Ascensores que reparan vidas Verónica López Sabater

La eterna pregunta que nos hemos hecho todos alguna vez, ¿cómo fue posible Auschwitch?, ya tiene respuesta: Gaza. No digo que Gaza sea Auschwitz, pero sí creo que lo explica. El Holocausto judío fue posible porque primero se llegó a grados inimaginables de deshumanización de una parte de la población, de un grupo social, y después se aplicaron políticas fascistas, es decir políticas de exterminio y crueldad, en medio de la inacción de las democracias. A veces, como justificación, se ha dicho que no se sabía lo que pasaba en Auschwitz y es cierto que no existían las posibilidades informativas que hay ahora, pero también lo es que era imposible ignorar que los vecinos judíos estaban desapareciendo, que estaban siendo expulsados de las universidades, de sus trabajos, que tenían que llevar una estrella de David en el pecho; era imposible ignorar el antisemitismo social e institucional, era imposible ignorar la crueldad social. Así que sí, se sabía, aunque no con la precisión con la que ahora estamos contemplando cómo un pueblo entero ha sido encerrado en una prisión a cielo abierto para después bombardearlo, quemarlo, finalmente privarle de comida y agua, exterminarlo. Es un genocidio en prime time.
Y yo soy una espectadora a la que le ha tocado vivir este momento. Este momento de vergüenza por ser parte de una comunidad política que no sólo no hace nada, sino que incluso está reprimiendo las muestras de solidaridad con ese pueblo; de ser parte de una comunidad que continúa vendiendo armas al ejército genocida, de una que permite, e incluso premia, a líderes políticos que defienden y legitiman esta matanza.
El gobierno israelí es una inmundicia moral, pero también lo son todos los israelíes que apoyan la matanza
El gobierno israelí es una inmundicia moral, pero también lo son todos los israelíes que apoyan la matanza, que la jalean, que la justifican, que se manifiestan partidarios de que la ayuda humanitaria no entre en la franja, la de los soldados que cumplen órdenes, la de los tibios. Por supuesto no son todos, ¿cómo iban a serlo? También hubo mucha resistencia heroica al nazismo entre los alemanes y entre los europeos, pero aterra que sean tantos; tantos como para no hacer caer a Netanyahu, tantos como para no oponerse de manera activa a las políticas que, durante décadas, nos han llevado a esta “solución final” que consiste en acabar con la vida palestina en Palestina. No hay más objetivo que ese.
El objetivo da cuenta de muchas décadas de políticas y propaganda deshumanizadoras aplicadas por diferentes gobiernos israelíes, mucho antes de Netanyahu. No se convierte a seres humanos en objetos en poco tiempo, no es tan sencillo convencer a tanta gente de que los niños y las niñas merecen morir de hambre porque son enemigos. No es fácil aparecer públicamente con declaraciones en las que se afirma que los bebés merecen la muerte y seguir siendo ministro o ministra. Eso requiere de una planificación del mal y la crueldad extremadamente meticulosa. Estamos hablando no sólo de un genocidio, de una limpieza étnica, evidentes, sino de un insoportable regodeo en la crueldad, de una ceguera ante el dolor ajeno que no deberían permitirnos seguir viviendo como si nada. Porque también somos culpables, de permitir lo intolerable.
Reconozco con pudor que Gaza está condicionando mi vida, que ha cambiado mi ánimo, que me inunda de tristeza y que ha llegado a variar incluso alguno de mis hábitos cotidianos. Ahora, por ejemplo, apenas veo noticias en la televisión y también procuro no leerlas; todo por no encontrarme con noticias sobre la Franja. Me da pudor reconocer que no puedo soportar esa matanza, ni las imágenes que nos llegan, ni lo que significa que nadie haga nada, que me cuesta soportar la inacción del mundo, que vivo en permanente tensión. Llevo a Gaza todo el día conmigo, me cuesta alegrarme por las cosas buenas que me pasan. No puedo soportar estar viviendo este momento histórico en el que Gaza ocurrió ante nuestros ojos y pudimos ver el derrumbe de un mundo que afirmaba hasta ayer que Auschwitz nunca más.
Es posible que mi generación esté marcada para siempre por Gaza, por lo que no se hizo, por lo que supuso para el mundo permitir que esta matanza fuera posible. Y de la misma manera que para la generación de mis abuelos la Guerra civil fue en todo el mundo aquello en lo que había que implicarse para derrotar el fascismo, ahora es Gaza. El fascismo ganó entonces, pero su derrota tras la Segunda Guerra supuso su deslegitimación completa y la posterior Declaración de los Derechos Humanos. Esa deslegitimación ha durado apenas 80 años y soy muy pesimista en cuanto al futuro. Porque para superar el nazismo hizo falta una guerra terrible, se le ganó con las armas y en medio de una terrorífica destrucción. En su final hicieron falta millones de muertos, juicios, condenas y arrepentimientos en los cuales jugaba un papel la excusa del desconocimiento. Ahora, jalear un genocidio televisado parece formar parte de esta nueva normalidad política basada en el regodeo en el horror, en la demostración de la fuerza, en la inhumanidad absoluta Gaza nos recuerda a todas cómo y dónde estamos; supone el derrumbe del edificio moral, democrático y de derechos construido después de la II Guerra Mundial, el hundimiento del mundo que conocíamos. Gaza explica cómo fue posible un pasado que nos parecía imposible de entender pero, sobre todo, Gaza nos condena, no saldremos impunes de la barbarie.
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Beatriz Gimeno es exdirectora del Instituto de las Mujeres.
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