A sus 20 años acepta la muerte con la templanza de un centenario. “La muerte no es triste, lo triste es que la gente no sepa vivir y reconocerla”, asevera Pablo Ráez, rapado, en pijama de hospital. Su sonrisa plena y su grito de guerra “Fuerte, siempre fuerte” despierta conciencias dormidas en las redes sociales. Hace un par de meses le confirmaron una recaída de la leucemia que parecía haber superado. Lanzó un llamamiento sencillo. “No por hacerte donante me vas ayudar a mí (o sí) pero colaborarás con la sociedad y no te cuesta nada”, escribió en su perfil de Facebook. El efecto fue inmediato. Las donaciones en su ciudad natal, Málaga, se han disparado.
La donación de órganos despierta una profunda empatía en los españoles. El modelo solidario nos resulta incuestionable. Lo sentimos natural. No podemos entenderlo de otra manera: se dona para cualquier paciente del mundo que lo necesite y no se recibe compensación económica alguna. Los órganos que se pueden donar sin morir, como un riñón o un trozo de hígado, siguen el mismo principio de altruismo y no retribución económica. Tanto es así que ni siquiera se pagan los gastos por la baja laboral que deberá tomar el donante. Por ley, la donación es libre, anónima y gratuita.
Esta semana la Organización Nacional de Trasplantes anunciaba las cifras de 2015. España vuelve a ser líder mundial de transplantes por vigésimo cuarto año consecutivo. Se realizaron 4.769 trasplantes de órganos procedentes de 1.851 donantes. Con solo el 0,6% de la población mundial, en nuestro país se realizaron el 17,6% de donaciones de la Unión Europea y el 6,7% de todas las registradas en el mundo.
Hay otros países desarrollados, como EEUU, donde no es tan natural donar de manera altruista. Se pagan 93 euros por 25 mililitros de médula y 336 por 100. El plasma, uno de los componentes de la sangre, se paga a 35 dólares por donación. Se pueden realizar un máximo de dos cada semana, con al menos dos días entre cada una. Eso sí, los órganos sí se donan de manera solidaria, se otorgan a los pacientes en función de la necesidad médica, no de la ciudadanía.
En Europa aún queda algún país, como Grecia y Albania, que da incentivos a sus donantes de sangre, pero no en forma de dinero. En España está prohibido vender la sangre desde 1985. El objetivo de la Organización Mundial de la Salud es lograr que en 2020 todas las donaciones sean no remuneradas.
Pablo sigue esperando un trasplante de médula. Estos días no sonríe. Tiene mucha fiebre y su corazón está infectado. Cuantos más donantes seamos más posibilidades tendrá de volver a brillar. Él o nosotros. Mañana uno de nosotros puede ser Pablo. Es esa sensación que se enciende como fuego en nuestro cerebro la que nos impulsa a donar. A mi me está abrasando. Voy a donar.
A sus 20 años acepta la muerte con la templanza de un centenario. “La muerte no es triste, lo triste es que la gente no sepa vivir y reconocerla”, asevera Pablo Ráez, rapado, en pijama de hospital. Su sonrisa plena y su grito de guerra “Fuerte, siempre fuerte” despierta conciencias dormidas en las redes sociales. Hace un par de meses le confirmaron una recaída de la leucemia que parecía haber superado. Lanzó un llamamiento sencillo. “No por hacerte donante me vas ayudar a mí (o sí) pero colaborarás con la sociedad y no te cuesta nada”, escribió en su perfil de Facebook. El efecto fue inmediato. Las donaciones en su ciudad natal, Málaga, se han disparado.