Madres invisibles

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Quienes no vieron Cinco lobitos en el cine la están viendo ahora en las plataformas y quedan igual de rotos. Cinco lobitos no cuenta nada que no supiéramos, pero nos sienta durante una hora y cuarenta y cuatro minutos frente a todo lo que el frenesí de producir y consumir quiere que olvidemos. Que somos interdependientes, que la vida es muy frágil, que alguien tiene que cuidar a quien cuida. Cinco lobitos es una película excelente, pero creo que la conmoción que deja revela también lo invisibles que son las tareas que sostienen la vida y quienes las desempeñan. El sistema nos pinta jóvenes y sanos, trabajando y consumiendo, y todo lo que queda fuera de ese marco no existe. Creo que nosotros tendemos a hacer lo mismo.

Pensamos, por ejemplo, que si subimos contenido en redes sociales de nuestra vida como madres aburriremos a quienes no lo son. Nadie considera, sin embargo, no compartir sus fotos esquiando o viendo el fútbol, dos dedicaciones que a tantas personas no podrían interesarnos menos. Hay una escena en Gilmore Girls, mi serie favorita sobre vivir, en la que Lorelai Gilmore, madre soltera y entusiasta, se emociona en una reunión escolar porque comienzan unas pruebas importantes para los alumnos. Un señor gris le pregunta por qué se emociona por eso. Ella le dice: Tú juegas al golf, ¿no? Explícame lo tuyo y yo te explico lo mío.

A Rigoberta Bandini se le critica haber hecho “demasiadas” (sic) canciones con referencias a la maternidad. Exactamente unas tres entre los miles de letras del pop-indie español dedicadas al me dejó con el corazón roto y a la nada misma. Yo he sido madre casi en paralelo a ella y le agradezco infinito la representación: “Antes de ser madre, era como, a ver, la peña qué exagerada, no puede ser tan heavy. Bueno, se te multiplica todo, es como estar vivo pero con 2.000 tentáculos más”. A mí eso, el desdoble, no me lo nombró nadie hasta el último mes de embarazo: no es que dejes de vivir solo para ti mismo, como se ha dicho siempre, sino que vives dos vidas en paralelo hasta el fin de los días.

En la práctica, eso quiere decir que un día sin pena ni gloria entra en el calendario porque oyes a tu hijo reconocer las vocales por primera vez; y también que la felicidad de esa reunión de trabajo que salió bien se te olvida en cuanto te llaman para decirte que a lo mejor le han pegado en el colegio. Es así todo el rato, todos los días. Seguramente me gusta ser madre porque a lo que más miedo le tengo en la vida es al aburrimiento y ahora ya no existe.

A veces hago el ejercicio de buscar qué pensaba sobre ser madre antes de serlo y lo más impresionante es que no pensaba nada. Entre la ingente cantidad de información a la que he estado expuesta no había nada sobre ese universo. Y un día llegas al segundo trimestre de embarazo teniendo que hacer un máster exprés en lactancia, posparto, sacaleches, alimentación infantil, calzado respetuoso y otras disciplinas. Descubres cosas interesantes y hasta graciosas, pero te han enseñado a pensar que solo puedes compartirlas con otras madres. Y si no lo piensas ya viene una editora y te lo dice: “Querida, eso es de nicho”.

Entre las cosas que no se hablan sobre la maternidad está, por ejemplo, que no es automática. Crecemos con tanto terror a quedarnos embarazadas que llegamos a los treinta y pico sin tener interiorizado que no es tan fácil ni tan rápido, ni posible durante el mismo tiempo para todas. Ahora este tema está entrando en el debate público colocado muy a medida por las empresas de congelación de óvulos. No hay resquicio de la vida humana que se le escape al capitalismo.

Seguramente me gusta ser madre porque a lo que más miedo le tengo en la vida es al aburrimiento y ahora ya no existe

Sobre ser madre solo había pensado en el derecho a no serlo. Ahora que soy madre lo defiendo más si cabe: nadie debería ser madre sin desearlo. Es la experiencia más transformadora que se me ocurre: algo tan brutal como desdoblarte en otra persona. A mí me está gustando mucho más de lo que había oído que te podía gustar ser madre. Creo que puede pasar exactamente lo contrario. No sé si hay mucha manera de saberlo antes. Diría que no es tan importante eso de que “te gusten los niños” (¿qué significa exactamente? Nadie dice “que te gusten los adultos”). Creo que tienes que soportar, incluso abrazar, la idea que tan bien cuenta Cinco lobitos: que dependan de ti. Creo que hay que tener ganas de volver a descubrirlo todo. Creo que hay que tener muchas ganas de vivir para hacerlo por partida doble. 

Quienes no vieron Cinco lobitos en el cine la están viendo ahora en las plataformas y quedan igual de rotos. Cinco lobitos no cuenta nada que no supiéramos, pero nos sienta durante una hora y cuarenta y cuatro minutos frente a todo lo que el frenesí de producir y consumir quiere que olvidemos. Que somos interdependientes, que la vida es muy frágil, que alguien tiene que cuidar a quien cuida. Cinco lobitos es una película excelente, pero creo que la conmoción que deja revela también lo invisibles que son las tareas que sostienen la vida y quienes las desempeñan. El sistema nos pinta jóvenes y sanos, trabajando y consumiendo, y todo lo que queda fuera de ese marco no existe. Creo que nosotros tendemos a hacer lo mismo.

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