Sablazos de la nobleza a costa de los muertos

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No estamos en la España de los años convulsos de la corrupción, o eso parece. No es 2011, es 2022. Diez años después, acaban en Anticorrupción casos similares con personajes parecidos. Del último golpe perfecto en el momento más caótico y duro de la pandemia falta mucho por saber. Según el alcalde José Luis Martínez-Almeida, el correo de la administración donde remitieron al hijo menor de Naty Abascal, Luis Medina, para conseguir un contrato de 11 millones de euros por material sanitario, lo tenía todo el mundo. Aun así, acude a un familiar del alcalde y le funciona. Intenta un trato de favor y si no sale, ahí queda su nombre. Las preguntas a Almeida son muchas. ¿Qué hace un primo del alcalde de Madrid dando correos del Ayuntamiento? ¿Qué hace un falso empresario conocido únicamente en el mundo del famoseo gestionando mascarillas en plena pandemia sin que a nadie le salten las alarmas? ¿Cómo es posible que, pasado lo peor, no se hayan revisado los presuntos ‘pelotazos’? Es más, si en la última presunta estafa conocida en Madrid, seis millones de comisiones a costa de mascarillas de mala calidad y guantes del supermercado, llevaba incluido del 60% al 80% en comisiones ¿Cómo no ha llamado la atención respecto a otros contratos del mismo material?. 

Dice el alcalde de Madrid en su comunicado que se personará “si se demuestra que ha habido un quebranto”. El escrito de Anticorrupción detallando un millón de euros en un Ferrari Superfast, un Aston Martin, un Mercedes SCL o un BMW no le debe de parecer suficiente indicio. O tres Rolex y un chalet en Pozuelo con tres garajes. Madrid es territorio comanche de amigos, familiares y conocidos que terminan llevándose una fortuna sin experiencia en el negocio ni empresas conocidas. Por eso falta reconstruir la cadena de ‘terceras personas’, ese ángulo muerto que utilizan empresarios de la órbita política de Madrid para llegar a la administración y les termina saliendo bien. 

En un contexto de guerra como fue la pandemia, las administraciones hicieron contratos de urgencia para traer mascarillas sin apenas controles. Pasado lo peor, eso debería implicar que sean revisados con lupa ahora que no hay urgencia. La administración, como compradora, no recibe los contratos desglosados. Pero un 80% de comisiones implica que el precio fue un 80% mayor que otros contratos de condiciones similares.

En el Madrid de la libertad de Ayuso y Almeida, un madrileño con un salario medio tendría que trabajar 206 años y ahorrar el sueldo íntegro para conseguir el presunto pelotazo de Luis Medina y Alberto Luceño

La huella del contrato público debería empezar no con la firma, sino en cómo llega ‘el amigo de’ a la administración. Dejar de normalizar las llamadas a los cargos públicos para pedir favores interpuestos, que esto no se conozca y salga gratis. Porque en el Madrid de la libertad de Ayuso y Almeida, un madrileño con un salario medio tendría que trabajar 206 años y ahorrar el sueldo íntegro para conseguir el presunto pelotazo de Luis Medina y Alberto Luceño. Pero ellos no son un madrileño medio. Ellos lucen la bandera de España y critican la reforma laboral. Presumen de ser empresarios hechos a sí mismos y cuando rascas solo hay empresas vacías de trabajadores para dar el palo. ¿Por qué, en qué se parecen la empresa desde donde cobró 283.000 euros el hermano de Isabel Díaz Ayuso y la empresa del hijo de Naty Abascal?. En que solo les sirvieron para canalizar las comisiones. 

En este caso, tras un año de investigación, el PP no ha dicho nada públicamente hasta que la Fiscalía Anticorrupción ha difundido la denuncia. Vox se ha dedicado a profanar el Gernika, a invocar al Führer y a Goebbles en el hemiciclo, pero ni mú de la estafa millonaria, del acopio de una fortuna con un pelotazo encubierto por 900 muertos al día. Hay que remontarse a esos meses, cuando Santiago Abascal ordenó llevar ataúdes al Congreso, convocó manifestaciones en pleno estado de alarma contra el Gobierno, pero dejan pasar que la élite parasitaria, bajo la sombra de los títulos del Duque de Feria y Marqués de Villalba, puede acumular chalets, coches de lujo y relojes de oro estafando a la administración pública con mascarillas de mala calidad. 

Lo que a los cabecillas de la trama Gürtel y Púnica les costó años conseguir a base de comisiones y el ‘pico’ extra de financiar al partido, los presuntos estafadores sin oficio conocido ni empresas de éxito lo lograron en un mes. Mientras, les escandaliza que la izquierda monte una boda con chuletón en el menú, les revuelve la elegancia de Yolanda Díaz, y 6 millones de euros en comisiones con el dinero de todos ni les inmuta. 

El presunto sablazo de Luis Medina y Alberto Luceño revela problemas de fondo que no conseguimos sacudirnos. Los gobiernos de Madrid, de la alcaldía a la Comunidad, con un historial de casos de corrupción que han llenado sumarios y el patio de las prisiones de Estremera y Soto del Real, siguen acumulando denuncias que encajan con ciertos patrones de antes. Amigos, familiares, comisiones investigadas por un buen cúmulo de delitos. No se han reforzado los controles. No se han revisado los mecanismos. Como entonces, cargan contra el que los pública —les ha ocurrido en numerosas ocasiones a infolibre y a elDiario.es—  e insultan y desprecian a quienes lo hacen público. Y van a hacer falta muchos y muchas periodistas, fiscales y pedagogía social cuando Almeida o Ayuso, lejos de escandalizarse, implicados directa o indirectamente, desprecian las denuncias.

Y tendremos un problema mayor si este sablazo del hijo y hermano de duques y marqueses termina en una posible sentencia condenatoria. “No nos ha dado lujos” —dijo el hijo menor de Naty Abascal en una entrevista a XL Semanal— “nos han empujado a que estudiemos y trabajemos”. Si volvemos a ver a Luis Medina en un photocall, bajo el relumbrón de focos y alfombras rojas, sin ningún reproche social, estaremos consolidando el modelo de los vividores, los hijos culturales de Mario Conde. Los que se forran en cada crisis a costa del dolor de los demás.

No estamos en la España de los años convulsos de la corrupción, o eso parece. No es 2011, es 2022. Diez años después, acaban en Anticorrupción casos similares con personajes parecidos. Del último golpe perfecto en el momento más caótico y duro de la pandemia falta mucho por saber. Según el alcalde José Luis Martínez-Almeida, el correo de la administración donde remitieron al hijo menor de Naty Abascal, Luis Medina, para conseguir un contrato de 11 millones de euros por material sanitario, lo tenía todo el mundo. Aun así, acude a un familiar del alcalde y le funciona. Intenta un trato de favor y si no sale, ahí queda su nombre. Las preguntas a Almeida son muchas. ¿Qué hace un primo del alcalde de Madrid dando correos del Ayuntamiento? ¿Qué hace un falso empresario conocido únicamente en el mundo del famoseo gestionando mascarillas en plena pandemia sin que a nadie le salten las alarmas? ¿Cómo es posible que, pasado lo peor, no se hayan revisado los presuntos ‘pelotazos’? Es más, si en la última presunta estafa conocida en Madrid, seis millones de comisiones a costa de mascarillas de mala calidad y guantes del supermercado, llevaba incluido del 60% al 80% en comisiones ¿Cómo no ha llamado la atención respecto a otros contratos del mismo material?. 

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