Que no les representamos, que no

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Escuchaba el otro día a Ofelia Fernández, la que fue legisladora de la Ciudad de Buenos Aires por la coalición Frente de Todos, decir que su papel en el proceso político de cambio en Argentina le debería haber servido para entender mejor a su generación y que, sin embargo, su activo como legisladora la había convertido en una persona mucho más preocupada por entender a su fuerza política que a su generación. Ofelia, con la pasión extraordinaria que nos ha hecho admirarla a tantas personas desde todos los rincones del planeta, señala éste como uno de los grandes males de la izquierda de nuestro tiempo. Una preocupación que, como ella relata, ha podido ser clave para comprender por qué ahora la derecha y no la izquierda habla a la gente más joven.

Este vídeo me ha hecho pensar mucho. Dice Ofelia que ella nunca creyó que Milei pudiera ganar. Yo tampoco creí hace unos años que Vox pudiera entrar en tantos Gobiernos. Y me quiero preguntar: ¿Qué ha cambiado? ¿Dónde está mi generación ahora en la política? Dice Ofelia, y vaya si estoy de acuerdo con ella, que ella no nació con ningún don especial para la política, sino que se sintió interpelada por ella, por el peronismo, por el feminismo. Recuerdo algo parecido del 15M en 2011, que me pilló estudiando filosofía. Como muchas estudiantes entonces, trasladé mi vida y mis clases en la universidad a una plaza. Tenía 22 años y aquella fue una experiencia política que marcaría mi vida para siempre, como la de tantos y tantas otras de mi generación. Es probable que sin la experiencia emocional y por supuesto política que supusieron aquellas semanas para tantas personas, España no hubiera cambiado tantísimo. Pero la verdad es que me niego a sumarme al tufillo nostálgico que rezuma este análisis. Aquello estuvo bien pero no explica mucho de lo que pasa hoy.

Para muestra, un botón. Y es que esta misma semana, Ayuso se permitía cancelar las acampadas pro Palestina en las universidades madrileñas bajo el mantra del exceso de política, mientras la izquierda se sumaba al boicot al festival de Eurovisión por la supuesta carencia de la misma, donde, a pesar de todo, Europa salvó a Israel y bendijo el no binarismo de género. Suiza gana. Compruebo las audiencias, y los datos son los que son. En España, de los casi 5 millones que siguieron la final de Eurovisión, los datos de audiencia señalan que en la franja de los 13 a los 24 años el seguimiento fue del 66,3%, según datos de Kantar Media. Además, no fue ni de lejos la final menos vista de la historia del Festival en nuestro país. ¿Qué debería haber hecho la izquierda para llegar a esos jóvenes que conectaron con Zorra el sábado cuando al mismo tiempo estaban comenzando acampadas en apoyo a Palestina en muchas universidades de España para pedir el alto al fuego inmediato en Gaza? ¿Decirles que ver el festival estaba mal? ¿Decirles incluso que bailar una canción que dice zorra está mal? ¿O decirle al presidente que de una vez por todas rompa las relaciones diplomáticas con Israel o que España deje de vender armas? ¿Qué podemos decirle hoy a una generación con la que ya no sabemos cómo comunicarnos?

No deja de estremecerme ser parte de una generación que se sigue creyendo joven y que el principal mensaje que probablemente hayamos emitido como sociedad adulta que ya somos es que la generación que viene es mucho más machista que la nuestra. Como si no hubiera sido nuestra responsabilidad ser así. Como si de lo que hablaran las encuestas no fuera más bien de la consciencia del problema por parte de una generación que ya no se calla ante determinadas situaciones. ¿O es que el supuesto machismo de los chavales de 15 o 20 años ha borrado por arte de magia el machismo de los amigos del presidente? Y si de verdad son más machistas, o de verdad no quieren guerra en Gaza pero querían ver Eurovisión, o de verdad quieren democracia pero votan a Vox, ¿qué? ¿Simplemente vamos a retirarnos de esta batalla porque son una generación con contradicciones? Eso parece.

Si bien defiendo que 'vestir bien' es algo a lo que la gente de izquierdas no tenemos por qué renunciar, ¿cómo puede ser que termine siendo la Reina Letizia la abanderada de dejarse crecer las canas y no ir en tacones cuando éste es el gobierno con más mujeres de la historia del momento más feminista de la historia de España?

Y claro, ha pasado lo que tenía que pasar. Como Ofelia dice, si la política se retiró de la vida de esa generación, esa generación vivirá como pueda con lo que tiene. Si nosotros nos retiramos de ofrecerles una alternativa, pasa que se la ofrece la derecha. Hoy TikTok o Instagram son hervideros de contenido machista y de ultraderecha para jóvenes. Pero no les culpemos. Nos hemos retirado, es nuestra responsabilidad.

Podríamos analizar aquí en qué momento se retiró la política de esta generación. Seguramente pese cómo hemos pasado de ser aquellos jóvenes de las plazas o aquellas de las Huelgas Feministas a saber mejor qué dice la LOREG sobre los requisitos para conformar una coalición electoral o de las fobias de no sé quién a la hora de hacer una lista electoral. Creo no obstante, con absoluta honestidad, que el quién es quién de esos agravios solo importa al quién es quién de esos agravios. Y aunque me incluyo en ellos, se me ocurren algunos otros asuntos más interesantes sobre los que preguntarme contigo que me lees y que seguro que no eres joven.

La izquierda no puede olvidar que vivió un momento de renacimiento en nuestro país gracias a una profunda crisis de representación que supo resolver de forma diferente. El coletas vicepresidente. La ministra cajera. El rastas de Podemos. El negro de la Asamblea. El diputado guardia civil. El jornalero. La madre. La activista de la PAH. La gorda. Nosotros no éramos como aquellos otros políticos corruptos que no nos representan, que no, sino que somos como tú, gente normal que necesita que las cosas cambien tanto como tú. Esa confianza se ha ido quebrando con la consolidación de un relato alternativo de lo que éramos estos políticos, con noticias y casos judiciales falsos. Ahora que te crees a Sánchez, igual también te empiezas a creer, por ejemplo, que lo de que Venezuela financia a Podemos era falso. La cuestión es: ¿Quién representa a los jóvenes ahora en la izquierda? ¿Dónde está el activista por el clima? ¿Le diputade no binarie?¿La activista antigordofobia?¿La animalista?¿Tiktokers?¿Gamers? ¿Estudiantes? ¿influencers? ¿Gente que no puede pagar el alquiler o los estudios? ¿La gente no blanca? ¿El del sindicato de inquilinos? ¿Dónde está el feminismo radical que desborda en las redes? Si bien defiendo que vestir bien es algo a lo que la gente de izquierdas no tenemos por qué renunciar, ¿cómo puede ser que termine siendo la Reina Letizia la abanderada de dejarse crecer las canas y no ir en tacones cuando éste es el gobierno con más mujeres de la historia del momento más feminista de la historia de España? Seguro que no sobramos, pero me atrevo a decir que no solo de treintañeras, madres, comunistas y señores de CCOO está hecha nuestra juventud. Creo de verdad que no les llegamos. Puede que seamos útiles en algunas cosas, pero desde luego, ya no somos una invitación a la política.

Por supuesto que si somos menos atractivos, no solo es por una cuestión de representatividad ni tampoco solo está en nuestra mano cambiar esto. Escribo con la esperanza de debatir sobre otros lugares. Porque creo que hay margen. Pero creo que ese margen pasa por ofrecerles presente a una generación a la que le cuesta mucho más aún incluso que a nosotras creer que va a haber futuro. Ofrecer presente no es algo que se haga a medias, a ratos, a los pocos, en bajito. El presente es algo radical, inmenso y que lo ocupa todo. El presente sería que a partir del mes que viene si cobras 900 tu alquiler no te costase más de 300 y así pudieras vivir. El presente sería comedor gratuito con opción vegana en todas las universidades públicas. El presente sería gimnasios, fibra, píldora anticonceptiva, copa menstrual o dentista gratuitos. El presente sería ni un solo asesinato más en Gaza. Mientras lo que hay es un genocidio y les sigamos ofreciendo desde el Gobierno a la izquierda del PSOE fotos de sandías, habrá algunos que pongan tiendas de campaña, pero lo que harán la mayoría, como bien explica Ofelia en el vídeo, es echarse a las manos de la derecha, que a un solo clic, le ofrece la ficción de un sí a lo que todos nosotros le estamos diciendo no.   

Fue fácil salir en su día contra un gobierno corrupto y decir que las cosas podían ser de otra manera. Pero la pregunta que nos hacemos ahora, como Ofelia se hace, es: ¿Qué le dice la política a la gente más joven? Molaría que España no apoyase la guerra, pero depende del PSOE. Molaría que el alquiler no fuera tan caro, pero depende de la Comunidad Autónoma (y del PSOE, ay, el PSOE). Molaría que tuvieras tiempo, pero depende del diálogo social. Molaría que nos pusiéramos de acuerdo, pero ya para las próximas. Molaría que no hubiera lista de espera o que el cercanías funcionara, pero las cosas son lentas. Mientras la derecha les ofrezca alternativa o libertad a un solo clic, mientras que la izquierda ofrezca tibieza y exigencia moral, incluso cuando en su mano está hacerlo posible, ya que gobiernan, entonces todo el patrimonio de la representación y la interpelación desde la radicalidad se lo dejaremos a la derecha. No les dejaría ese regalo. Para construir otro país se necesita a todas las generaciones. ¿Y si ahora que nosotros gobernamos de verdad no podemos, qué les va a hacer pensar que esto merece la pena? En fin, al final me he puesto nostálgica. La muerte de Steve Albini me ha hecho sentirme terriblemente mayor. 

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Ángela Rodríguez es secretaria de feminismos de Podemos y exsecretaria de Estado de Igualdad.

Escuchaba el otro día a Ofelia Fernández, la que fue legisladora de la Ciudad de Buenos Aires por la coalición Frente de Todos, decir que su papel en el proceso político de cambio en Argentina le debería haber servido para entender mejor a su generación y que, sin embargo, su activo como legisladora la había convertido en una persona mucho más preocupada por entender a su fuerza política que a su generación. Ofelia, con la pasión extraordinaria que nos ha hecho admirarla a tantas personas desde todos los rincones del planeta, señala éste como uno de los grandes males de la izquierda de nuestro tiempo. Una preocupación que, como ella relata, ha podido ser clave para comprender por qué ahora la derecha y no la izquierda habla a la gente más joven.

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