Y, sin embargo, se mueve

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Se atribuye a Galileo una frase con la que intentó reafirmar su honestidad intelectual delante del tribunal de la Santa Inquisición. Después de abjurar de su conocimiento para salvarse de las hogueras, después de admitir que las teorías heliocéntricas del universo eran mentira y que el sol daba vueltas alrededor de la Tierra, punto central e inamovible de la creación divina, se desmintió a sí mismo: Eppur si muove. Era 1633. Algo parecido podría haber dicho el periodista Julian Assange ante el tribunal que le concedió en 2024 la libertad y el fin de su martirio si aceptaba confesar que era un espía. Sí, declaro que soy un espía, aunque me limité a cumplir con mi deber como periodista informando de lo que estaba haciendo el sistema norteamericano en las guerras de Iraq y Afganistán.

Afirmar que la Tierra se mueve sigue siendo necesario ante el nuevo Tribunal de la Inquisición. Me refiero al escenario que han formado las redes sociales para desprestigiar el pensamiento político a través de la desinformación y los altares del cinismo. Cuando se miente y se repiten bulos contra una persona, no sólo se pretende dañar a la víctima elegida. Lo importante a la larga es desprestigiar la actividad política. Hoy por ti, mañana por mí, todos son iguales, cualquier medida que tome un Estado es voluntad de robo y fruto de la corrupción. Esta dinámica es grave porque las estrategias del pseudoperiodismo están invadiendo a los medios de comunicación que quieren hacer política más que informar y a los políticos que pretenden crispar y caricaturizar al adversario más que defender sus propias ideas.

La dinámica de la mentira no es nueva, pero la Tierra se mueve y estamos en un contexto que lo agrava casi todo a través del poder comunicativo y manipulador de las redes sociales. Vivimos, además, una situación difícil para la democracia, porque el neoliberalismo ha generado muchas desigualdades y las grandes fortunas, más que invertir con sus impuestos en igualdad, se interesan por alimentar nacionalismos e identidades autoritarias que aseguren la libertad de sus ambiciones bajo las armas del autoritarismo social.

Las estrategias del pseudoperiodismo están invadiendo a los medios de comunicación que quieren hacer política más que informar y a los políticos que pretenden crispar y caricaturizar al adversario más que defender sus propias ideas

Resulta necesario en este contexto reivindicar la política, el pensamiento político que nos permita asegurar los valores democráticos y dar respuestas a las nuevas intemperies y conflictos surgidos en una Tierra que se mueve. El atreverse a saber de la razón ilustrada se enfrenta a una situación desinformativa que ha aprendido a utilizar la curiosidad para el engaño, como los timadores de siempre utilizaban la ambición de sus víctimas para estafarlos. Recuerdo con frecuencia una de las frases de Lacan: “pienso donde no soy, luego soy donde no pienso”. Me ayuda a comprender no ya los ajustes de la propia subjetividad, sino las estrategias y la situaciones que nos sitúan en la irracionalidad, el autoengaño, la degradación de la propia identidad o el descubrimiento de la miserias que nos invaden. La soberbia y el desamparo se descubren en el no pensar.

Las palabras enferman. La libertad se separa de la igualdad y la fraternidad cuando desemboca en la ley del más fuerte. Las consecuencias autoritarias afectan al deseo de imponer una idea como referente único en el bien común. Pero sus efectos son más dañinos a la hora de acabar con la ilusión colectiva. La ley del más fuerte consigue también pervertir el valor democrático de la diversidad. Porque más que el respeto a la diversidad en el bien común, se genera una fragmentación de lo común en identidades y minorías llamadas a odiarse las unas a las otras. Se trata de una selva cultivada, una ley de la selva cultivada en el odio.

Creo por todo esto que el pensamiento democrático tiene dos tareas necesarias. En primer lugar, seguir afirmando que la Tierra se mueve: existe una realidad de carne y hueso, de tierra, agua y aire, bajo las desinformaciones que sacralizan los nuevos tribunales de la Inquisición. Elijamos nuestra conversaciones para discutir sobre la realidad, no sobre la tentación que nos propone el ruido mediático interesado. Y, en segundo lugar, resulta muy conveniente para defender la democracia que aprendamos a mirarnos con simpatía. Y descubrir las cosas que nos unen bajo los matices que nos separan. Pensar y sentir en democracia es urgente ante la deriva autoritaria del neoliberalismo. Porque la Tierra se mueve.

Se atribuye a Galileo una frase con la que intentó reafirmar su honestidad intelectual delante del tribunal de la Santa Inquisición. Después de abjurar de su conocimiento para salvarse de las hogueras, después de admitir que las teorías heliocéntricas del universo eran mentira y que el sol daba vueltas alrededor de la Tierra, punto central e inamovible de la creación divina, se desmintió a sí mismo: Eppur si muove. Era 1633. Algo parecido podría haber dicho el periodista Julian Assange ante el tribunal que le concedió en 2024 la libertad y el fin de su martirio si aceptaba confesar que era un espía. Sí, declaro que soy un espía, aunque me limité a cumplir con mi deber como periodista informando de lo que estaba haciendo el sistema norteamericano en las guerras de Iraq y Afganistán.

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