Ataques en Magdeburgo: la cautela como arma Ruth Ferrero-Turrión
Carta a Cristina Fallarás: más denuncias con sentencias y menos relatos anónimos
Querida Cristina: Desde los años setenta he estado y sigo estando en la primera línea de los derechos de las mujeres, peleando por nuestra libertad, por alcanzar la igualdad respecto de los hombres y por conseguir romper los techos de cristal.
He peleado cada día por nuestro respeto en público y en privado. Y desde que fui madre y después abuela he intentado que mi hija y nieta sean fuertes ante el machismo imperante, no le tengan miedo, y sigan en esa lucha feminista que iniciaron muchos años atrás otras mujeres, a la que tú y yo nos sumamos, y que ojalá en el futuro continúen las generaciones que nos suceden. Pero hoy estoy impactada ante la “santa inquisición” que se está implantando.
Cuando una persona comete un delito, la víctima debe armarse de valor y valentía y denunciar con nombres y apellidos ante la policía para que se investigue. Si hay indicios de delito, es el juzgado pertinente el encargado de dilucidar la causa, juzgarla y dictar sentencia. A partir de ahí, se puede criticar las resoluciones redactadas con trazas machistas o puramente machistas.
Las hay, y muchas.
Lo que no me parece razonable es abrir un buzón público en redes sociales para narrar historias que estoy segura de que en su inmensa mayoría son ciertas, construyen el relato de una agresión sexual actual o pasada y ayudan en algo a reparar el dolor de la víctima. Ahora bien, esos relatos también pueden ser fruto de una venganza, redactados por personas que quieren difamar y destruir y que ni siquiera son mujeres. Y ahí es donde reside el problema. Más aún cuando en tus publicaciones se dan detalles de la profesión, los cargos ostentados, los años en los que estaba al frente de unos u otros puestos… Al final, eso es señalar y en cierta forma juzgar y sentenciar a través de testimonios sin contrastar y publicados en una red social. Nosotras somos periodistas.
Eso es la “santa inquisición” del siglo XXI.
No sabemos qué ni quién hay detrás del post sobre el señor que trabajaba en el mundo del cine, del político independentista, del directivo de un grupo periodístico catalán, del colaborador de TV, del prestigioso publicista, del fotoperiodista que dirige un documental de refugiados o de muchos otros que retratas en tus redes. De momento, has comenzado con un personaje público, mediático y reconocido, al que mucha gente tenía aprecio, seguramente porque desconocían sus actitudes machistas, pero será la justicia la que decida si son constitutivas de delito. Lo que está claro es que tú ya has dictado sentencia. Si estos hombres maltrataron, acosaron o agredieron sexualmente a una mujer, la mejor lucha contra el machismo y en favor de las mujeres y de su empoderamiento es armarse de valentía y acudir a una comisaría a denunciar. De esa forma también se estará evitando que otras mujeres puedan ser futuras víctimas.
Si queremos aportar algo positivo tenemos que elegir el camino correcto. Más vale una buena sentencia que miles de historias anónimas
Las grandes revoluciones y cambios sociales se hacen poco a poco, despacito. No queriendo asaltar el cielo de la noche a la mañana, como repetían en sus mítines, entrevistas y discursos públicos algunos políticos.
Si queremos aportar algo positivo a nuestra sociedad tenemos que elegir el camino correcto, aunque sea más lento. Más vale una sentencia en firme que miles de historias anónimas que no sabemos de dónde proceden y quién escribe. Porque esa es la realidad: no sabemos quién narra esos relatos. Y repito: estoy segura de que la inmensa mayoría son verídicos y escritos por sus víctimas, pero también sabemos que no podemos asegurarnos de que se ajusten a la realidad.
Y lo que sí sabemos seguro son datos, en ocasiones muy precisos, del presunto agresor sexual o acosador. Al final, insisto, eso es señalar, denunciar, y juzgar mediáticamente en un muro de Instagram, sin tener las garantías y derechos que ofrece la Justicia. Quién sabe si alguno de esos relatos es fruto de rivalidades políticas, económicas o despidos laborales. Puede haber miles de razones para la venganza.
Creo que ese no es el camino, por muy ilusionada que estés de tus seguidores en redes, tus apariciones en televisión y tu fama repentina para aquellos que no te conocían. Ahora muchos hablan de ti, pero sigues sin saber quién te escribe, por qué lo hace y realmente qué pasó. Y sigues denunciando, Tampoco creo que tus publicaciones y los que las jalean piensen en el futuro de esos hombres. ¿Se pueden rehabilitar, suicidar? Sí, pueden.
Ya sé que esta reflexión te importa muy poco, pero creo que las prisas, el anhelo de las grandes ventas de tu nuevo libro NO PUBLIQUES MI NOMBRE y el éxito repentino están derivando en machacar y pisotear a personas que, aunque sean machistas, criminales, acosadores o narcisistas de libro tienen la presunción de inocencia y derecho a defenderse.
Si con el tiempo son condenados, todos acataremos la sentencia. Y con esas sentencias en la mano, tendremos derecho a hablar, criticar y defender los derechos de las mujeres.
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Mercè Rivas es periodista. Elena Herreros, también periodista, se suma a este mismo texto.
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