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Un árbitro, por favor (en defensa del periodismo)

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Nos quejábamos de los debates encorsetados y creo que durante 100 aturdidores minutos todos los hemos echado de menos. Criticamos el estado del periodismo y estoy convencida de que durante 100 caóticos minutos muchos esperamos su redentora aparición. El peor periodismo es el que no comparece, el que deja indefensos a los ciudadanos. El único cara a cara de las elecciones generales del 23J ha sido un río dialéctico desbordado entre dos políticos hablando a la vez como dos personas que no quieren escucharse. Arrojándose opiniones y hechos como si fueran lo mismo y negando cualquier argumento del contrario. 100 agotadores minutos de los que se fueron sin responder a nada en concreto, sin enfrentar ni una repregunta, sin la fiscalización del periodismo.

Déjeme hablar, no me va a enredar, pero qué dice, ya está con eso, no esté tan nervioso, no se inquiete, le propongo que se tranquilice, miente, eso es falso, falso. El único debate en el que veremos a las dos personas que pueden presidir España deja, me parece, bastante mal cuerpo. Ninguno ha sido capaz de enunciar una propuesta clara o de guardar un mínimo orden y concierto. Cogían y soltaban temas a salto de mata que eran muy difíciles de seguir para los que estamos todo el día en esto. Y este debate era para llegar a quienes no somos nosotros. ¿Cuánta gente se habrá ido a los 15 minutos a hacer algo mejor con esta noche de mediados de julio?

Este debate ya partía desde el punto equivocado. Debería haberse celebrado en la televisión pública y deberían haber participado los cuatro candidatos de los partidos que decidirán el 23J. Este debate, sobre todo, no representa las elecciones generales decisivas a las que nos enfrentamos como país. Yolanda Díaz dejó un tuit advirtiendo de que habría problemas que nadie abordaría en el debate, y Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo empezaron por no nombrarla a ella. Y esos problemas —el tiempo, los cuidados —, sí, ni los mencionaron entre la amalgama de asuntos que barrenaron este cara a cara incómodo de ver.

Hubo más notorias ausencias. Ni una sola palabra para referirse a dos de los problemas estructurales que amenazan el futuro de España: el desequilibrio territorial y el envejecimiento poblacional. La crisis demográfica en la que se dan cita causas y consecuencias de tantas otras: vivienda, empleo, contaminación, soledad no deseada. Como joven periodista de una provincia que desaparece, este debate me hizo sentir huérfana. Como periodista, me indignó profundamente. Los moderadores estaban ahí para algo más que para medir el tiempo. Periodismo es, por ejemplo, estar más preocupado por la verificación de los datos que por la exactitud del cronómetro. Es, por lo menos, decirle a un político (Feijóo): le he pedido que se dirija a las mujeres que tienen miedo a Vox y usted no me ha respondido.

No me interesa nada la narrativa del ganar o perder, pero si creo algo es que esta noche hemos perdido todos. La oportunidad de tener un debate electoral a la altura de nuestra sociedad.

No me interesa nada la narrativa del ganar o perder, pero si creo algo es que esta noche hemos perdido todos. La oportunidad de tener un debate electoral a la altura de nuestra sociedad. A la altura de la gravedad del momento. Hay muchísimas personas con miedo a perder calidad de vida, seguridad, derechos, si el 23-J entra en el Gobierno de España la ultraderecha. Hay muchas personas que no son conscientes de que están votando contra la calidad de vida, los derechos y la seguridad de todos. La única receta contra la ignorancia, la inconsciencia y la desinformación que conozco es educación, cultura, periodismo. Hoy el periodismo, el más rápido de los tres, tenía delante a quienes no tiene nunca y decidió, para perjuicio de todos, no comparecer. 

Nos quejábamos de los debates encorsetados y creo que durante 100 aturdidores minutos todos los hemos echado de menos. Criticamos el estado del periodismo y estoy convencida de que durante 100 caóticos minutos muchos esperamos su redentora aparición. El peor periodismo es el que no comparece, el que deja indefensos a los ciudadanos. El único cara a cara de las elecciones generales del 23J ha sido un río dialéctico desbordado entre dos políticos hablando a la vez como dos personas que no quieren escucharse. Arrojándose opiniones y hechos como si fueran lo mismo y negando cualquier argumento del contrario. 100 agotadores minutos de los que se fueron sin responder a nada en concreto, sin enfrentar ni una repregunta, sin la fiscalización del periodismo.

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