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La abstención es ya el principal partido: un 35% de electores no votarían frente al 23% de hace cinco años

Censura de una moción

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I.- A la moción de censura, presentada por el grupo parlamentario Vox y debatida los días 21 y 22 de marzo, se la ha llamado de todo. Sin embargo, en este artículo no me interesa tanto calificarla, con unos u otros adjetivos, como analizar su naturaleza, contenido, objetivos y posibles resultados. De entrada, creo que no se ha tratado de una auténtica moción de censura del art. 113 de la Constitución y 175 y siguientes del Reglamento del Congreso. No se daba ninguno de los requisitos que tales normas establecen, pues no había ni remotamente una mayoría absoluta de diputados que la apoyaran, ni el candidato a la Presidencia era idóneo, ni tampoco se ha presentado un programa de gobierno sobre el que se pudiera debatir. Se ha tratado de una utilización espuria de un mecanismo constitucional, de evidente relieve y trascendencia, con el fin de obtener resultados que no tienen nada que ver con una moción de censura constructiva. Obviamente, se enmarca en un periodo preelectoral, con importantes citas en mayo –elecciones locales y autonómicas– y en diciembre –elecciones generales–. Y, como se ha podido comprobar en el propio debate parlamentario, los objetivos reales eran otros muy diferentes, aparte del propagandista “convoque usted elecciones ya”.

En primer lugar, el consabido ataque furibundo, deslegitimador, al Gobierno de la nación, con inclusión de innumerables insultos –que engaña, miente, roba, responsable de las violaciones, crímenes de Estado, autócrata, etc.–. Todo ello en un momento especialmente delicado para España y Europa, con una guerra en su frontera, con una crisis de precios y serias turbulencias financieras. Lo que demostraría lo grandes “patriotas” que son estas gentes de la banderita en la muñeca y los fastos de Colón. Luego, achuchar y dejar en mal lugar al competidor y futuro socio, el Partido Popular, bajo el falsario argumento de que todo aquel que no vote a favor de la moción está apoyando al Gobierno. Un razonamiento que parece haber hecho mella en la “derechita cobarde”–como la califica Vox–, pues decidió abstenerse en vez de votar en contra, como hubiera sido lógico a partir de una posición democrática y europeísta. No menor ha sido el interés en ocupar la actualidad durante unos cuantos días, incluyendo un ataque a los medios de comunicación, estilo Trump, con el fin de aumentar unas falsas expectativas.

Por último, el escoger un candidato artilugio, que hace cuarenta o cincuenta años jugó, desde la izquierda, un cierto papel en la lucha contra la dictadura, en la transición a la democracia, en los Pactos de la Moncloa, etc., tenía como objetivo lavar y normalizar los desvaríos fascistoides de Vox. Sin resaltar –en esto han jugado su papel la mayoría de los medios– que el candidato, desde hace más de 40 años, no tiene nada que ver con la izquierda y, por el contrario, se ha ido deslizando cada vez más hacia posturas de extrema derecha. En realidad, objetivo final, fundamento de esta falsa moción de censura, ha sido preparar el terreno para que en las próximas elecciones municipales/autonómicas y luego generales, el PP y Vox pacten gobiernos de coalición, al igual que ya han hecho en Castilla y León. Al margen de que en el clima electoral aparezcan episodios de ruptura o enfrentamiento, que desaparecerán como por ensalmo en cuanto se necesiten para gobernar.

II.- Pues bien, si uno lee o ha seguido el discurso del candidato Tamames, podrá comprobar que es una intervención típica de la extrema derecha en formas más cuidadas–, con algunas concesiones incoherentes y surrealistas, que pueden confundir al personal sufridor. Veamos algunos contenidos de este dictamen o soflama. El primer ataque va dirigido a la memoria democrática, auténtica bestia negra de la derecha/ultraderecha hispana, en este caso con un punto ególatra por parte del candidato, pues después de poner en valor sus sacrificios y contribución a la libertad de España, arremete contra la memoria de todo lo demás, incluyendo la falsedad de que se está marginando la Ley de Amnistía. Parece ignorar que la tardanza en aprobarse la Ley de Memoria Democrática se debió a la negativa del Gobierno de derogar dicha ley, pretensión de Esquerra Republicana para apoyarla. Afirmar, a estas alturas, que la guerra civil empezó en 1934, que uno de sus causantes fue Largo Caballero y que la responsabilidad de la República y de los golpistas fue la misma en el drama nacional, es de traca y coincide con el revisionismo histórico de los autores más ultras.

No les quepa la menor duda de que todo este episodio, que pueden calificar como quieran, tenía un objetivo: crear las condiciones para una coalición PP/Vox y arrasar con las reformas y avances de esta Legislatura

Luego, en coincidencia con Vox, sostiene que el Gobierno es una especie de "autocracia absorbente", como si estuviéramos en la Rusia de los zares. En todo caso, una “autocracia” un tanto peculiar, en un país en el que la mayoría de los medios de comunicación vapulean todos los días al Gobierno, donde el supuestamente absorbido Poder Judicial tiene un Consejo General en manos de los conservadores, incumpliendo la Constitución desde hace cuatro años y no les pasa nada, aparte de una oposición que lleva otros cuatro años descalificando y deslegitimando al Gobierno. Más tarde, la perorata incurrió en todos los mantras de la ultraderecha. Un discurso antifeminista, acusando de que ahora hay más violaciones que antes, y el estrambote de poner como ejemplo de la libertad y poder de la mujer a Isabel la Católica. Menos mal que se le olvidó decir –lo tenía en su escrito– que el “suicidio demográfico de España” se debe al feminismo radical y no a la falta de ayuda a las familias, que este Gobierno intenta paliar.

Pero donde quizá la mendacidad alcanza niveles esperpénticos es cuando se sostiene que el Ministerio de Trabajo controla o mezcla sindicatos y patronales, lo que significaría una especie de regreso al “sindicalismo vertical” de la dictadura. A partir de ahí, en secuencia lógica, se descalifican todas las mejoras sociales de este Gobierno. El aumento del salario mínimo atenta contra el empleo y la productividad; la subida de las pensiones es insostenible y hay que “abordar un potente programa de reducción del gasto”; los fijos discontinuos son parados camuflados y los 2.500 millones dedicados a becas son una forma de comprar el voto de los jóvenes estudiantes. Lógicamente, se arremete contra la política fiscal del Ejecutivo, con los argumentos típicos del ultraliberalismo de los Chicago Boys, hablando de esfuerzo fiscal –que tiene en cuenta el nivel de renta por cabeza– en vez de presión fiscal y gasto social, inferior en España respecto de sus socios europeos. Argumento que no se sostiene si nos comparamos, por ejemplo, con Italia. Durante este año 2023, España crecerá más del doble que Italia, lo que producirá que sus rentas per cápita acaben siendo equivalentes y, sin embargo, la presión fiscal italiana es ciinco puntos superior a la española (43,3%/38,4%).

III.- Es verdad que, en algunos extremos, la prédica o disertación del candidato adquiere unas coloraciones pintorescas muy particulares que no he encontrado en ningún partido, incluyendo Vox. Por ejemplo, cuando sostiene que los jueces del Tribunal Supremo sean vitalicios, como en EE.UU. Teniendo en cuenta la longevidad española, barrunto que no es una buena idea, ya que por otra parte en la actualidad los mencionados magistrados ya son inamovibles hasta la edad de jubilación. También cuando propone la creación de una universidad iberoamericana bajo la advocación de Pablo Neruda y Antonio Machado. No sé si Vox estará muy de acuerdo. O cuando arremete, no sé por qué, contra las pymes españolas, porque no tienen futuro, cuando más del 95% de nuestro tejido empresarial son pymes.

No obstante, no nos confundamos, pues aparte de lo chungo o del cachondeo ante lo que hemos oído durante estos dos días en el hemiciclo, la llamada moción de censura es una operación política de la extrema derecha española de naturaleza tóxica, con el fin de crear las condiciones para llegar a gobernar con el Partido Popular, con lo que esto supondría para nuestro sistema democrático y las conquistas alcanzadas hasta ahora. Otra cosa es el resultado que al final derive de toda esta ceremonia de la confusión. Quizá dentro de unos días nadie se acuerde de la moción y pase sin pena ni gloria, aunque tengo mis dudas si tenemos en cuenta el panfleto/folleto que previamente tenía preparado el candidato. Da la impresión, por otra parte, de que el Gobierno de coalición ha salido reforzado, pues en las intervenciones ha quedado meridianamente claro que es el único que tiene un proyecto para España, mientras la oposición bracea en la indigencia de propuestas… salvo bajar impuestos como sea. Pero no les quepa la menor duda de que todo este episodio, que pueden calificar como quieran, tenía un objetivo: crear las condiciones para una coalición PP/Vox y arrasar con las reformas y avances de esta Legislatura. El evitarlo descansa en la inteligencia del personal sufridor. 

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Nicolás Sartorius es vicepresidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro: 'La Nueva Anormalidad' (Espasa)

I.- A la moción de censura, presentada por el grupo parlamentario Vox y debatida los días 21 y 22 de marzo, se la ha llamado de todo. Sin embargo, en este artículo no me interesa tanto calificarla, con unos u otros adjetivos, como analizar su naturaleza, contenido, objetivos y posibles resultados. De entrada, creo que no se ha tratado de una auténtica moción de censura del art. 113 de la Constitución y 175 y siguientes del Reglamento del Congreso. No se daba ninguno de los requisitos que tales normas establecen, pues no había ni remotamente una mayoría absoluta de diputados que la apoyaran, ni el candidato a la Presidencia era idóneo, ni tampoco se ha presentado un programa de gobierno sobre el que se pudiera debatir. Se ha tratado de una utilización espuria de un mecanismo constitucional, de evidente relieve y trascendencia, con el fin de obtener resultados que no tienen nada que ver con una moción de censura constructiva. Obviamente, se enmarca en un periodo preelectoral, con importantes citas en mayo –elecciones locales y autonómicas– y en diciembre –elecciones generales–. Y, como se ha podido comprobar en el propio debate parlamentario, los objetivos reales eran otros muy diferentes, aparte del propagandista “convoque usted elecciones ya”.

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