El triunfo de España en Europa contra el mantra liberal del mercado eléctrico competitivo ha sido una disputa política de largo recorrido. Una pelea desde el convencimiento del Gobierno de que hay un mercado absolutamente roto que estaba sangrando a los ciudadanos. Y como el precio de la luz y la inflación en un contexto de guerra van de la mano, una grieta en el sistema de estas características se lleva a gobiernos por delante con la misma fuerza que alimenta populismos.
España ya lo estaba denunciando en el Parlamento Europeo hace más de un año. El debate lo abrió la vicepresidenta Teresa Ribera y, como recuerda el exeurodiputado Ignasi Guardans, “poco más que se reían de ella”. Las intervenciones de los eurodiputados socialistas fueron tan recurrentes como solitarias en apoyo de sus socios. “Urge una respuesta coordinada europea a corto y a medio plazo, porque prevemos que esta subida se mantenga hasta primavera. ¿Y si no es así? ¿Y si algunos combustibles fósiles no vuelven al nivel previo?", intervino el socialista Nicolás González Casares. “La primera respuesta es clara: seguir apostando por fuentes renovables, que además nos aportan autonomía estratégica. Pero también hay que ajustar las reglas”. Era octubre de 2021, previo a la invasión rusa.
El mismo González Casares lo resume: “Desde Bruselas y desde Moncloa, España escuchó el canario en la mina antes que el resto”. Detectó el problema del mercado eléctrico abusivo por anticipado, fue proactivo y marcó agenda. No reconocerlo es desmerecer un éxito colectivo de país.
No tener posición en esta crisis energética es equiparable a no haber visto la de 2008. Y no verla, teniéndola encima, es negar las soluciones
No reconocer el peso de Sánchez en Europa y en las negociaciones es un autoengaño de escaso recorrido. Con la excepcionalidad de la integración de España en la UE, el conocimiento de las instituciones y el profundo europeísmo de Sánchez tiene casi más calado que el de Felipe González. Sin desmerecer, eran unos años donde la tendencia era la integración en la UE. Estos son tiempos de negociaciones corrosivas, donde hay que saber apretar y aflojar, ser solidario y plantarte por los intereses de tu país al mismo tiempo.
Por seguir en Europa, como dice el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar, “estamos en los prolegómenos de un hito histórico”. En los que el potencial estratégico de España para la regasificación de Europa está por construir. España necesita transportar gas hacia Europa y la seguridad europea depende precisamente de esto. Si gana la ultra Giorgia Meloni en Italia, España será el socio más fiable del sur. Y Sánchez, uno de los miembros de más influencia en el debate energético.
El problema del PP es que no tiene posición sobre el tema de más impacto en España y la UE. Está en el hashtag del #timoiberico, criticando que el Ejecutivo no quiera hacer negocio en Francia con los beneficios de la excepción ibérica por solidaridad comunitaria. O cambian de versión sobre la marcha y aseguran haber defendido el tope al gas –- el paso del peronismo al “pedronismo”, según Cuca Gamarra– saliéndose del marco de la crisis. Su posición pasa por defender las nucleares, cuando las centrales funcionan y no cierran hasta dentro de una década, o pedir un debate en el Senado y amagar con rechazarlo porque la “energía y el contexto económico y social” no es un tema relevante.
Intervenir el mercado eléctrico es ya una realidad incontestable en la UE. Pero el PP está tan obsesionado con el cortoplacismo de culpar de todo a Pedro Sánchez que no tiene postura, ni agenda ni visión en la crisis europea más importante de la historia reciente. No tener posición en esta crisis energética es equiparable a no ver la de 2008. Y no verla, teniéndola encima, es negar las soluciones. Tanto la solución, como su artífice. Europa ahora mira a España. Pese a quien pese.
El triunfo de España en Europa contra el mantra liberal del mercado eléctrico competitivo ha sido una disputa política de largo recorrido. Una pelea desde el convencimiento del Gobierno de que hay un mercado absolutamente roto que estaba sangrando a los ciudadanos. Y como el precio de la luz y la inflación en un contexto de guerra van de la mano, una grieta en el sistema de estas características se lleva a gobiernos por delante con la misma fuerza que alimenta populismos.