¿Volver a ser lo que fueron?

6

Y un día pusieron la tele y ondeaban alegres las verdiblancas y resulta que eso era un mitin del Partido Popular. Se frotaron los ojos, subieron el volumen y, efectivamente, ahí estaba Moreno Bonilla. Con una corbata verde, desgañitándose con eso de que los andaluces no van a ser ni más ni menos que nadie.

La secuencia es inventada, pero se basa en hechos reales; en la estupefacción en la que muchos socialistas siguen instalados desde que un domingo de diciembre de 2018 se pegaron el batacazo de su vida. Hay algunos que están implicados en esta campaña de 2022 y que no saben cómo se hace eso desde la oposición, qué tono tiene que tener uno, cómo se combate a quien ha ocupado el lugar que considerabas tuyo, tus símbolos y tus banderas.

Hay quienes no terminan de encontrarse. Desde que Susana Díaz decidió compatibilizar la Presidencia de la Junta con la batalla a cara de perro con Pedro Sánchez, el PSOE de Andalucía entró en un periodo de excepcionalidad del que todavía no ha salido. La gran federación del Sur lo dio todo en esa batalla y salió desplumada. Se quedó sin la posición que históricamente había tenido dentro del partido, sin su capacidad de influencia y sin esa legitimidad natural que reconocían el resto de los territorios sin necesidad de exhibir demasiada prepotencia orgánica. Dentro del partido, el PSOE andaluz tuvo siempre voz propia. En Andalucía, fue la fuerza política hegemónica porque sus siglas se identificaban con la defensa de los intereses de los andaluces: un PSOE que capitalizó la apuesta por la autonomía frente a la inhibición de la derecha y que hacía valer su peso específico en los grandes debates, también cuando los socialistas estaban en la Moncloa.

Luego vino el trauma de perder la Junta y aquel golpe bajo del día siguiente en la sede de Ferraz. Ese “el PSOE andaluz tiene que regenerarse” de José Luis Ábalos anticipó lo inevitable: que, antes o después, Pedro Sánchez se iba a emplear a fondo para controlar el aparato más poderoso del partido, el que lo aupó a la secretaría general y el que desplegó después toda su artillería para apearlo. El elegido para vencer las resistencias al sanchismo en algunos sectores del socialismo andaluz fue Juan Espadas. Tenía el perfil adecuado para derrotar a Susana Díaz y lo consiguió. Lo de las elecciones autonómicas es harina de otro costal.

Juan Espadas y los suyos no se libran de la imagen de subordinación a los intereses de Pedro Sánchez porque, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, muchos ven al partido como una sucursal de la sede central

Y habrá muchos factores que expliquen por qué parten en esta campaña con tanta desventaja pero, sin duda, uno de ellos tiene que ver precisamente con la nueva configuración interna del partido. PP y Ciudadanos han marcado la agenda desde la Junta en estos años y han aprovechado para denunciar a diario que el Gobierno está “en manos de ERC y Bildu” mientras que el PSOE se ha dedicado un buen tiempo a arreglar sus cuentas internas. Cuando parece que han terminado, el resultado es que Juan Espadas y los suyos no se libran de la imagen de subordinación a los intereses de Pedro Sánchez porque, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, muchos ven al partido como una sucursal de la sede central.

A este PSOE andaluz se le ha puesto muy complicado mover la bandera blanca y verde a su conveniencia, en la dirección que vayan marcando los vientos del sur, pero el candidato lo intenta: pegó los carteles reivindicando un nuevo 28-F, evocando la estrofa del himno que dice que “los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos”. Y es que los socialistas quieren volver a ser lo que fueron.

Para desactivar los temores de su electorado más tradicional, los ministros están desplegados en Andalucía. Para que les vean, les toquen, les crean. Para que vuelvan a confiar en la marca PSOE y les voten. “Tenemos la mejor gestión, tenemos ejército, pero nuestras compañías en Madrid nos matan”, reconocen algunos cuadros socialistas, que no dudan de que el bien mayor es preservar el Gobierno de España. La pregunta ahora es si podrán hacerlo si el PP se queda definitivamente con la bandera de Andalucía a partir del 19-J.

Y un día pusieron la tele y ondeaban alegres las verdiblancas y resulta que eso era un mitin del Partido Popular. Se frotaron los ojos, subieron el volumen y, efectivamente, ahí estaba Moreno Bonilla. Con una corbata verde, desgañitándose con eso de que los andaluces no van a ser ni más ni menos que nadie.

Más sobre este tema
>