Bienaventurada la metáfora de la primavera que puede salir de los libros para hacer realidad las promesas de la lluvia en las ramas verdes de los árboles y en los parlamentos. Bienaventurados.
Bienaventurados las que comprueban que la inteligencia puede convivir con las emociones y que el corazón sabe pensar, igual que el cielo de junio sabe caer con su luz civilizada sobre los cultivos y los bosques. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que descubren que viven en una democracia y que existen leyes que nos amparan contra la mentira y la corrupción, porque la libertad y la justicia, como la mentira y la corrupción, forman parte de la democracia real, que no debe confundirse con una quimera. Bienaventurados.
Bienaventurados los que no se toman la fecha de 1978 en vano. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que consiguen vivir por fin en un país en el que se acaba con la impunidad de los que usan la política para robar y engañar. Bienaventurados.
Bienaventurados los que eran tratados como tontos y de pronto comprenden que pueden dejar de comportarse como tontos. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que se niegan a separar la Historia de la Vida, las que saben que los amaneceres y las noches no caen en los púlpitos, ni en la casa del profeta, ni en la túnica del puro, sino en las preocupaciones de las mujeres y los hombres que hablan de los trabajos, los supermercados, las escuelas, las enfermedades, las pensiones, la igualdad, los teatros y las librerías. Bienaventurados.
Bienaventurados los que aprenden que los sindicatos no son el enemigo de la clase obrera y que los bancos no se han fundado para ayudar a los consumidores. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que se conmueven ante la belleza de los valles, los que caminan por las montañas y por las orillas de los mares para sentir que la sangre pertenece a la Naturaleza y la piel al sol y las yemas de los dedos a la caricia de la luna. Bienaventurados.
Bienaventurados los que pactan, los que acuerdan, los que conciertan, los que resuelven, los que concilian, los que proyectan. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que respetan la ley y las instituciones porque son el patrimonio del bien común, el amparo de los débiles, el escudo que nos podrá defender de la ley de la selva imperante hoy en las redes de la especulación y en los sótanos de los instintos. Bienaventurados.
Bienaventurados los que se niegan a confundir la ley con la mordaza. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que comprueban en su carne el valor solidario de la palabra libertad. Bienaventurados.
Bienaventurados los que saben rectificar. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que no confunden la razón de Estado con los intereses del más fuerte, ni la inteligencia con el cinismo, ni las promesas con las mentiras. Bienaventurados.
Bienaventurados los que esperan y son pacientes y no dejan que el pesimismo se apodere de la lentitud, ni la renuncia de las dificultades. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que han aprendido de sus derrotas para no darse por perdidas. Bienaventurados.
Bienaventurados los que han visto con sus ojos cómo eran obligados a abandonar el Gobierno de España unos corruptos que habían hecho de la desfachatez su forma de vida. Bienaventuradas.
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Bienaventuradas las firmantes del contrato social. Bienaventurados.
Bienaventurados los hijos y las madres, los padres y las hijas, los abuelos y las nietas. Bienaventuradas.
Bienaventuradas las que salen a la calle un domingo de junio y comprueban que se puede respirar un aire más limpio en la ciudad y en los campos. Bienaventurados.
Bienaventurada la metáfora de la primavera que puede salir de los libros para hacer realidad las promesas de la lluvia en las ramas verdes de los árboles y en los parlamentos. Bienaventurados.