El rey de la dana tiene una memoria muy selectiva Daniel Basteiro
La goma de borrar y el lápiz
¿Quién puede condenar, fusilar y arrojar a una fosa a un niño de 9 años? En agosto de 1936 lo hicieron los golpistas. Sus restos fueron hallados al lado del de otros hombres en el Barranco de Víznar con un disparo por arma de fuego en su pequeño cráneo. Junto a él había un lápiz y una goma de borrar.
Una goma de borrar y un lápiz que probablemente le compraron para que dibujara sus sueños y su mundo durante las vacaciones de aquel verano, aunque al final lo que se dibujó con ellos fue una escena más de lo que ya comenzó Francisco de Goya con sus “episodios de la guerra”.
La descripción del hallazgo del cuerpo del niño se hizo en la ceremonia de entrega a las familias de los restos de otros dos asesinados en el mismo lugar y fecha, los de Juan de Dios Adarve López y Antonio Rosales Ruíz. En los agradecimientos un nieto de Antonio Rosales pronunció unas palabras con un acento argentino que sorprendió a quienes estábamos allí. Él mismo, consciente de la situación, explicó que su abuela, la mujer de Antonio, tuvo que exiliarse en Argentina con su hijo para encontrar el futuro que fue aniquilado y enterrado junto a su abuelo en el Barranco de Víznar, de ahí su acento y su otra vida. Porque no fue solo una muerte biológica la que consiguieron con sus ejecuciones, también se buscó una muerte social que llevó al exilio a miles de personas que sobrevivieron a la primera.
Si un país, si una sociedad no está unida para reparar la barbarie cometida por los golpistas y la dictadura, y no muestra algo de humanidad con las familias que la sufrieron, significa que las razones que dieron lugar a ella siguen presentes en quienes la niegan y presentan la reparación y la justicia como un ataque. No se trata de nuevos motivos, son los mismos que continúan, y eso es lo terrible.
Confundir el tiempo con el olvido es lo mismo que tomar el silencio por ausencia. Pueden pasar muchos años viviendo en el recuerdo y la espera sin que signifique que es el olvido el que define la situación. Y lo que ha sucedido con la exhumación e identificación de las personas asesinadas por el franquismo ha sido una espera demasiado larga debido a la necesidad de superar las negativas, resistencias, obstáculos y limitaciones de todo tipo que se han puesto para poder llevarlas a cabo, desde las políticas a las sociales y científicas. Y a pesar de todo muchas de ellas aún continúan, una situación que demuestra que lo ocurrido hasta hoy no es producto de las circunstancias, sino de las ideas que inspiran a quienes lo han impedido.
Ahora intentan de nuevo borrar con leyes y negacionismo todas las iniciativas dirigidas a recuperar la dignidad institucional que perdimos como país y sociedad debido a su violencia, y lo hacen en nombre de una concordia que nunca han demostrado
Las identificaciones se podrían haber realizado desde el primer momento, cuando los objetos personales, los rasgos fisiognómicos de las personas asesinadas, los elementos antropométricos, los testigos que vieron y conocieron los hechos… podrían haberlos identificado. Pero el propio régimen asesino no lo permitió para que todo formara parte de una estrategia de terror que aún hoy hace callar a algunas personas.
Es lo que contó otro de los familiares sobre su bisabuela. Tiempo después de asesinar a su marido llamaron a filas para incorporarse al ejército de los asesinos de su padre a uno de sus hijos, la madre pidió que no se lo llevaran porque el sustento de la familia, al estar el padre muerto, dependía en gran medida de él, pero no sirvió de nada. La respuesta que le dieron fue que su marido no estaba muerto, que estaba “desaparecido”, mostrando con esa actitud todo el desprecio y la perversidad de su estrategia de terror.
No fue un error, todo resulta coherente cuando lo vemos con perspectiva. Al principio ocultaron la realidad e impusieron el silencio para que pasara el tiempo, y ahora utilizan el tiempo pasado para reivindicar el olvido y negar lo ocurrido.
Y para potenciar sus objetivos, nada mejor que utilizar su “goma de borrar” en forma de leyes contra la memoria y la historia de un país y de las vidas sobre las que se sustenta. No fueron los golpistas los que vencieron, estos solo ocuparon el poder durante 40 años, vencieron los valores democráticos, por eso hoy tenemos una democracia y una sociedad que de manera mayoritaria es capaz de recordar y reconocer lo ocurrido, y de ese modo defender los valores constitucionales y los Derechos Humanos que nos definen como pueblo.
Ahora intentan de nuevo borrar con leyes y negacionismo todas las iniciativas dirigidas a recuperar la dignidad institucional que perdimos como país y sociedad debido a su violencia, y lo hacen en nombre de una concordia que nunca han demostrado. La memoria les duele porque les recuerda su fracaso, no porque se arrepientan de lo ocurrido.
Pero hoy el lápiz del niño asesinado en Víznar, después de 88 años en una fosa, es el que vuelve a escribir la verdad de la historia de este país democrático y la de todas las personas que lo han hecho posible al defender su dignidad.
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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue Delegado del Gobierno para la Violencia de Género.
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