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Un detalle de la campaña presidencial

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Podría parecer un detalle baladí. Pero no lo era. En las últimas semanas de la campaña presidencial de los Estados Unidos, sonaba un mismo acorde fundamental en los discursos de la alt-right y la extrema derecha que se arremolinan alrededor de Trump. La consigna era sencilla: en estas elecciones, se trata de una guerra con dos bandos: hombres versus mujeres (y gays). Así lo decía, literalmente, Andrew Tate, influencer de la nueva derecha conocido por sus declaraciones polémicas. Elon Musk, convertido en la vanguardia de la campaña trumpista al poner la red social X, su desinformación y sus bulos al servicio del candidato, soltaba, machaconamente, una única consigna, con cuentagotas, hasta que permeara en el sentido de todos: hombres, mirad lo que las mujeres están haciendo con nuestro país; hombres, en estas elecciones os jugáis todo; hombres, tenéis que defenderos. En una palabra: hombres, salid a votar. La caballería ha llegado: los hombres están votando, respiraba aliviado Musk. Milo Yiannopoulos, impulsor junto con Steve Bannon de Breibart News, afirmaba en tono celebratorio: "Donald Trump nos ha salvado DOS VECES de tener una presidenta mujer".

Warren Buffet pronunció esta frase reveladora: hay una lucha de clases, pero la hacemos y la ganamos nosotros, los millonarios. Hoy, hay una “guerra de sexos”, y la hacen ellos

No tenemos todavía datos definitivos: lo que parecen indicar las exit polls es que la brecha de género se ha dado en alguna medida, y en torno al 60% de los hombres blancos han votado por Trump. Es más, los hombres latinos han girado su voto a los republicanos (55%). Las mujeres han apoyado mayoritariamente a Harris, pero no ha sido suficiente. No es ni mucho menos el único factor que explica el resultado; habrá que hablar de divisiones por nivel de ingresos, nivel educativo, geografía y otras muchas cosas. También de temas: a los votantes republicanos les preocupaba la seguridad y la economía; a los demócratas, los derechos reproductivos y el estado de la democracia. Pero no podemos minusvalorar el eje de género: podríamos decir, incluso, que la actual extrema derecha invierte buena parte de su capital simbólico en politizar el ser hombre como tal; que ser hombre equivalga directamente a votar reaccionario. Esta agenda se cumple en internet: no solo podcasts con contenidos directamente misóginos, sino el intento de despertar un sentimiento identitario masculino que tienda al antifeminismo asociándolo a cualquier contenido que potencialmente pueda interesarles (videojuegos, deporte, naturaleza, cultura clásica…). También son hábiles, como ya explicamos en este medio, en conectar con un sentimiento de época nihilista y desesperanzado. La agenda cultural de la nueva derecha es que los hobbies masculinos dejen de ser hobbies y se conviertan en agentes de politización reaccionaria. Es, en suma, una nueva política de la identidad. Warren Buffet pronunció esta frase reveladora: hay una lucha de clases, pero la hacemos y la ganamos nosotros, los millonarios. Hoy, hay una “guerra de sexos”, y la hacen ellos.

Donald Trump, millonario y dos veces presidente, acostumbra a presentarse a sí mismo como víctima: del feminismo, de la justicia, de los medios

¿Cómo puede conectar Donald Trump con este sentimiento, especialmente en hombres de rentas bajas o bajo nivel de estudios? La clave es el victimismo: Donald Trump, millonario y dos veces presidente, acostumbra a presentarse a sí mismo como víctima: del feminismo, de la justicia, de los medios. De este modo, los agentes de la reacción no son necesariamente poderosos privilegiados que se ven amenazados, sino también desfavorecidos que se sienten abandonados y piensan que alguien por fin les escucha y legitima su agravio. Como toda política de la identidad, camina por el filo del peligro del resentimiento y el agravio. Frente a esto, la condena y el lamento son igualmente impotentes.

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Clara Ramas San Miguel es filósofa, política y profesora en la Universidad Complutense de Madrid. Estos días llega a las librerías su nuevo ensayo, 'El tiempo perdido. Contra la Edad Dorada. Una crítica del fantasma de la melancolía en política y filosofía', editado por Arpa.

Podría parecer un detalle baladí. Pero no lo era. En las últimas semanas de la campaña presidencial de los Estados Unidos, sonaba un mismo acorde fundamental en los discursos de la alt-right y la extrema derecha que se arremolinan alrededor de Trump. La consigna era sencilla: en estas elecciones, se trata de una guerra con dos bandos: hombres versus mujeres (y gays). Así lo decía, literalmente, Andrew Tate, influencer de la nueva derecha conocido por sus declaraciones polémicas. Elon Musk, convertido en la vanguardia de la campaña trumpista al poner la red social X, su desinformación y sus bulos al servicio del candidato, soltaba, machaconamente, una única consigna, con cuentagotas, hasta que permeara en el sentido de todos: hombres, mirad lo que las mujeres están haciendo con nuestro país; hombres, en estas elecciones os jugáis todo; hombres, tenéis que defenderos. En una palabra: hombres, salid a votar. La caballería ha llegado: los hombres están votando, respiraba aliviado Musk. Milo Yiannopoulos, impulsor junto con Steve Bannon de Breibart News, afirmaba en tono celebratorio: "Donald Trump nos ha salvado DOS VECES de tener una presidenta mujer".

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