado el escrutinio comienzan los cálculos y que el independentismo sigue ahí y tratará de vender caro su apoyo, pero también es cierto que ha sufrido un varapalo y perdido músculo en favor del PSC, cuya victoria local es de categoría
En cuarto lugar, el lema estrella y por lo visto idea-fuerza de su campaña, “que te vote Txapote”, del que nunca ha renegado Núñez Feijóo pese a pedírselo una y otra vez las víctimas de ETA, puede que fuera candidato a canción del verano y se vociferase alegremente en bodas y banquetes, a la hora del postre y los licores, pero en el terreno político lo que ha conseguido es más espacio para EH Bildu, esas siglas que son el nombre del demonio cuando apoya a otros y una organización llena de partidarios de la paz o plenamente democrática cuando le interesa al propio PP: todo el mundo se sabe de memoria la hemeroteca. Y lo malo de los ripios es que son contagiosos y provocan un efecto boomerang: los daños colaterales producidos por la respuesta a esa mamarrachada me temo que han sido devastadores para el propio Núñez Feijóo, porque el “que te vote el narco del bote” ha vuelto a sacar a la luz la parte más oscura de su pasado. Mal negocio para él, cuya estrategia ha dado un saldo desastroso para sus intereses: lo que ganó el PSOE en Cataluña lo ha perdido el PP en el País Vasco. A Sánchez no creo que le haya votado Txapote, pero sí lo han hecho siete millones, setecientas sesenta mil novecientas setenta personas.
Finalmente, está el asunto de la lista más votada y su frase, inaudita una vez dictada sentencia por las y los ciudadanos, cuando ya se acabó la fiesta y se despegan los carteles, repetida desde el mismo balcón de la calle Génova, según la cual sería “una anomalía” que quien logró más diputados no pueda formar Gobierno. ¿Pero este hombre, además de creer que Badajoz está en Andalucía y Huelva en el Mediterráneo, tampoco se ha leído ni le ha contado nadie la Constitución de la que tanto habla? ¿No sabe que este no es un país presidencialista y que en nuestro sistema democrático se sienta en los bancos azules del Congreso quien reúne más escaños? Debería saberlo, dado que su partido manda en muchas autonomías donde no ganó, casi siempre gracias a Vox. El problema del PP no es que el PSOE pacte con cualquiera, sino que con ellos no quiera pactar más que la ultraderecha.
¿Qué parte de todo esto no ha entendido Núñez Feijóo?
El resultado de las elecciones dice que España no quiere a la ultraderecha; no queremos que esa gente se meta en nuestras vidas, nos robe nuestros derechos, censure nuestra cultura, nos imponga su moral envenenada, amenace la convivencia con sus bravatas. Los resultados que ha obtenido esa formación, en caída libre desde hace tiempo, confirman que para la gran mayoría de las y los españoles, la extrema derecha es indeseable. Su líder sostuvo la noche de la debacle que la culpa del naufragio era de su socio Núñez Feijóo, por no presentarse al debate a cuatro que organizó la televisión pública. Se le olvidó un pequeño detalle: el que hizo el ridículo allí fue él, mostrándose como una persona hueca, desfasada, carente de formación e información y sustentada a duras penas por cuatro argumentos neofascistas de manual: muy poca cosa. ¿Habrá tomado nota el jefe del PP?