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Yo soy uno de esos 26 millones de hijos de puta

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Como ciudadano, en primer lugar, como demócrata por añadidura, y especialmente como militar que he sido, no puedo por menos que saltar al ruedo para hacer frente, a porta gayola, a esa bestia que acaba de salir en tromba, con desmesura e intención de llevarse por delante a una mayoría social que piensa diferente.

El cabecilla de un grupo de militares de aviación retirados, valientes ellos, que llegó en activo al grado de general de división, ha escrito y reiterado en chats de WhatsApp del grupo de su promoción del ejército del aire, la XIX, lindezas del estilo “no queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta”, haciendo suya una expresión del sedicente historiador Pío Moa, para poco más tarde corregirse para añadir “creo que me quedo corto fusilando a 26 millones!!!”. Algunos comparsas del chat caldean además el ambiente: “Me he levantado esta mañana totalmente convencido. No quiero que estos sinvergüenzas pierdan las elecciones. No. Quiero que se mueran todos y toda su estirpe”. O las ganas de “desviar un vuelo caliente de las Bárdenas (polígono de tiro) a la casa de estos hijos de puta” (los catalanes de la ANC). Por no citar más expresiones de otros componentes del chat de parecido tenor.

Semejante ignominia no solo mancilla su propia promoción de la Academia General del Aire, a todos y cada uno de sus componentes, sino que ensucia la imagen de todo el ejército del Aire y por extensión la de todas las fuerzas armadas. Una vez filtrado el contenido esencial de ese chat a los medios de información, del que ha dado detallada cuenta infoLibre, cundió el pánico entre sus componentes e inmediatamente comenzaron a salir del grupo como ratas que abandonan el barco. Ahora, ante las consultas de los periodistas, se tientan la ropa diciendo que se trataba de charlas informales, de conversaciones privadas sin mayor trascendencia, que yo no he sido, que alguien ha usado mi teléfono, etc. Cinismo y cobardía a partes iguales.

Pero lo peor no es que haya salido a la luz el contenido de esas “conversaciones privadas”. Lo más preocupante es que ese pensamiento, esa ideología, es lo que subyace en la más correcta misiva que 39 componentes de dicha promoción de aviadores han dirigido, en términos similares, al presidente del Parlamento Europeo y al rey Felipe VI. Inmediatamente fue secundada por parte de otra promoción de militares retirados, esta vez del ejército de Tierra, y están tratando de que se adhieran también miembros de la Armada. Consideran estos insignes militares retirados que el Gobierno actual carece de legitimidad y que están llevando a la patria a la ruptura. Un gobierno de coalición que cuenta con el respaldo de casi 190 diputados para aprobar la Ley de Presupuestos Generales, la más importante de una legislatura. Las palabras España, patria y orden les llena la boca y les obnubila el intelecto sin pararse a pensar en otro concepto esencial: pueblo.

El pueblo, los ciudadanos, a quienes se deben y a quien deben servir y obedecer los militares, gobierno mediante, les trae al pairo. No les entra en su magín que es el Gobierno quien dirige la política general del país, y en particular la de defensa (no el rey) y que la cadena de mando no termina en el jefe del Estado, sino en el presidente del Gobierno a través del ministro/a de Defensa. Por mucho que el art. 62h) de la Constitución establezca que corresponde al rey el mando supremo de las Fuerzas Armadas, inmediatamente (art. 64.1) se establece que sus actos –cualesquiera– serán refrendados por el presidente del Gobierno y, en su caso, por los ministros competentes.

El problema al que nos enfrentamos en nuestro país a este respecto es que aún está pendiente la entrada de la democracia en los cuarteles, por decirlo de una forma llana. Estos militares ya retirados, que sobrepasan en su mayoría los setenta años, mamaron en sus academias un concepto de España, en la plenitud del franquismo, que se compadece poco con la España actual, la España plural, multinacional y de soberanía compartida del siglo XXI. Las enseñanzas que recibieron, aparte de las técnicas militares, calaron en gran parte de los cadetes de los años cincuenta y sesenta con efecto permanente, como la poción mágica en el orondo personaje de la irreductible aldea gala. Eso sí, hasta hace poco muchos de ellos ostentaron puestos de responsabilidad en sus ejércitos, defendieron los valores constitucionales en público, en actos, arengas y celebraciones y obedecieron las consignas de las autoridades políticas, no sea que peligrara su carrera, un destino aquí, una condecoración allá, un curso selectivo para el ascenso acullá... pero en su fuero interno seguían siendo reacios a toda ley que pugnara contra las esencias patrias que sus protos militares les habían inculcado en Zaragoza, Toledo o San Javier.

Me vienen a la mente varias preguntas: ¿habrían dirigido esa carta al jefe del Estado si en vez de un rey, capitán general de los ejércitos, fuese un presidente de república? ¿Se han dirigido a Su Majestad porque le consideran de los suyos y está en sus manos cambiar las cosas? ¿Acaso consideran al rey un poder más, a la altura del ejecutivo, legislativo o judicial? ¿O tal vez por encima de estos últimos? Como respuesta no cabe otra explicación que la idea de fondo es enfrentar al jefe del Estado con el Gobierno para que les pare los pies en su abominable camino de romper la patria. Sería bienvenida una reacción inequívoca por parte de Casa Real para poner a cada uno en su sitio.

Por otra parte, el mensaje de odio subyacente en el contenido de los chats viene claramente influenciado por la estrategia política de la formación ultraderechista Vox, de la que calcan literalmente muchas proclamas. Si estos valientes mandos retirados quieren jugar a ser políticos, que den un paso adelante y se afilien al partido que más les convenga desde el que, si son elegidos parlamentarios, puedan defender sus ideas. Algunos ya lo han hecho desde las filas de Vox. Vaya por delante que, aún en ese caso, no existe inmunidad parlamentaria que ampare discursos de odio como los expresados por esa camarilla de militares retirados. Pienso que la Fiscalía tiene ahí suficiente materia para que sus autores sean investigados. No me corresponde a mí, lego en la materia, citar qué tipos penales habría que imputarles.

En resumen, soy uno de esos “veintiséis millones de hijos de puta” que siempre han votado opciones políticas de izquierdas, dejando claro que somos socialmente mayoría en este país, lo que parece que no aceptan determinados salvapatrias. No obstante, estoy convencido de que la gran mayoría de los miembros en activo de las fuerzas armadas es conservadora pero no franquista y ni mucho menos fascista. Pero me decepciona profundamente que entre quienes fueron nuestros mandos durante décadas haya un porcentaje no desdeñable de franquistas o neofascistas.

Después de releer cuanto he escrito, me he levantado del teclado, he ido al armario, he quitado la funda a mi viejo uniforme azul y me he dado cuenta de que a él debo gran parte de lo que he sido en mi vida. Estoy orgulloso de haber pertenecido durante 47 años al Ejército del Aire constitucional, el que sirve a los ciudadanos, al pueblo, que es la verdadera patria, no al que esos viejos oficiales trasnochados creen que les pertenece.

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Miguel López es militar retirado y miembro del FMD

Como ciudadano, en primer lugar, como demócrata por añadidura, y especialmente como militar que he sido, no puedo por menos que saltar al ruedo para hacer frente, a porta gayola, a esa bestia que acaba de salir en tromba, con desmesura e intención de llevarse por delante a una mayoría social que piensa diferente.

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